PREPARACIÓN PARA CONSAGRARSE COMO ESCLAVO
DE CONFIANZA AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ
San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima; la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y María. Amén.
Oración de San Juan XXIII
¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre.
Amén.
DÍA 5
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.
CATECISMO DE SAN JOSÉ
6. ¿Donde y en qué año vino san José al mundo?
En la parte montañesa de la Galilea, que en otro tiempo habitaba la tribu de Zabulón, existe una aldea pequeña y humilde, situada sobre una colina bastante alta, conocida con el nombre de Nazaret; aquí fue donde nació san José, en el primer ario del reinado de César Augusto, según varios autores, cuya opinión es bien fundada; convienen en efecto, que este Santo tenía cerca de cuarenta años cuando se casó con la divina María; además el Martirologio romano expresa que Jesús nació a los cuarenta y dos años del reinado de Augusto. Si san José, siendo dé Nazaret, patria también de la santísima Virgen, y no de Belen, como dicen algunos escritores modernos, fue, en virtud del edicto de César Augusto, a Belén, con María su esposa, para hacerse inscribir en los registros públicos, era porque los dos esposos descendían de la raza de David, y esta ilustre familia era oriunda de Belén.
7. ¿Qué juicio formaremos del fenómeno maravilloso que apareció en el cielo el año del nacimiento de José?
Se ha dicho antes que San José nació el año del advenimiento al trono de César Augusto. Además, si hemos de creer a Plinio, Séneca y Suetonio, fue señalado este año por un fenómeno maravilloso que apareció en el cielo que estos historiadores atribuyeron a su emperador, pero que, no obstante, conviene mucho más a san José. El sol una mañana apareció coronado de estrellas, dispuestas en forma de espigas de trigo y rodeadas de un arca iris. ¿Era efecto natural o sobrenatural? No podemos decidir respecto de tal suceso; pero lo que se puede afirmar es, en uno y otro caso, que tal fenómeno debe más bien aplicarse a San José. En efecto, si fue un suceso natural, no impide ver en él un pronóstico, porque la Providencia nada hace de extraordinario sin tener superiores designios además; además, es de presumir; que este signo anunciase más bien el nacimiento de José que la elevación de Augusto, pues era mayor la importancia de este nacimiento que la venida de aquel emperador. ¿Era al contrario un suceso sobrenatural? Su aplicación, entonces, lleva más certidumbre, porque san José fue efectivamente para el mundo moral como el arco iris, que anunciaba a los hombres que pronto iba a aplacarse la cólera del cielo. Su alma estaba adornada de una corona de virtudes, cuyas estrellas figuraban su fulgor, la misión llevaba por fin, la conservación del que la Iglesia llama «el grano de los escogidos, la delicia de los reyes, el pan que nutre las almas para la vida eterna.»
Aquí se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores y gozos del Señor San José.
M E M O R A R E
Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que habéis sido llamado padre del Redentor, sino escuchadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favorablemente. Así sea.
Trescientos días de indulgencias (una vez por día) aplicables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)
ORACIONES
Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.
Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.
¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!
San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.
Súplica a San José
José dulcísimo y Padre amantísimo de mi corazón, a ti te elijo como mi protector en vida y en muerte; y consagro a tu culto este día, en recompensa y satisfacción de los muchos que vanamente he dado al mundo, y a sus vanísimas vanidades. Yo te suplico con todo mi corazón que por tus siete dolores y goces me alcances de tu adoptivo Hijo Jesús y de tu verdadera esposa, María Santísima, la gracia de emplearlos a mucha honra y gloria suya, y en bien y provecho de mi alma. Alcánzame vivas luces para conocer la gravedad de mis culpas, lágrimas de contrición para llorarlas y detestarlas, propósitos firmes para no cometerlas más, fortaleza para resistir a las tentaciones, perseverancia para seguir el camino de la virtud; particularmente lo que te pido en esta oración (hágase aquí la petición) y una cristiana disposición para morir bien. Esto es, Santo mío, lo que te suplico; y esto es lo que mediante tu poderosa intercesión, espero alcanzar de mi Dios y Señor, a quien deseo amar y servir, como tú lo amaste y serviste siempre, por siempre, y por una eternidad. Amén.
Oración para todos los días
¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valimiento, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas. Vuestra altísima dignidad de Padre putativo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo. Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcánzame la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.
Jaculatoria.
Bondadoso San José, Esposo de María, protegednos; defended a la Iglesia y al Sumo Pontífice y amparad a mis parientes, amigos y bienhechores.
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