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Por quien la Santísima Trinidad es adorada y glorificada

Homilías de San Cirilo de Alejandría





Por quien la Santísima Trinidad es adorada y glorificada, y la preciosa Cruz se venera y festeja en toda la tierra. 


Dios te salve, María... (Encomio a la Santa Madre de Dios).


Dios te salve, María, Madre de Dios, Virgen Madre, Estrella de la mañana, Vaso virginal. Dios te salve, María, Virgen, Madre y Esclava: Virgen, por gracia de Aquél que de ti nació sin menoscabo de tu virginidad; Madre, por razón de Aquél que llevaste en tus brazos y alimentaste con tu pecho; Esclava, por causa de Aquél que tomó forma de siervo. Entró el Rey en tu ciudad, o por decirlo más claramente, en tu seno; y de nuevo salió como quiso, permaneciendo cerradas tus puertas. Has concebido virginalmente, y divinamente has dado a luz.
Dios te salve, María, Templo en el que Dios es recibido, o más aun, Templo santo, como clama el Profeta David diciendo: santo es tu templo, admirable en la equidad (Sal 64:6).
Dios te salve, María, la joya más preciosa de todo el orbe; Dios te salve, María, casta paloma; Dios te salve, María, lámpara que nunca se apaga, pues de ti ha nacido el Sol de justicia.
Dios te salve, María, lugar de Aquél que en ningún lugar es contenido; en tu seno encerraste al Unigénito Verbo de Dios, y sin semilla y sin arado hiciste germinar una espiga que no se marchita.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien claman los profetas y los pastores cantan a Dios sus alabanzas, repitiendo con los ángeles el himno tremendo: gloria a Dios en lo más alto de los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Lc 2:14).
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien los ángeles forman coro y los arcángeles exultan cantando himnos altísimos.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien los Magos adoran, guiados por una brillante estrella.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien es elegido el ornato de los doce Apóstoles.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien Juan, estando aún en el seno materno, saltó de gozo y adoró a la Luminaria de perenne luz.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien brotó aquella gracia inefable de la que decía el Apóstol: la gracia de Dios, Salvador nuestro, ha iluminado a todos los hombres (Tit 2:11).
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien resplandeció la luz verdadera, Jesucristo Nuestro Señor, que en Evangelio afirma: Yo soy la Luz del mundo (Jn 8:12).
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien brilló la luz sobre los que yacían en la oscuridad y en la sombra de la muerte: el pueblo que se sentaba en las tinieblas ha visto una gran luz (Is 9:2). ¿Y qué luz sino Nuestro Señor Jesucristo, luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo? (Jn 1:29).
Dios te salve. María, Madre de Dios, por quien en el Evangelio se predica: bendito el que viene en el nombre del Señor (Mt 21:9); por quien la Iglesia católica ha sido establecida en ciudades, pueblos y aldeas.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien vino el vencedor de la muerte y exterminador del infierno.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien se ha mostrado el Creador de nuestros primeros padres y Reparador de su caída, el Rey del reino celestial.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien floreció. y resplandeció la hermosura de la resurrección.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien las aguas del río Jordán se convirtieron en Bautismo de santidad.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien Juan y el Jordán son santificados, y es rechazado el diablo.
Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien se salvan los espíritus fieles.
Dios te salve, María, Madre de Dios: por ti las olas del mar, ya aplacadas y sedadas, llevaron con gozo y suavidad a los que son, como nosotros, siervos y ministros.



Madre de Dios (Homilía pronunciada en el Concilio de Efeso).

