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El Altísimo Valor de la Consagración a María



La humilde ofrenda del corazón


La consagración a María es el acto por excelencia del culto de hiperdulía por medio del cual un cristiano, ejercitando el sacerdocio común o ministerial recibidos en el bautismo o en la ordenación, dedica a María a una o varias personas colocándolas de un modo más intenso bajo el ámbito de la mediación mariana. Por medio de este acto entre ellas y María queda establecido un nuevo vínculo religioso que se caracteriza por una pertenencia espiritual que tiende hacia la totalidad y que implica una mayor dispensación al consagrado de los dones divinos distribuidos por María y un empeño mayor por parte de este en cumplir la voluntad de Dios por medio de María.

La consagración la puede hacer aquella persona que tiene autoridad espiritual sobre la persona o el grupo de personas consagradas o las representa. Todo bautizado puede consagrarse a si mismo pues en virtud del sacerdocio común de los fieles puede ofrecerse como ofrenda a Dios y por ese mismo principio puede ofrecerse a María. Los padres pueden consagrar a sus hijos. Los párrocos a sus parroquianos, los obispos a sus diocesanos, el patriarca, el primado o el representante de la conferencia episcopal a su país, el papa a todo el mundo. También los jefes de estado pueden consagrar sus naciones de común acuerdo con la autoridad eclesiástica del país.

Normalmente la Consagración se hace a María directamente. A Ella como Madre de Dios, a su Inmaculado Corazón, a Ella como Reina y Señora de cielos y tierra. En todo caso toda oración a María está últimamente referida a Dios. La consagración puede hacerse a María porque en Ella todo hace relación a Dios, es su Madre y como Inmaculada es pura trasparencia de Dios. Si María no fuera Madre de Dios, nadie se consagraría a Ella. También existe la práctica de hacer la consagración “a Jesús a través de María”, que es una de las fórmulas recomendadas por S. Luis María Grignion de Monfort.

El Papa Pío XII, en un famoso discurso a las Congregaciones Marianas de 21 de Enero de 1945 les explicaba en que consistía la Consagración que el mismo había hecho hace ya tantos años: “La consagración a la Madre de Dios (...) es un don completo de sí, para toda la vida y la eternidad; no es un don puramente formal o de sentimiento, sino efectivo, realizado en la intensidad de la vida cristiana y mariana, en la vida apostólica, en la cual ese don hace del Congregante (del consagrado) el ministro de María y, por así decirlo, sus manos invisibles sobre la tierra, con el espontáneo derramarse de una vida interior sobreabundante, que se extiende a todas las obras externas de la devoción sólida, del culto, de la caridad, del celo”.
No es demasiado entregarse por entero a alguien que no es Dios, si Dios mismo ha situado a esa persona con una preeminencia de totalidad sobre todo lo creado, como Reina y Señora del Universo. Hay que tener en cuenta además que esta entrega total a María ni es obligatoria ni es exclusiva, sino complementaria y auxiliar de la entrega total de nosotros mismos que obligatoriamente debemos hacer a Dios.
 Pero lo particular de la Consagración a María es que, tal como el mismo Evangelio lo revela, quién mejor nos puede auxiliar para ser dóciles al Espíritu Santo, fieles y humildes ante el Padre y con el corazón adherido al Corazón de Jesús.
Los tipos de consagración mariana más conocidos son tres. La consagración filial a María como nuestra Madre, como por ejemplo amaban realizar San Juan Eudes y San Antonio María Claret. La consagración de esclavitud a María como nuestra Reina como por ejemplo hacían las cofradías españolas del siglo XVII o San Luis María Grignion de Monfort. La consagración de vasallaje a María como Nuestra Señora como por ejemplo hacen los caballeros de la Inmaculada de San Maximiliano María Kolbe.
Para hacer bien la consagración personal a María hay un sólo requisito: hay que entregarse a María totalmente, sin reservarse nada. Para asegurar esa totalidad en la entrega conviene prepararse durante algunos días meditando sobre lo que nos disponemos a hacer.
Hay muchas fórmulas recomendadas por el Magisterio, entre ellas el acto de consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María que hizo Pío XII el 31 de Octubre de 1942, que podemos utilizar nombrando explícitamente a Rusia. Además está la oración de consagración que recomendaba Juan Pablo II porque es la que él rezaba cada día: la de San Luis María Grignion de Monfort. El santo recomienda realizarla en un día de fiesta mariana y prepararse durante 33 días para hacerlo.


“Te saludo, pues, ¡oh María inmaculada!, tabernáculo viviente de la divinidad, en donde la Sabiduría eterna, escondida, quiere ser adorada por ángeles y hombres.
Te saludo, ¡oh Reina del Cielo y de la tierra! A tu imperio está sometido cuanto hay debajo de Dios.
Te saludo, ¡oh Refugio seguro de los pecadores!; todos experimentan tu gran misericordia. Atiende mis deseos de alcanzar la divina Sabiduría, y recibe para ello los votos y ofrendas que en mi bajeza te vengo a presentar.


