18_02_25

ESCLAVITUD AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ, Día 15



PREPARACIÓN PARA CONSAGRARSE COMO ESCLAVO DE CONFIANZA AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ 


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima; la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y María. Amén.


Oración de San Juan XXIII

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.


DÍA 15

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

18-¿Cómo fue virginal en la paternidad el amor de san José?

La Iglesia nos enseña, que es artículo de fe, que ha habido un verdadero matrimonio entre José y María. Es también un artículo de nuestras creencias, que María ha sido la madre de Nuestro Señor
Jesucristo, hijo de Dios, hecho hombre, y que Dios es su Padre. Además, nos dice un piadoso autor: ¿por qué ha querido el hijo de Dios encarnar en las purísimas entrañas de la augusta María? Pues ha sido, y este es el parecer de todos los santos Padres, a causa de la virginidad de aquella santa criatura. Es, pues, la virginidad de María la que ha sacado a Jesucristo del cielo para presentarle en la tierra; Jesucristo es, la flor sagrada que encerró la virginidad, el fruto feliz que la virginidad produjo. Y san Fulgencio nos lo dice formalmente: «Sí, dice, Jesús es el fruto, el adorno, el precio, Jesús es la recompensa de la santa virginidad.» Luego debemos concluir con Bossuet, «que así como todos debemos creer que es la virginidad de María la que la hace fecunda, no debemos temer el afirmar, que José tuvo parte en »este gran milagro.» En efecto, si esta pureza angélica es el bien de la divina María, es el depósito mejor, es el bien del justo José, su casto esposo, porque María pertenece a José por su matrimonio y por los castos cuidados con que la ha conservado; así, pues, teniendo José tanta parte en la virginidad de María, así también la tiene en el fruto que llevó la misma por cuya causa Jesús es hijo de José, no verdaderamente según la carne, sino según el espíritu, por la alianza virginal que tuvo con la madre: por lo cual diremos con razón que el matrimonio de José fue virginal respecto de la paternidad.


Aquí se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores
 y gozos del Señor San José.


La Santa Casa de Loreto

Corría el año de 1294 cuando una noche, en Italia, unos pastores que velaban cuidando sus rebaños, notaron como en otra ocasión los pastores de Belén, un vivido resplandor que iluminaba el bosque a través de los árboles.  Aproximándose temerosos, y ¡cual no fue su admiración al ver una casa vieja, de mezquina apariencia, situada en un paraje donde nunca habían visto el mas mínimo edificio!  Estas buenas gentes se arrodillaron en el umbral después penetraron en el recinto y dirigieron preces a la Santa Virgen, al Niño Jesús y a San José, como si hubieran tenido en la sencillez de su alma vaga intuición de la verdad, verdad que fue muy pronto conocida.  La casa de José y de María había sido transportada tres años antes por los ángeles desde Galilea a una colina de Dalmacia.  El 10 de diciembre de 1294, la Santa Casa abandonaba este nuevo país y venia a colocar sus paredes en la Marca de Ancona, en medio del bosque


M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea.

Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)



ORACIONES

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.


Súplica a San José

José dulcísimo y Padre amantísimo de mi corazón, a ti te elijo como mi protector en vida y en muerte; y consagro a tu culto este día, en recompensa y satisfacción de los muchos que vanamente he dado al mundo, y a sus vanísimas vanidades. Yo te suplico con todo mi corazón que por tus siete dolores y goces me alcances de tu adoptivo Hijo Jesús y de tu verdadera esposa, María Santísima, la gracia de emplearlos a mucha honra y gloria suya, y en bien y provecho de mi alma. Alcánzame vivas luces para conocer la gravedad de mis culpas, lágrimas de contrición para llorarlas y detestarlas, propósitos firmes para no cometerlas más, fortaleza para resistir a las tentaciones, perseverancia para seguir el camino de la virtud; particularmente lo que te pido en esta oración (hágase aquí la petición) y una cristiana disposición para morir bien. Esto es, Santo mío, lo que te suplico; y esto es lo que mediante tu poderosa intercesión, espero alcanzar de mi Dios y Señor, a quien deseo amar y servir, como tú lo amaste y serviste siempre, por siempre, y por una eternidad. Amén.


Oración para todos los días

¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valimiento, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas. Vuestra altísima dignidad de Padre putativo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo. Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcánzame la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.


Jaculatoria. 

Bondadoso San José, Esposo de María, protegednos; defended a la Iglesia y al Sumo Pontífice y amparad a mis parientes, amigos y bienhechores.