Dios te salve, María, Madre de Dios, tesoro veneradísimo de todo el orbe, antorcha inextinguible, corona de virginidad, cetro de recta doctrina, templo indestructible, habitación de Aquél que es inabarcable, Virgen y Madre, por quien nos ha sido dado Aquél que es llamado bendito por excelencia, y que ha venido en nombre del Padre.
Salve a ti, que en tu santo y virginal seno has encerrado al Inmenso e Incomprehensible. Por quien la Santísima Trinidad es adorada y glorificada, y la preciosa Cruz se venera y festeja en toda la tierra. Por quien exulta el Cielo, se alegran los ángeles y arcángeles, huyen los demonios. Por quien el tentador fue arrojado del Cielo y la criatura caída es llevada al Paraíso. Por quien todos los hombres, aprisionados por el engaño de los ídolos, llegan al conocimiento de la verdad. Por quien el santo Bautismo es regalado a los creyentes, se obtiene el óleo de la alegría, es fundada la Iglesia en todo el mundo, y las gentes son movidas a penitencia.
¿Y qué más puedo decir? Por quien el Unigénito Hijo de Dios brilló como Luz sobre los que yacían en las tinieblas y sombras de la muerte. Por quien los Profetas preanunciaron las cosas futuras. Por quien los Apóstoles predicaron la salvación a los gentiles. Por quien los muertos resucitan y los reyes reinan, por la Santísima Trinidad.
¿Quién de entre los hombres será capaz de alabar como se merece a María, que es digna de toda alabanza? Es Virgen y Madre, ¡oh cosa maravillosa! Este milagro me llena de estupor. ¿Quién ha oído decir que al constructor de un templo se le prohiba habitar en él? ¿Quién podrá ser tachado de ignominia por el hecho de que tome a su propia Esclava por Madre?
Así, pues, todo el mundo se alegra (...); también nosotros hemos de adorar y respetar la unión del Verbo con la carne, temer y dar culto a la Santa Trinidad, celebrar con nuestros himnos a María, siempre Virgen, templo santo de Dios, y a su Hijo, el Esposo de la Iglesia, Jesucristo Nuestro Señor. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.



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CONSAGRACION TOTAL A MARIA DIA 1°.

 DÍA 1°







Oraciones Preliminares




EVANGELIO: Viendo a la muchedumbre, subió a un monte, y cuando se hubo sentado, se le acercaron los discípulos; y abriendo Él su boca, les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque suyo es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentira digan contra vosotros todo género de mal por mí. Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa, pues así persiguieron a los profetas que hubo antes de vosotros. Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Para nada aprovecha ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse ciudad asentada sobre un monte, ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a cuantos hay en la casa. Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos. No penséis que he venido a eliminar la Ley o a los Profetas; no he venido a eliminarla, sino a darle su cumplimiento. Porque en verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que falte una jota o una tilde de la Ley hasta que todo se cumpla. Si, pues, alguno descuidase uno de esos preceptos menores y enseñare así a los hombres, será tenido por el menor en el reino de los cielos; pero el que practicare y enseñare, éste será tenido por grande en el reino de los cielos. (Mt. 5, 1-19) 






 

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SANCTA MARÍA MATER DEI, Novena día 9



La Asunción de María al Cielo 





Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza el en Santuario, y se produjeron relámpagos, y fragor, y truenos, y temblor de tierra y fuerte granizada. Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del con, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. — Apoc 11:19-12:1


Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!


Reflexión

En sus homilías de Nuestra Santísima Madre, San Francisco de Sales predicaba que María fue perfectamente una con Cristo en el Calvario en la adoración de Jesús al Padre. Ella ofreció amorosamente a Jesús al Padre y ofreció su sufrimiento por sus hijos. El Santo nos dice que María hubiera muerto con Cristo en el Calvario de no haber sido porque su Hijo se lo impidió. Jesús quería que ella se quedara más tiempo con la Iglesia en la tierra después de su ascensión al Cielo y compartiera más tarde la muerte de él por amor.

Cuando llegó el tiempo querido por Dios, María murió de muerte natural, pero esa muerte fue un acto consciente de adoración en el amor. La Madre de Dios ansiaba con todo su ser estar con Jesús en el Reino. Cuando llegó la hora de la muerte, ella se ofreció como se había ofrecido Jesús al Padre al morir. Encomendándose al abrazo de Dios, María, encendida con el Espíritu Santo, transformó su muerte en un acto de amor al Padre: un acto eucarístico de adoración en Cristo, por Cristo y con Cristo.

Preservada de la corrupción de la tumba, María fue elevada de entre los muertos por Cristo y fue llevada, en cuerpo y alma, a la gloria del cielo. En 1950, el Papa Pío XII definió solemnemente que la Asunción de María es parte integral de la Revelación cristiana: Por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.

La dormición de María, es decir, su muerte, resurrección y asunción a la gloria, son una fuente de esperanza para los cristianos que creemos en la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Los Padres del Concilio Vaticano II nos enseñaron: La Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor (Lumen Gentium, 68). Desde su lugar en el Cielo, María intercede con Cristo y a través de Cristo por todas las necesidades de sus hijos en la tierra.