“Yo, N.N., pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en tus manos los votos de mi bautismo; renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y me consagro totalmente a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi Cruz en su seguimiento todos los días de mi vida y a fin de serle más fiel de lo que he sido hasta ahora.
Te escojo hoy, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y Señora; Te entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y hasta el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras.
Dispón de mí y de cuanto me pertenece, sin excepción, según tu voluntad, para la mayor gloria de Dios en el tiempo y la eternidad.
Recibe, ¡oh Virgen benignísima!, esta humilde ofrenda de mi esclavitud; en honor y unión de la sumisión que la Sabiduría eterna ha querido tener para con tu maternidad; en honor del poder que ambos tenéis sobre este gusanillo y miserable pecador, y en acción de gracias por los privilegios con los que la Santísima Trinidad ha querido favorecerte.
Protesto que de hoy en adelante quiero, como verdadero esclavo tuyo, buscar tu honor y obedecerte en todo”.

También esta la Consagración Colectiva a María que es una acto de culto de hiperdulía por medio del cual, reconociendo el papel singular que la Virgen,  tiene en el plan divino de salvación y en el desarrollo de la historia humana. Un sacerdote con autoridad espiritual o alguien con representatividad sobre ese colectivo y en unión con la autoridad eclesiástica ofrece ese colectivo a María invocando sobre él una protección especial y permanente de Nuestra Señora a quien ese colectivo queda especialmente vinculado.

La Consagración a María produce importantes cambios en la vida de los consagrados. Hay un nuevo vínculo religioso establecido entre María y ellos. Vínculo que tiene como modelo el de la Virgen Santísima y el mismo Jesús. La Virgen santísima nos edifica, auxilia y conduce, con su súplica y sagrada Maternidad en nuestra vida interior, en la relación con la Santísima Trinidad.

Por eso los beneficios que se reciben al repetir y meditar periódicamente los ejercicios, repetición y meditación de los 33 días de Preparación.

Muchas veces la ponderación y provecho espiritual de la Consagración es una gracia que concede el Señor en la perseverancia posterior a la misma, en el tiempo en que el consagrado busca profundizar sus fundamentos y alcances.

Si ya se cuenta con la  gracia de Dios, por lo propio de la vida cristiana, cuanto más por lo que la consagración a la Virgen le otorga,  ayudando a  mejorar su relación con Dios y con el prójimo, ya que es renovación de las promesas bautismales, otorgando, paulatinamente, y según la reiteración  y profundización del contenido de la Consagración,  una perspectiva y modo de conducirse completamente distinto  al que tiene el resto de los seres humanos.

Durante la celebración del mismo Concilio Pablo VI encomendó al Corazón Inmaculado de María todo el género humano el 21 de Noviembre de 1964 al concluir solemnemente la Tercera Sesión Conciliar. Posteriormente la práctica de la consagración se ha multiplicado hasta tal punto que puede decirse que el período postconciliar es el momento en el que más consagraciones a la Virgen se han hecho en la historia de la Iglesia. Juan Pablo II ha realizado decenas de actos solemnes de consagración. En 2013 han sidos consagrados a la Virgen por sus Patriarcas u Obispos Irlanda, Filipinas, Siria y el Líbano.



Benedicto XVI y Papa Francisco han realizado también consagraciones. La más importante realizada por Benedicto XVI fue la Consagración de los sacerdotes al Inmaculado Corazón de María en Fátima. Papa Francisco ha realizado una consagración memorable ante la Virgen de la Aparecida en Brasil.

María es Reina de los corazones



Si honrar a María Santísima es necesario a todos los hombres para alcanzar su salvación, lo es mucho más a los que son llamados a una perfección particular. 

Creo personalmente que nadie puede llegar a una íntima unión con el Señor y a una fidelidad perfecta al Espíritu Santo, sin una unión muy estrecha con la Santísima Virgen y una verdadera dependencia de su socorro.
María ha recibido de Dios un gran dominio sobre las almas de los elegidos. Efectivamente, no podría fijar en ellos su morada, como el Padre le ha ordenado, ni formarlos, alimentarlos, darlos a luz para la eternidad, como madre suya, poseerlos como propiedad personal, formarlos en Jesucristo y a Jesucristo en ellos, echar en sus corazones las raíces de sus virtudes y ser la compañera indisoluble del Espíritu Santo para todas las obras de la gracia... No puede, repito, realizar todo esto, si no tiene derecho ni dominio sobre sus almas por gracia singular del Altísimo, que, habiéndole dado poder sobre su Hijo único y natural, se lo ha comunicado también sobre sus hijos adoptivos, no sólo en cuanto al cuerpo, lo que sería poca cosa, sino también en cuanto al alma.
María es la Reina del cielo y de la tierra, por gracia, como Cristo es su Rey por naturaleza y por conquista. Ahora bien, así como el reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazón o interior del hombre, según estas palabras: El reino de Dios está en medio de ustedes (Lc. 17, 21), del mismo modo, el reino de la Virgen María está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma. Ella es glorificada sobre todo en las almas juntamente con su Hijo más que en todas las criaturas visibles, de modo que podemos llamarla con los santos: Reina de los corazones.