La verdadera devoción a San José consiste esencialmente en la confianza ilimitada en la intercesión de este Santo Varón, en la imitación de sus virtudes y en el amor filial que se le profese. Ser su devoto quiere decir tratar de amar al Padre Celestial como él lo hizo; y poner la vida, los bienes y todos los actos del día bajo su paternal patrocinio.
Los que quieran ser fieles devotos del Padre Protector de la Iglesia, y verdaderos servidores de su culto, deben consagrarse a él como sus esclavos. Pero como se ama lo que se conoce, es fundamental para esta alianza admirarse con su vida a través del Catecismo de San José, incluido en esta preparación.
La esclavitud del santo exige una fórmula que será publicada el día 31 de marzo, y que indica la dedicación de la vida entera al servicio de su piedad. Significa alabar al benditísimo Patriarca desde que aparece la primera luz del día hasta que se va al lecho, para lo cual, también el último día de este mes, entregaremos una pequeño Devocionario Josefino con las oraciones del cristiano al amparo de San José.
Quienes deseen manifestarse como verdaderos devotos del Castísimo Esposo de Nuestra Santa Madre, deben luchar por ser almas de oración que frecuenten los sacramentos, amantes del silencio, la pureza, modestia y humildad, tener una encendida caridad y una vida que se realice en la laboriosidad y el ocultamiento. Y para alcanzar tan altas aspiraciones, es que a él recurriremos diciendo cada día en el Acordaos: “que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo”.


ESCLAVITUD AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ, Día 14



PREPARACIÓN PARA CONSAGRARSE COMO ESCLAVO DE CONFIANZA AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ 


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima; la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y María. Amén.


Oración de San Juan XXIII

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.


DÍA 14

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

17-¿Cómo fue virginal en el amor el matrimonio de San José?

Es una verdad conocida que cuanto más puro es el amor y más espiritual y desprendido de la materia, es tanto más fuerte y más vehemente; porque el fuego de la concupiscencia encendido en nuestros cuerpos, no puede igualar jamás a los ardores de los espíritus unidos por el amor de la pureza. Y por tanto, ¿hay alguien que pueda decir cuál fue el amor conyugal de José y María? Porque en ninguna parte ha sido este amor espiritual tan perfecto como en este santo matrimonio. En esta unión, el amor es santo, espiritual y celeste puesto que sus llamas y todos sus deseos tienden a conservar la virginidad. Se aman entre sí, y en su grande amor aman su mutua virginidad. José ama a María sobre todo lo que decirse puede, pero lejos de nos otros el pensar que el objeto de su amor eran los dones de la naturaleza con que María se hallaba adornada; o, en otros términos, la belleza mortal que la hermoseaba; no, lo que José amó en María era la belleza oculta e interior, cuya virginidad forma el principal adorno. Era, pues, la pureza de María, el objeto del amor de José, y cuanto más amaba a esta pureza, más quería conservarla, primero en su santa esposa y después en sí mismo, por una perfecta conformidad del corazón. Y así, tan verdad ha sido el decir que las promesas de José han sido puras, como que su amor a María fue divino y enteramente virginal.


Aquí se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores y gozos del Señor San José.

 San José, jefe de la Santa Familia

Vamos a Nazaret y entremos en la tienda del carpintero.  Encuéntranse en ella tres personas;  un pobre artesano que gana el pan con el sudor de su frente:  es José, el dueño de la casa; en un rincón, sentada, una mujer modesta, que compone algunos vestidos, o que va y viene, arreglando la casa:  es María, esposa de José; un pequeño aprendiz que trabaja a su lado: es el Hijo de Dios, Jesús.
¿ Por que se haya allí el Hijo de Dios?  Escuchemos.  Dios dijo un día a José, que era un hombre justo:”! Recibe a mi Verbo, tómale y aliméntale; es mi obra maestra, mi gloria, mi amor infinito; guárdale, tu, José, el carpintero¡…Y desde este momento , José fue declarado jefe de la santa Familia y guardián del divino Niño…A fin de no perderlo nunca, ¡ sabéis el medio que emplea José?  Le da a Jesús el  amor de que es capaz su corazón, y Jesús, en cambio, le dio a José, ¡oh misterio incomprensible! “sumisión, obediencia.”

