22_05_17

Nuestra imposibilidad de vida sobrenatural

 



DECIMO SÉPTIMO DÍA: 


 Nuestra imposibilidad de vida sobrenatural


PRIMERA SEMANA 


Conocimiento de sí mismo 



“Durante la primera semana, dirigiremos todas nuestras oraciones y actos de piedad para alcanzar el conocimiento de nosotros mismos y la contrición de nuestros pecados, haciéndolo todo con espíritu de humildad.” (T.V.D) 

En este periodo nos concentraremos en nosotros mismos, es- forzándonos para conquistar la humildad, virtud indispensable en la vida cristiana. A través del auxilio de María Santísima conoceremos mejor nuestra inmensa miseria y nuestra triste condición de pecadores, sin que lleguemos al extremo de irritación contra nosotros mismos, al desánimo, o a la desesperación. 

La Santísima Virgen María proveerá la dulce paz para todos aquellos que, con rectitud, realizaran este ejercicio espiritual... 




Oraciones: 



  •   - Letanía del Espíritu Santo
    - Letanía de Nuestra Señora
    - Salutación a Nuestra Señora 




DECIMO SÉPTIMO DÍA: 


Lectura sugerida: Santo Evangelio: (MT 25, 14-30) 


Meditación: Nuestra imposibilidad de vida sobrenatural. 


La santidad es obra de la acción divina que impulsa también la correspondencia humana: “Sin Mí nada podéis hacer”, dice Jesús. El alma debe, pues, antes de todo abandonarse  dócilmente a la acción misteriosa de la Gracia. – Ésta es una ley universal.

Nos asegura la Imitación de Cristo: “No debemos confiar en nosotros mismos, pero sí debemos poner en Dios la esperanza”. 

“No hay enemigo peor ni más peligroso para nuestra alma que nosotros mismos”. Nos presentamos verdaderamente como indigentes en el orden sobrenatural. Sólo podemos elevarnos por la Gracia que nos viene de Dios, por eso no dejaremos de implorarla con frecuencia. Ella es indispensable para prevenir y acompañar todas nuestras acciones. No seamos comedidos en las súplicas para conquistar la perseverancia en el bien; este favor especial sólo nos viene por el auxilio del Padre. A este respecto, encontramos en el Concilio de Trento (S.6, Can. 22): “Sea anatema quien dijere que una vez justificados, podemos perseverar en la justicia recibida sin especial ayuda de Dios”. 

¡Participantes de la propia esencia de Dios! He aquí en lo que nos convertimos a través de la Gracia sobrenatural; Gracia a la que no tenemos derecho, pero somos elevados a Ella por la omnipotencia divi- na. Y para permanecer en este estado contamos con las gracias actuales, que también nos vienen gratuitamente de Dios, dependiendo tan sólo de su libre voluntad. Necesitamos, entonces, de la gracia antecedente, que nos mueve hacia el acto virtuoso, con la cual tenemos que cooperar aceptando y volviendo eficaz el impulso divino: y después de la gracia concomitante, por la cual el alma podrá continuar todos los actos sobrenaturales. 

Es Dios quien nos otorgó el libre albedrío, y es Él el que además lo lleva al acto. Dependemos de Él en todo lo que emprendemos para la conquista de la felicidad eterna. ¿Cómo no nos arrojamos humildemente a los pies del Señor para permanecer ahí en el estado inocente en el que Él mismo nos colocó? 

Para nuestra perseverancia es de fundamental importancia el auxilio de una gracia especial, que Jesucristo nos quiere dar pero que desea que la pidamos con humildad y confianza. “Con nuestras propias fuerzas, es verdad, nada podemos, pero todo nos será posible con la asistencia de Dios”. 

Veamos por tanto, que en nuestra indigencia necesitamos siempre confiar en la desmedida bondad divina, llegada a nosotros por la intercesión poderosa de la siempre Virgen María. Meditemos en la importancia de recurrir a Ella, para así, ser siempre auxiliados por la Gracia. 

Comparándonos a la Virgen fiel, vemos resaltadas nuestras mi- serias y eso nos debe hacer humildes ante la Santísima Virgen, rogando su piedad para llegar al conocimiento y horror de nuestros pecados. Podemos, así, enmendar nuestra vida y levantarnos con la fuerte decisión de ser santos. ¡Seamos valerosos! 

Meditando, parte por parte, en la oración del Ave María hagamos la comparación entre la Virgen María y nosotros, sus pobres hijos... 


“Ave María llena de gracia” 


La SantísimaVirgen estaba y estará siempre llena de gracia santificante, más que todos los ángeles y santos; en cuanto a nosotros, al permanecer en la soberbia, estamos repletos de llagas y expuestos a nuevas caídas. 


“El Señor es contigo” 


El Señor está con su Santísima Madre, pero más con cualquier otra criatura, presente en sus purísimas entrañas y unido a su alma; en cuanto nos apartamos de Dios no disfrutamos de su Divina presencia sobre todo por nuestros pecados. 


“Bendita Tú eres entre todas las mujeres” 


La Santísima Virgen sabe aprovechar muy bien todos los dones y bendiciones con que el Señor la obsequió; y nosotros, en nuestra pobreza, aprovechamos mal los bienes sobrenaturales que poseemos. 


“Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús” 


Nuestra Señora nos dio el fruto de salvación y de vida que es Jesucristo, y nosotros, pocos frutos obtenemos para la gloria de Dios y para el bien de los hermanos, siendo estériles nuestros trabajos, pues, no poseemos aliento sobrenatural para vivificarlos. 



Oración: ¡Santísima Virgen, no permitas que ningún siervo tuyo oscurezca la honra de Tu casa con los pecados y vicios. Por la compasión maternal con la que buscas al pecador intercede junto a Tu Divino Hijo por nosotros. Danos la gracia de participar en Tu humildad y en Tu amor por el ocultamiento. Amén. 


Jaculatoria: ¡Virgen Madre, llena de gracia, haz de nosotros tus humildes y felices Esclavos de Amor. 



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