María es necesaria a los hombres

a) Para la salvación

En segundo lugar, dado que la Santísima Virgen fue necesaria a Dios, con necesidad llamada hipotética, es decir, proveniente de la voluntad divina, debemos concluir que es mucho más necesaria a los hombres para alcanzar la salvación. La devoción a la Santísima Virgen no debe, pues, confundirse con las devociones a los demás santos, como si no fuese más necesaria que ella y sólo de supererogación.
...San Cirilo de Jerusalén, san Germán de Constantinopla, san Juan Damasceno, san Anselmo, san Bernardo, san Bernardino, santo Tomás y san Buenaventura, que la devoción a la Santísima Virgen es necesaria para la salvación y que, así como es señal infalible de reprobación, según lo han reconocido el mismo Ecolampadio y otros herejes, el no tener estima y amor a la Santísima Virgen, del mismo modo es signo infalible de predestinación el entregarse a Ella y serle entera y verdaderamente devoto.
Las palabras y figuras del Antiguo y Nuevo Testamento lo demuestran. El sentir y ejemplo de los santos lo confirman. La razón y la experiencia lo enseñan y demuestran. El demonio mismo y sus secuaces, impelidos por la fuerza de la verdad. se han visto obligados a confesarlo muchas veces, a pesar suyo.
De todos los pasajes de los Santos Padres y Doctores, de los cuales he elaborado una extensa colección para probar esta verdad, presento solamente uno para no ser extenso: Ser devoto tuyo, oh María, dice san Juan Damasceno, es un arma de salvación que Dios ofrece a los que quiere salvar.

Podría referir aquí varias historias que comprueban esto. Entre otras:
1) La que se cuenta en las crónicas de san Francisco: cuando vio en éxtasis una larga escalera que llegaba hasta el cielo y en cuya cima estaba la Santísima Virgen. Se le indicó que para llegar al cielo era necesario subir por dicha escalera.
2) La que se refiere en las crónicas de santo Domingo. Cerca de Carcasona, donde el santo predicaba el Rosario, quince mil demonios que se habían apoderado de un desgraciado hereje se vieron forzados a confesar, con gran confusión suya, por mandato de la Santísima Virgen, muchas, grandes y consoladoras verdades referentes a la devoción a María, con tal fuerza y claridad que, por poco devoto que seas de la Santísima Virgen, no podrás leer esta auténtica historia y el panegírico que el demonio, a pesar suyo, hizo de esta devoción, sin derramar lágrimas de alegría.

b) Para una perfección particular

Si honrar a María Santísima es necesario a todos los hombres para alcanzar su salvación, lo es mucho más a los que son llamados a una perfección particular. Creo personalmente que nadie puede llegar a una íntima unión con el Señor y a una fidelidad perfecta al Espíritu Santo, sin una unión muy estrecha con la Santísima Virgen y una verdadera dependencia de su socorro.
Sólo María halló gracia delante de Dios (Lc. 1, 30), sin auxilio de ninguna criatura. Sólo por Ella han hallado gracia ante Dios cuantos después de Ella la han hallado y sólo por Ella la encontrarán cuantos la hallarán en el futuro.
Ya estaba llena de gracia cuando la saludó el arcángel san Gabriel.
María quedó sobreabundantemente llena de gracia, cuando el Espíritu Santo la cubrió con su sombra inefable. Y siguió creciendo de día en día y de momento en momento en esta doble plenitud de tal manera que llegó a un grado inmenso e incomprensible de gracia.
Por ello, el Altísimo le ha constituido tesorera única de sus tesoros y única dispensadora de sus gracias para que embellezca, levante y enriquezca a quien Ella quiera; haga transitar por la estrecha senda del cielo a quien Ella quiera; introduzca, a pesar de todos los obstáculos, por la angosta senda de la vida a quien Ella quiera; y dé el trono, el cetro y la corona regia a quien Ella quiera.
Jesús es siempre y en todas partes el fruto y el Hijo de María y María es en todas partes el verdadero árbol que lleva el fruto de vida y la verdadera Madre que lo produce.
Sólo a María ha entregado Dios las llaves que dan entrada a la intimidad del amor divino (cfr. Cant. 1, 3) y el poder de dar entrada a los demás por los caminos más sublimes y secretos de la perfección.
Sólo María permite la entrada en el paraíso terrestre a los pobres hijos de la Eva infiel para pasearse allí agradablemente con Dios, esconderse de sus enemigos con seguridad, alimentarse deliciosamente, sin temer ya a la muerte, del fruto de los árboles de la vida y de la ciencia del bien y del mal, y beber a boca llena las aguas celestiales de la hermosa fuente que allí mana en abundancia. Mejor dicho, siendo Ella misma este paraíso terrestre o esta tierra virgen y bendita de la que fueron arrojados Adán y Eva pecadores, permite entrar solamente a aquellos a quienes le place para hacerlos llegar a la santidad.
De siglo en siglo, pero de modo especial hacia el fin del mundo, todos los ricos del pueblo suplicarán tu rostro (cfr. Sal. 45, 13). San Bernardo comenta así estas palabras del Espíritu Santo: los mayores santos, las personas más ricas en gracia y virtud son los más asiduos en rogar a la Santísima Virgen y contemplarla siempre como el modelo perfecto a imita y la ayuda eficaz que les debe socorrer.
He dicho que esto acontecerá especialmente hacia el fin del mundo, y muy pronto, porque el Altísimo y su Santísima Madre han de formar grandes santos que superarán en santidad a la mayoría de los otros santos cuanto los cedros del Líbano exceden a los arbustos. Así fue revelado a un alma santa, cuya vida escribió de Renty.
Estos grandes santos, llenos de gracia y dinamismo, serán escogidos por Dios para oponerse a sus enemigos, que bramarán por todas partes. Tendrán una excepcional devoción de la Santísima Virgen, quien les esclarecerá con su luz, les alimentará con su leche, les sostendrá con su brazo y les protegerá, de suerte que combatirán con una mano y construirán con la otra. Con una mano combatirán, derribarán, aplastarán a los herejes con sus herejías, a los cismáticos con sus cismas, a los idólatras con sus idolatrías y a los pecadores con sus impiedades. Con la otra edificarán el templo del verdadero Salomón y la mística ciudad de Dios, es decir, la Santísima Virgen, llamada precisamente por los Padres, Templo de Salomón y Ciudad de Dios.
Con sus palabras y ejemplos atraerán a todos a la verdadera devoción a María. Esto les granjeará muchos enemigos, pero también muchas victorias y gloria para Dios solo. Así lo reveló Dios a Vicente Ferrer, gran apóstol de su siglo, como lo consignó claramente en uno de sus escritos.
Es lo que parece haber predicho el Espíritu Santo con las palabras del salmista:

“...Y sepan que Dios domina en Jacob,
hasta los confines de la tierra.
Regresan a la tarde,
aúllan como perros,
rondan por la ciudad
en busca de comida... (Sal. 59, 14-16).
Esta ciudad a la que acudirán los hombres al fin del mundo para convertirse y saciar su hambre de justicia es la Santísima Virgen a quien el Espíritu Santo llama morada y ciudadela de Dios (cfr. Sal. 87, 3).”



(Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María,  San Luis María Grignion de Montfort)

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Segunda Semana: Conocimiento de María




Introducción

Oraciones

Día 19 Conocimiento de María

Día 20 Conocimiento de María

Día 21 Conocimiento de María

Día 22 Conocimiento de María

Día 23 Conocimiento de María

Día 24 Conocimiento de María


Primera Semana: conocimiento de “uno mismo”






Introducción

Día 13 primera Semana

Día 14 primera Semana

Día 15 primera Semana

Día 16 primera Semana

Día 17 primera Semana

Día 18 primera Semana

La Total Consagración. Textos y metodología



La Total Consagración a la SantísimaVirgen también llamada “Santa Esclavitud de amor” o simplemente “esclavitud mariana” es una espiritualidad que remonta a los primeros siglos de la Iglesia. 

Esta espiritualidad consiste en una total consagración a la Virgen, con la entrega de todo lo que somos y tenemos para que a través de ella podamos pertenecer más perfectamente a Dios. La finalidad de esta total entrega es la de unirnos a Jesucristo y hacer crecer en su gracia. Nos entregamos totalmente a María para que ella nos enseñe a cumplir en nuestras vidas la santísima voluntad de Dios. Por la Total Consagración, renovamos nuestras promesas bautismales, y recuperamos la conciencia de nuestro estado de pertenencia a Dios. Todo eso a través de María, como Jesús quiere, para que Ella nos enseñe a ser fieles a nuestra adhesión a Cristo bien como de la renuncia de todo mal.

El primer paso es leer y profundizar la doctrina del Tratado de la Verdadera devoción a la Santísima Virgen María de San Luis María Grignion de Montfort (el libro se puede descargar o adquirir por medio nuestro, pero si tiene dificultades de tiempo publicaremos Manuales y Fichas) y posteriormente escoger una fecha para hacer su consagración, (de preferencia una fecha mariana), y empezar los ejercicios preparatorios que duran un mes. El libro: «Mes de Preparación para la Total Consagración» con las meditaciones para cada día que nos ayudan en este tiempo de preparación.

¿Hay que meterse en algún grupo para hacer la consagración?
No necesariamente.
La consagración es algo individual, totalmente intimo entre uno mismo y Dios. A final es una llamada de la Virgen a la cual respondemos generosamente. Pero es verdad que hacerla en grupo es muy positivo, porque existe una preparación, unas charlas que te ayudan a comprender mejor todo lo que has leído en el Tratado, Manual, y unos retiros para que puedas asimilarlo todo en su vida cotidiana. Luego hay ceremonia de consagración en la cual uno también da testimonio de lo que esta haciendo. Conozco muchas personas que ya habían hecho la consagración individualmente, y luego al enterarse de grupos de preparación han querido participar de las charlas y renovar la consagración de manera mas consciente, y afirman ser muy provechoso.


** Preparación seria:
-12 días para vaciarse del espíritu del mundo -1° semana: conocimiento de si mismo -2° semana: conocimiento de María -3° semana: conocimiento de Cristo.
** ¿En qué consiste, en la práctica, esta preparación?: HACER UN MINIMO DE 20 MINUTOS DIARIOS BASADOS EN HABLAR DIRECTAMENTE CON DIOS, AYUDADOS POR EL ESQUEMA QUE SE DETALLA PARA CADA DIA. 

No hay que hacer más oraciones ni practicas, si se quiere se puede rezar algo mas pero eso no es exigido ni necesario.


Hay apoyo de audio y video para cuando estés entre otras actividades pero te recomendamos la lectura a modo de meditación, dentro de lo posible. Recuerda que en todas las dificultades Nuestra Madre siempre te ayudará y auxiliará con la gracia de Nuestro Señor en lo que no puedas. 

En cada día te ofrecemos una meditación simple, en las que hay un texto para leer y reflexionar y unas preguntas para examinarse y una meditación extendida, en las que hay una composición de lugar (Valerse de la imaginación y la memoria para representar internamente la escena que se propone para meditar), la petición de gracia (es la luz, fruto y don que se le pide las Señor en esa meditación) y los puntos para reflexionar y considerar. Al final es muy importante el Coloquio, ya que es la conversación agradecida con el Señor y Nuestra Señora por su presencia y gracias durante la meditación (Si se puede hacer con reverencia ante una imagen, estampa o de rodillas ante el Sagrario).