Practica.”- Dad, dice el Evangelio, y se os dará”. Por mediación de San José, confiemos a Jesús nuestro corazón, que El nos confiara el suyo.  ¡sumisión, obediencia”.  Jesús esta sometido a nosotros, ¡que fuerza y que apoyo!


M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea.

Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)



ORACIONES

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.


Súplica a San José

José dulcísimo y Padre amantísimo de mi corazón, a ti te elijo como mi protector en vida y en muerte; y consagro a tu culto este día, en recompensa y satisfacción de los muchos que vanamente he dado al mundo, y a sus vanísimas vanidades. Yo te suplico con todo mi corazón que por tus siete dolores y goces me alcances de tu adoptivo Hijo Jesús y de tu verdadera esposa, María Santísima, la gracia de emplearlos a mucha honra y gloria suya, y en bien y provecho de mi alma. Alcánzame vivas luces para conocer la gravedad de mis culpas, lágrimas de contrición para llorarlas y detestarlas, propósitos firmes para no cometerlas más, fortaleza para resistir a las tentaciones, perseverancia para seguir el camino de la virtud; particularmente lo que te pido en esta oración (hágase aquí la petición) y una cristiana disposición para morir bien. Esto es, Santo mío, lo que te suplico; y esto es lo que mediante tu poderosa intercesión, espero alcanzar de mi Dios y Señor, a quien deseo amar y servir, como tú lo amaste y serviste siempre, por siempre, y por una eternidad. Amén.


Oración para todos los días

¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valimiento, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas. Vuestra altísima dignidad de Padre putativo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo. Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcánzame la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.


Jaculatoria. 

Bondadoso San José, Esposo de María, protegednos; defended a la Iglesia y al Sumo Pontífice y amparad a mis parientes, amigos y bienhechores.


La verdadera devoción a San José consiste esencialmente en la confianza ilimitada en la intercesión de este Santo Varón, en la imitación de sus virtudes y en el amor filial que se le profese. Ser su devoto quiere decir tratar de amar al Padre Celestial como él lo hizo; y poner la vida, los bienes y todos los actos del día bajo su paternal patrocinio.
Los que quieran ser fieles devotos del Padre Protector de la Iglesia, y verdaderos servidores de su culto, deben consagrarse a él como sus esclavos. Pero como se ama lo que se conoce, es fundamental para esta alianza admirarse con su vida a través del Catecismo de San José, incluido en esta preparación.
La esclavitud del santo exige una fórmula que será publicada el día 31 de marzo, y que indica la dedicación de la vida entera al servicio de su piedad. Significa alabar al benditísimo Patriarca desde que aparece la primera luz del día hasta que se va al lecho, para lo cual, también el último día de este mes, entregaremos una pequeño Devocionario Josefino con las oraciones del cristiano al amparo de San José.
Quienes deseen manifestarse como verdaderos devotos del Castísimo Esposo de Nuestra Santa Madre, deben luchar por ser almas de oración que frecuenten los sacramentos, amantes del silencio, la pureza, modestia y humildad, tener una encendida caridad y una vida que se realice en la laboriosidad y el ocultamiento. Y para alcanzar tan altas aspiraciones, es que a él recurriremos diciendo cada día en el Acordaos: “que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo”.

ESCLAVITUD AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ, Día 13



PREPARACIÓN PARA CONSAGRARSE COMO ESCLAVO DE CONFIANZA AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ 

San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima; la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y María. Amén.

Oración de San Juan XXIII

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.


DÍA 13

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

16-¿Cómo fue virginal en la promesa este casamiento?

Puesto que, según nos ha revelado el Espíritu Santo y nos enseña la Iglesia, el casamiento de San José y de María ha sido muy verdadero, se sigue que estos dos Santos esposos se han pertenecido verdaderamente el uno al otro, por consecuencia. María pertenece a José y José a la divina María ¿Pero cómo se han entregado el uno al otro? «Aquí es donde, exclama San Agustín, debemos admirar el triunfo de la pureza, en la certidumbre de este matrimonio. José y María se entregaron mutuamente, es cierto, más se dieron su virginidad, y se concedieron un mutuo derecho de guardársela el uno al otro; luego María tuvo el derecho de guardar la virginidad de José, y José el de guardar la de María: ni el uno ni el otro puede disponer de ella, y toda la virginidad de este casamiento consiste en guardar su santa virginidad: he aquí las promesas que les unieron, he aquí el tratado que les enlazó: son dos virginidades que se enlazan para conservarse mutuamente el uno y el otro por una correspondencia de deseos púdicos.» Tal es el nudo de este matrimonio, dice San Agustín, que es tanto más firme cuanto las promesas que en ella se hacen, deben ser más inviolables, porque son más santas. .