La Verdadera Devoción a María



(Del Tratado de la Verdadera Devoción  de San Luis María Grignion de Montfort)

Por disposición divina: Dios Padre a pesar de haberle comunicado su poder, consintió en que no hiciera ningún milagro al menos portentoso durante su vida.

Dios Hijo a pesar de haberle comunicado su sabiduría consintió en que Ella casi no hablara. Dios Espíritu Santo a pesar de ser Ella su fiel Esposa consintió en que los Apóstoles y Evangelistas hablaran de Ella muy poco y sólo cuanto era necesario para dar a conocer a Jesucristo.

Por medio de la Santísima Virgen vino Jesucristo al mundo y por medio de Ella debe también reinar en el mundo.

Por  causa de su humildad:  La vida de María fue oculta. Por ello, el Espíritu Santo y la Iglesia la llaman alma mater. Madre oculta y escondida. Su humildad fue tan grande que no hubo para Ella anhelo más firme y constante que el de ocultarse a sí misma y a todas las creaturas, para ser conocida solamente de Dios.

Ella pidió pobreza y humildad. Y Dios, escuchándola, tuvo a bien ocultarla en su concepción, nacimiento, vida, misterios, resurrección y asunción, a casi todos los hombres. Sus propios padres no la conocían. Y los ángeles se preguntaban con frecuencia uno a otros ¿Quién es ésta?. Porque el Altísimo se la ocultaba. O, si algo les manifestaba de Ella, era infinitamente más lo que les encubría.

Por disposición divina: Dios Padre a pesar de haberle comunicado su poder, consintió en que no hiciera ningún milagro al menos portentoso durante su vida. Dios Hijo a pesar de haberle comunicado su sabiduría consintió en que Ella casi no hablara. Dios Espíritu Santo a pesar de ser Ella su fiel Esposa consintió en que los Apóstoles y Evangelistas hablaran de Ella muy poco y sólo cuanto era necesario para dar a conocer a Jesucristo.

Por su grandeza excepcional:  María es la excelente obra maestra del Altísimo. Él se ha reservado a sí mismo el conocimiento y posesión de Ella. María es la Madre admirable del Hijo. Quien tuvo a bien humillarla y ocultarla durante su vida, para fomentar su humildad, llamándola mujer, como si se tratara de una extraña, aunque en su corazón la apreciaba y amaba más que a todos los ángeles y hombres.
María es la fuente sellada, en la que sólo puede entrar el Espíritu Santo, cuya Esposa fiel es Ella. María es el santuario y tabernáculo de la Santísima Trinidad, donde Dios mora más magnífica y maravillosamente que en ningún otro lugar del universo sin exceptuar los querubines y serafines: a ninguna creatura, por pura que sea, se le permite entrar allí sin privilegio especial.

El fin último de toda devoción debe ser Jesucristo, Salvador del mundo, verdadero Dios y verdadero hombre  Porque El es

el único Maestro que debe enseñarnos,
el único Señor de quien debemos depender,
la única Cabeza a la que debemos estar unidos,
el único Modelo a quien debemos conformarnos,
el único Médico que debe curarnos,
el único Pastor que debe apacentarnos,
el único Camino que debe conducirnos,
la única Verdad que debemos creer,
la única Vida que debe vivificarnos y
el único Todo que en todo debe bastarnos.

"No se ha dado a los hombres sobre la tierra otro Nombre por el cual podamos ser salvados", sino el de Jesús.
Por eso una verdadera  devoción a la Santísima Virgen logra establecer más perfectamente la de Jesucristo y ofrecer un medio fácil y seguro para encontrar al Señor.  Por Ella vino Jesucristo a nosotros y por ella debemos nosotros ir a El.
Si nos cuesta, por nuestra incapacidad, ir directamente a Jesucristo-Dios, a causa de su infinita grandeza y de nuestra pequeñez o pecados, imploremos con filial osadía la ayuda e intercesión de María, nuestra Madre.

Es muy difícil, dada nuestra pequeñez y fragilidad, conservar las gracias y tesoros de Dios, porque:
- llevamos este tesoro, más valioso que el cielo y la tierra, en vasos de barro, en un cuerpo corruptible, en un alma débil e inconstante que por nada se turba y abate. Los demonios, ladrones muy astutos, quieren sorprendernos de improviso para robarnos. Espían día y noche el momento favorable para ello. Nos rodean incesantemente para devorarnos y arrebatarnos en un momento por un solo pecado todas las gracias y méritos logrados en muchos años. Su malicia, su pericia, su astucia y número deben hacernos temer infinitamente esta desgracia. Ya que personas más llenas de gracias, más ricas en virtudes, más experimentadas y elevadas en santidad que nosotros, han sido sorprendidas, robadas y saqueadas lastimosamente.

Y, ¿cuál es la causa? ....No fue la falta de gracia. Que Dios a nadie la niega. Sino ¡falta de humildad!
Se creyeron más fuertes y poderosos de lo que eran. Se consideraron capaces de conservar sus tesoros. Se fiaron de sí mismos y se apoyaron en sus propias fuerzas. Creyeron bastante segura su casa y suficientemente fuertes sus cofres para guardar el precioso tesoro y, por este apoyo imperceptible en sí mismo aunque les parecía que se apoyaban solamente en la gracia de Dios el Señor, que es la justicia misma, permitió que fueran saqueados abandonados a sí mismos.