Aquí se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores y gozos del Señor San José.



M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea.

Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)



ORACIONES

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.


Súplica a San José

José dulcísimo y Padre amantísimo de mi corazón, a ti te elijo como mi protector en vida y en muerte; y consagro a tu culto este día, en recompensa y satisfacción de los muchos que vanamente he dado al mundo, y a sus vanísimas vanidades. Yo te suplico con todo mi corazón que por tus siete dolores y goces me alcances de tu adoptivo Hijo Jesús y de tu verdadera esposa, María Santísima, la gracia de emplearlos a mucha honra y gloria suya, y en bien y provecho de mi alma. Alcánzame vivas luces para conocer la gravedad de mis culpas, lágrimas de contrición para llorarlas y detestarlas, propósitos firmes para no cometerlas más, fortaleza para resistir a las tentaciones, perseverancia para seguir el camino de la virtud; particularmente lo que te pido en esta oración (hágase aquí la petición) y una cristiana disposición para morir bien. Esto es, Santo mío, lo que te suplico; y esto es lo que mediante tu poderosa intercesión, espero alcanzar de mi Dios y Señor, a quien deseo amar y servir, como tú lo amaste y serviste siempre, por siempre, y por una eternidad. Amén.


Oración para todos los días

¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valimiento, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas. Vuestra altísima dignidad de Padre putativo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo. Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcánzame la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.


Jaculatoria. 

Bondadoso San José, Esposo de María, protegednos; defended a la Iglesia y al Sumo Pontífice y amparad a mis parientes, amigos y bienhechores.


La verdadera devoción a San José consiste esencialmente en la confianza ilimitada en la intercesión de este Santo Varón, en la imitación de sus virtudes y en el amor filial que se le profese. Ser su devoto quiere decir tratar de amar al Padre Celestial como él lo hizo; y poner la vida, los bienes y todos los actos del día bajo su paternal patrocinio.
Los que quieran ser fieles devotos del Padre Protector de la Iglesia, y verdaderos servidores de su culto, deben consagrarse a él como sus esclavos. Pero como se ama lo que se conoce, es fundamental para esta alianza admirarse con su vida a través del Catecismo de San José, incluido en esta preparación.
La esclavitud del santo exige una fórmula que será publicada el día 31 de marzo, y que indica la dedicación de la vida entera al servicio de su piedad. Significa alabar al benditísimo Patriarca desde que aparece la primera luz del día hasta que se va al lecho, para lo cual, también el último día de este mes, entregaremos una pequeño Devocionario Josefino con las oraciones del cristiano al amparo de San José.
Quienes deseen manifestarse como verdaderos devotos del Castísimo Esposo de Nuestra Santa Madre, deben luchar por ser almas de oración que frecuenten los sacramentos, amantes del silencio, la pureza, modestia y humildad, tener una encendida caridad y una vida que se realice en la laboriosidad y el ocultamiento. Y para alcanzar tan altas aspiraciones, es que a él recurriremos diciendo cada día en el Acordaos: “que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo”.

ESCLAVITUD AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ, Día 12


PREPARACIÓN PARA CONSAGRARSE COMO ESCLAVO DE CONFIANZA AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ 


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima; la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y María. Amén.


Oración de San Juan XXIII

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.


DÍA 12

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

15. ¿Se puede decir que fue un verdadero matrimonio el de san José y María?

   Aunque san José y la augusta María hicieron votos de perpetua virginidad, no es menos cierto que hubo entre ellos un verdadero matrimonio. En efecto, se dice en las santas Escritura, que José era el esposo de María, de quién nación Jesucristo; luego es evidente que por estas palabras ha querido revelarnos el Espíritu Santo, y en efecto nos revela, que hubo un perfecto casamiento entre José y María. Todos los teólogos, dice Suarez, expresan que esta verdad es de fe y la Iglesia la enseña como tal, lo mismo que todos los doctores (1). Luego debemos creer y podemos decir con toda certidumbre, que la unión de José y María ha sido un verdadero matrimonio, y por consiguiente que estos dos esposos se pertenecían mutuamente el uno al otro. Sin embargo, digamos que este matrimonio ha sido virginal en la promesa, virginal en el amor, virginal en la paternidad.


Aquí se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores y gozos del Señor San José.


Nacimiento de San José.

José nacio en Belen,ciudad de Juda, o según otros, en Nazaret, miserable poblaciona de Galilea.  Principe de sangre real, descendiente de la noble casa de David,  era sin embargo pobre y se veía obligado a ganar el pan cotidiano con el oficio de carpintero.  Vivio tranquilamente en esta humilde condición, ayudado en el obrador por el Niño Jesús que hacia de pequeño aprendiz.
Singular principio de un hombre a quien la Providencia predestinaba a tan sublime ministerio ¡  ¡Que contraste y que lección!  Origen ilustre…condición inferior… posición precaria….Y no se ha dicho en ninguna parte que José se haya quejado algúna vez.  Nosotros, por el contrario, descontentos con mucha frecuencia de nuestra suerte, murmuramos sin cesar contra el cielo.  Es  raro, en el mundo, amar su profesión, por poco humilde que sea,  cuando se cree sobre todo tener cualidades que permitirían elevarse a mayor altura.  Conformemonos con la parte que el buen Dios nos ha destinado en este valle de lagrimas;  es la parte providencial; nuestra vocación debe conformarse con ella.
Practica.-  Tomemos con empeño el tener tierna devoción a San José. Repitamos a menudo este bendito nombre.  Señalemos cada dia del mes con un esfuerzo sobre nsotros mismos o con un pequeño sacrificio, lo que será muestra de amor y de reconocimiento a José , hijo de David, esposo de la Virgen María y padre adoptivo de Jesús.


M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea.

Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)



ORACIONES

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.


Súplica a San José

José dulcísimo y Padre amantísimo de mi corazón, a ti te elijo como mi protector en vida y en muerte; y consagro a tu culto este día, en recompensa y satisfacción de los muchos que vanamente he dado al mundo, y a sus vanísimas vanidades. Yo te suplico con todo mi corazón que por tus siete dolores y goces me alcances de tu adoptivo Hijo Jesús y de tu verdadera esposa, María Santísima, la gracia de emplearlos a mucha honra y gloria suya, y en bien y provecho de mi alma. Alcánzame vivas luces para conocer la gravedad de mis culpas, lágrimas de contrición para llorarlas y detestarlas, propósitos firmes para no cometerlas más, fortaleza para resistir a las tentaciones, perseverancia para seguir el camino de la virtud; particularmente lo que te pido en esta oración (hágase aquí la petición) y una cristiana disposición para morir bien. Esto es, Santo mío, lo que te suplico; y esto es lo que mediante tu poderosa intercesión, espero alcanzar de mi Dios y Señor, a quien deseo amar y servir, como tú lo amaste y serviste siempre, por siempre, y por una eternidad. Amén.


Oración para todos los días

¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valimiento, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas. Vuestra altísima dignidad de Padre putativo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo. Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcánzame la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.


Jaculatoria. 

Bondadoso San José, Esposo de María, protegednos; defended a la Iglesia y al Sumo Pontífice y amparad a mis parientes, amigos y bienhechores.


La verdadera devoción a San José consiste esencialmente en la confianza ilimitada en la intercesión de este Santo Varón, en la imitación de sus virtudes y en el amor filial que se le profese. Ser su devoto quiere decir tratar de amar al Padre Celestial como él lo hizo; y poner la vida, los bienes y todos los actos del día bajo su paternal patrocinio.
Los que quieran ser fieles devotos del Padre Protector de la Iglesia, y verdaderos servidores de su culto, deben consagrarse a él como sus esclavos. Pero como se ama lo que se conoce, es fundamental para esta alianza admirarse con su vida a través del Catecismo de San José, incluido en esta preparación.
La esclavitud del santo exige una fórmula que será publicada el día 31 de marzo, y que indica la dedicación de la vida entera al servicio de su piedad. Significa alabar al benditísimo Patriarca desde que aparece la primera luz del día hasta que se va al lecho, para lo cual, también el último día de este mes, entregaremos una pequeño Devocionario Josefino con las oraciones del cristiano al amparo de San José.
Quienes deseen manifestarse como verdaderos devotos del Castísimo Esposo de Nuestra Santa Madre, deben luchar por ser almas de oración que frecuenten los sacramentos, amantes del silencio, la pureza, modestia y humildad, tener una encendida caridad y una vida que se realice en la laboriosidad y el ocultamiento. Y para alcanzar tan altas aspiraciones, es que a él recurriremos diciendo cada día en el Acordaos: “que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo”.