Es difícil perseverar en gracia, a causa de la espantosa corrupción del mundo. Corrupción tal que se hace prácticamente imposible que los corazones no se manchen, si no con su lodo. Solo la Virgen fiel, contra quien nada pudo la serpiente, hace este milagro a favor de aquellos que la sirven mejor que pueden, por una verdadera devoción aun  en medio de esta atmósfera viciada, caminar y avanzar paso a paso sin contagiarse.


-La falsa devoción:

Hoy más que nunca, nos encontramos con falsas devociones que fácilmente podrían tomarse por verdaderas. El demonio, como falso acuñador de moneda y ladrón astuto y experimentado, ha engañado y hecho caer ya a muchas almas por medio de falsas devociones a la Santísima Virgen y cada día utiliza su experiencia diabólica para engañar a muchas otras, entreteniéndolas y adormeciéndolas en el pecado, so pretexto de algunas oraciones mal recitadas y de algunas prácticas exteriores inspiradas por él.

Como un falsificador de moneda no falsifica ordinariamente sino el oro y la plata y muy rara vez los otros metales, porque no valen la pena, así el espíritu maligno no falsifica las otras devociones tanto como las de Jesús y María la devoción a la Sagrada. Comunión y la devoción a la Virgen porque son entre las devociones, lo que el oro y la plata entre los metales.

Es, por ello, importantísimo:

1° conocer las falsas devociones para evitarlas y las verdaderas para abrazarlas,
2° conocer cuál es, entre las diferentes formas de devoción verdadera a la Santísima Virgen, la más perfecta, la más agradable María, la más gloriosa para el Señor y la más eficaz para nuestra santificación, a fin de optar por ella.

Hay, a mi parecer, siete clases de falsos devotos y falsas devociones a la Santísima Virgen, a saber:

1° los devotos críticos;
2° los devotos escrupulosos;
3° los devotos exteriores;
4° los devotos presuntuosos;
5° los devotos inconstantes;
6° los devotos hipócritas;
7° los devotos interesados.


a. Los devotos críticos: Los devotos críticos son, por lo común, sabios orgullosos, engreídos y pagados de sí mismos, que en el fondo tienen alguna devoción a la Santísima Virgen, pero critican casi todas las formas de piedad con las que las gentes sencillas honran ingenua y santamente a esta buena Madre, sólo porque no se acomodan a sus fantasías. Ponen en duda todos los milagros e historias referidas por autores fidedignos o extraídas de las crónicas de las Ordenes religiosas, que atestiguan la misericordia y poder de la Santísima Virgen. Se irritan al ver a las gentes sencillas y humildes arrodilladas para rogar a Dios ante un altar o imagen de María o en la esquina de una calle... Llegan hasta a acusarlas de idolatría, como si adorarán la madera o la piedra. En cuanto a ellos así dicen no gustan de tales devociones exteriores ¡ni son tan cándidos para creer a tantos cuentos e historietas como corren acerca de la Santísima Virgen! Si se les recuerdan las admirables alabanzas que los Santos Padres tributan a María, responden que hablaban como oradores, en forma hiperbólica, o dan una falsa explicación de sus palabras. Esta clase de falsos devotos y gente orgullosa y mundana es mucho de temer: hace un daño incalculable a la devoción a la Santísima Virgen, alejado de Ella definitivamente a los pueblos so pretexto de desterrar abusos.

b. Los devotos escrupulosos:  Los devotos escrupulosos son personas que temen deshonrar al Hijo al honrar a la Madre, rebajar al Uno al honrar a la Otra. No pueden tolerar que se tributen a la Santísima Virgen las justísimas alabanzas que le prodigaron los Santos Padres. Toleran penosamente que haya más personas arrodilladas ante un altar de María que delante del Santísimo Sacramento, ¡como si esto fuera contrario a aquello o si los que oran a la Santísima Virgen, no orasen a Jesucristo por medio de Ella! No quieren que se hable con tanta frecuencia de la Madre de Dios ni que los fieles acudan a Ella tantas veces.

Oigamos algunas de sus expresiones más frecuentes: "¿De qué sirven tantos Rosarios? ¿Tantas congregaciones y devociones exteriores a la Santísima Virgen? ¡Cuánta ignorancia hay en tales prácticas! ¡Esto es poner en ridículo nuestra religión! ¡Hábleme más bien de los devotos de Jesucristo! Y, al pronunciar frecuentemente este nombre, lo digo entre paréntesis, no se descubren. Hay que recurrir solamente a Jesucristo. El es nuestro único mediador. Hay que predicar a Jesucristo: ¡esto es lo sólido!"

Y lo que dicen es verdad en cierto sentido. Pero, la aplicación que hacen de ello para combatir la devoción a la Santísima Virgen es muy peligrosa, es un lazo sutil del espíritu maligno, so pretexto de un bien mayor. Porque ¡nunca se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a la Santísima Virgen! Efectivamente, si se la honra, es para honrar más perfectamente a Jesucristo y si vamos a Ella, es para encontrar el camino que nos lleve a la meta, que es Jesucristo.

La iglesia, con el Espíritu Santo, bendice primero a la Santísima Virgen y después a Jesucristo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús". Y esto, no porque la Virgen María sea mayor que Jesucristo o igual a El lo cual sería intolerable herejía sino porque para bendecir más perfectamente a Jesucristo hay que bendecir primero a María. Digamos, pues, con todos los verdaderos devotos de la Santísima Virgen y contra sus falsos devotos escrupulosos. "María, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús".

c. Los devotos exteriores: Los devotos exteriores son personas que cifran toda su devoción a María en prácticas externas. Solo gustan de lo exterior de esta devoción, porque carecen de espíritu interior. Rezan muchos Rosarios, pero atropelladamente. Participan en muchas Misas, pero sin atención. Se inscriben en todas las cofradías marianas, pero sin enmendar su vida, sin vencer sus pasiones, ni imitar las virtudes de la Santísima Virgen. Sólo gustan de lo sensible de la devoción, no buscan lo sólido. De suerte que si no experimentan algo sensible en sus prácticas piadosas, creen que no hacen nada, se desalientan y lo abandonan todo o lo hacen por rutina.
El mundo está lleno de esta clase de devotos exteriores. No hay gente que más critique a las personas de oración, que se empeñan en lo interior como lo esencial, aunque sin menospreciar la modestia exterior, que acompaña siempre a la devoción verdadera.

d. Los devotos presuntuosos: Los devotos presuntuosos son pecadores aletargados en sus pasiones o amigos de lo mundano.
Bajo el hermoso nombre de cristianos y devotos de la Santísima Virgen, esconden el orgullo, la avaricia, la lujuria, la embriaguez, el perjurio, la maledicencia o la injusticia, etc.; duermen en sus costumbres perversas, sin hacerse mucha violencia para corregirse, confiados en que son devotos de la Santísima Virgen; se prometen a sí mismos que Dios les perdonará, que no morirán sin confesión ni se condenarán, porque rezan el Rosario, ayunan los sábados, pertenecen a la cofradía del Santo Rosario, a la del escapulario y otras congregaciones, llevan el hábito o la cadenilla de la Santísima Virgen, etc.

Cuando se les dice que su devoción no es sino ilusión diabólica y perniciosa presunción, capaz de llevarlos a la ruina, se resisten a creerlo. Responden que dios es bondad y misericordia; que no nos ha creado para perdición; que no hay hombre que no peque, que basta un buen "¡Señor, pequé!" a la hora de la muerte. Y añaden que son devotos de la Santísima Virgen; que llevan el escapulario, que todos los días rezan puntualmente siete Padrenuestros y Avemarías en su honor y, algunas veces, el Rosario o el Oficio de Nuestra Señora, que ayunan, etc.  Para confirmar sus palabras y cegarse aún más, alegan algunos hechos verdaderos o falsos poco importa que han oído o leído, en los que se asegura que personas muertas en pecado mortal y sin confesión, gracias a que durante su vida hablan rezado algunas oraciones o ejercitado algunas prácticas de devoción en honor de la Virgen resucitaron para confesarse o su alma permaneció milagrosamente en el cuerpo hasta que lograron confesarse o, a la hora de la muerte, obtuvieron del Señor, por la misericordia de María, el perdón y la salvación. ¡Ellos esperan correr la misma suerte!
Nada, en el cristianismo, es tan perjudicial a las gentes como esta presunción diabólica. Porque, ¿Cómo puede alguien decir con verdad que ama y honra a la Santísima Virgen, mientras con sus pecados hiere, traspasa, crucifica y ultraja despiadadamente a Jesucristo, su Hijo? Si María se obligara a salvar por su misericordia a esta clase de personas, ¡Autorizaría el pecado y ayudaría a crucificar a su Hijo! Y esto, ¿quién osaría siquiera pensarlo?
Protesto que abusar así de la devoción a la Santísima Virgen devoción que después de la que se tiene al Señor en el Santísimo Sacramento es la más santa y sólida de todas constituye un horrible sacrilegio, el mayor y menos digno de perdón después de la comunión sacrílega. Confieso que, para ser verdadero devoto de la Santísima Virgen, no es absolutamente necesario que seas tan santo, que llegues a evitar todo pecado aunque esto sería lo más deseable. Pero es preciso, al menos (¡nota bien lo que digo!):

1º mantenerse sinceramente resuelto a evitar, por lo menos, todo pecado mortal, que ultraja tanto a la Madre como al Hijo;
2º violentarse para evitar el pecado;
3º inscribirse en las cofradías, rezar los cinco o quince misterios del Rosario u otras oraciones, ayunar los sábados, etc.

Todas estas buenas obras son maravillosamente útiles para lograr la conversión de los pecadores por endurecidos que estén. Y si tú, lector, fueras uno de ellos, aunque ya tuvieras un pie en el abismo... te las aconsejo, a condición de que las realices con la única intención de alcanzar de Dios por intercesión de la Santísima Virgen la gracia de la contrición y perdón de tus pecados y vencer tus hábitos malos y no para permanecer tranquilamente en estado de pecado, no obstante los remordimientos de la conciencia, el ejemplo de Jesucristo y de los santos y las máximas del Santo Evangelio.

Los devotos inconstantes:  Los devotos inconstantes son los que honran a la Santísima Virgen a intervalos y como a saltos. Ahora fervorosos, ahora tibios... En un momento parecen dispuestos a emprenderlo todo por su servicio, poco después ya no son los mismos. Abrazan de momento todas las devociones a la Santísima Virgen y se inscriben en todas sus cofradías, pero luego no cumplen sus normas con fidelidad. Cambian como la luna. Y María los coloca debajo de sus pies junto a la medialuna, porque son volubles e indignos de ser contados entre los servidores de esta Virgen fiel, que se distinguen por la fidelidad y la constancia. Mas vale no recargarse con tantas oraciones y prácticas devotas y hacer menos pero con amor y fidelidad a pesar del mundo, del demonio y de la carne.

Los devotos hipócritas: Hay todavía otros falsos devotos de la Santísima Virgen: los devotos hipócritas. Encubren sus pecados y costumbres pecaminosas bajo el manto de esta Virgen fiel, a fin de pasar a los ojos de los demás por lo que no son.

Los devotos interesados:  Existen, finalmente, los devotos interesados. Son aquellos que sólo acuden a María para ganar algún pleito, evitar un peligro, curar de una enfermedad o por necesidades semejantes... sin las cuales no se acordarían de Ella.

Unos y otros son falsos devotos, en nada aceptos a Dios ni a su Santísima Madre.

Pongamos, pues, suma atención a fin de no ser del número.

· de los devotos críticos, que no creen en nada pero todo lo critican;

· de los devotos escrupulosos, que temen ser demasiado devotos de la Santísima. Virgen por respeto a Jesucristo;

· de los devotos exteriores, que hacen consistir toda su devoción en prácticas exteriores;

· de los devotos presuntuosos, que bajo el oropel de una falsa devoción a la Santísima Virgen, viven encenagados en el pecado;

· de los devotos inconstantes, que por ligereza cambian sus prácticas de devoción o las abandonan a la menor tentación.

· de los devotos hipócritas, que entran en las cofradías y visten la librea de la Santisima Virgen para hacerse pasar por santos.

· y finalmente de los devotos interesados, que sólo recurren a la Virgen para librarse de males corporales o alcanzar bienes de este mundo.


-La verdadera devoción a la Santísima Virgen es interior. Es decir, procede del espíritu y del corazón, de la estima que se tiene de Ella, de la alta idea que nos hemos formado de sus grandezas y del amor que le tenemos.

Devoción tierna
Es tierna, vale decir, llena de confianza en la Santísima Virgen, como la confianza del niño en su querida madre. Esta devoción hace que recurras a la Santísima Virgen en todas tus necesidades materiales y espirituales con gran sencillez, confianza y ternura e implores la ayuda de tu bondadosa Madre en todo tiempo, lugar y circunstancia:

en las dudas, para que te esclarezca;
en los extravíos, para que te convierta al buen camino;
en las tentaciones, para que te sostenga;
en las debilidades, para que te fortalezca;
en los desalientos; para que te reanime;
en los escrúpulos, para que te libre de ellos;
en las cruces, afanes y contratiempos de la vida, para que te consuele, y finalmente,
en todas las dificultades materiales y espirituales, María en tu recurso ordinario, sin temor de importunar a tu bondadosa Madre ni desagradar a Jesucristo.

Devoción santa.
La verdadera devoción a la Santísima Virgen es santa. Es decir, te lleva a evitar el pecado e imitar las virtudes de la Santísima Virgen y, en particular, su humildad profunda, su fe viva, su obediencia ciega, su oración continua, su mortificación universal, su pureza divina, su caridad ardiente, su paciencia heroica, su dulzura angelical y su sabiduría divina. Estas son las diez principales virtudes de la Santísima Virgen.

Devoción constante
La verdadera devoción a la Santísima Virgen es constante. Te consolida en el bien y hace que no abandones fácilmente las prácticas de devoción. Te anima para que puedas oponerte a lo mundano y sus costumbres y máximas; a lo carnal y sus molestias y pasiones; al diablo y sus tentaciones. De suerte que si eres verdaderamente devoto de María, huirán de ti la veleidad, la melancolía, los escrúpulos y la cobardía. Lo que no quiere decir que no caigas algunas veces ni experimentes algunos cambios en tu devoción sensible. Pero, si caes, te levantarás, tendiendo la mano a tu bondadosa a Madre, si pierdes el gusto y la devoción sensible, no te acongojarás por ello. Porque, el justo y fiel devoto de María vive de la fe de Jesús y de María y no de los sentimientos corporales.

Devoción desinteresada.
La verdadera devoción a la Santísima Virgen es desinteresada. Es decir, te inspirará no buscarte a ti mismo, sino sólo Dios en su Santísima Madre. El verdadero devoto de María no sirve a esta augusta Reina por espíritu tu lucro o interés, ni por su propio bien temporal o eterno, sino únicamente porque Ella merece ser servida y sólo Dios en Ella. Ama a María, pero no por los favores que recibe o espera recibir de Ella, sino porque Ella es amable. Por esto la ama y sirve con la misma fidelidad en los sinsabores y sequedades que en las dulzuras y fervores sensibles. La ama lo mismo en el Calvario que en las bodas de Caná.

¡Ah! ¡Cuán agradable y precioso es delante de Dios y de su Santísima Madre el devoto de María que no se busca a sí mismo en los servicios que le presta! Pero, ¡qué pocos hay así! Para que no sea tan reducido ese número estoy escribiendo lo que durante tantos años enseñado en mis misiones pública y privadamente con no escaso fruto.

Solo la Virgen fiel, contra quien nada pudo la serpiente, hace este milagro a favor de aquellos que la sirven mejor que pueden.