Oración


María, Madre de Dios y nuestra querida Madre, quédate con nosotros en la hora de nuestra muerte. Ayúdanos a comprender que, al morir por nosotros, tu Hijo transformó la muerte en un acto de adoración al Padre, un momento sagrado de pasaje de esta vida a la otra; en el momento que sólo Dios dispone. Fortalecidos por los sacramentos de la Iglesia, ayúdanos a morir como tú, en un acto de amor y ofrecimiento de la propia persona por la salvación de los demás. Madre Santa, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


SANCTA MARÍA MATER DEI, Novena día 8




María y el Misterio de la Pascua 



“Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo2— 1 Cor 15:3-7 



Oración 
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! 



Reflexión 

El sábado es el día de María. Aparentemente, esta costumbre se origina en la sensación que tenían los cristianos de que sólo María creía firmemente en la resurrección de Cristo de entre los muertos después de que el cuerpo de Jesús fuera colocado en la tumba el Sábado santo. Todos los demás discípulos estaban consternados y, con suerte, confundidos por la promesa de Jesús de que resucitaría de entre los muertos. Sólo María permaneció fiel en su fe. Es precisamente esa fe la que la Iglesia honra todos los sábados del año. 
 San Juan Pablo II explicaba en su mensaje durante una Audiencia General que María fue probablemente la primera de los discípulos en ver y abrazar al Señor resucitado: 
“Más aún, es legítimo pensar que verosímilmente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (cf. Mc 16, 1; Mt 28, 1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús? Esta deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la cruz y, por tanto, más firmes en la fe. En efecto, a una de ellas, María Magdalena, el Resucitado le encomienda el mensaje que debía transmitir a los Apóstoles (cf. Jn 20, 17-18). Tal vez, también este dato permite pensar que Jesús se apareció primero a su madre, pues ella fue la más fiel y en la prueba conservó íntegra su fe. 
Por último, el carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su participación particularísima en el misterio de la Resurrección” (21 de mayo de 1997). 
Las Escrituras nos refieren que luego de que Cristo ascendiera a los cielos, María permaneció con los Apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo 
(Hechos 1:14). Ella se encontraba con los Doce en Pentecostés y, con ellos, recibió el Espíritu Santo. Los Doce recibieron el Espíritu para su tarea de predicar el Evangelio y bautizar a la gente de todas las naciones. María recibió el Espíritu Santo para su misión de madre de los discípulos de Cristo. Hasta el fin del mundo, María, Madre de la Iglesia, ayudará a sus hijos a vivir según la fe, a difundir la fe y trabajar incansablemente por la conversión de todos los hombres a Cristo. 
En su obra maestra, el Tratado de la verdadera devoción a María, San Luis de Montfort explica que María, asunta al Cielo, comparte la fe con sus hijos en la tierra: 
La Santísima Virgen te hará partícipe de su fe. La cual fue mayor que la de todos los patriarcas, profetas, apóstoles y todos los demás santos. Ahora que reina en los cielos, no tiene ya esa fe, porque ve claramente todas las cosas en Dios por la luz de la gloria. Sin embargo, con el consentimiento del Señor, no la ha perdido al entrar en la gloria: la conserva para comunicarla a sus fieles en la Iglesia peregrina. Por lo mismo, cuanto más te granjees la benevolencia de esta augusta Princesa y Virgen el, tanto más reciamente se cimentará toda tu vida en la fe verdadera (214). 
Los católicos de hoy en día necesitamos que María nos fortalezca para mantenernos firmes en la lucha para proteger la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural y para preservar la libertad y la educación religiosa Que ella, elegida por Dios para aplastar la cabeza de la serpiente (Gen 3:15), consiga la renovación de la fe y el celo apostólico en nuestra tierra a través de la obra de los católicos entregados al Evangelio. 



Oración 

Señor, concédenos a cuantos servimos bajo el estandarte de María, la plenitud de fe en ti y confianza en Ella, a las que se ha concedido la conquista del mundo. Concédenos una fe viva, que, animada por la caridad, nos habilite para hacer todas nuestras acciones por puro amor a Ti, y a verte y servirte en nuestro prójimo; una fe firme e inconmovible como una roca, por la cual estemos tranquilos y seguros en las cruces, afanes y desengaños de la vida; una fe valerosa, que nos inspire comenzar y llevar a cabo sin vacilación, grandes empresas por tu gloria y por la salvación de las almas; una fe que sea la Columna de Fuego que nos guíe, que hasta el fin nos lleve unidos, que encienda en todas partes el fuego de tu amor, que ilumine a aquellos que están en oscuridad y sombra de muerte, que inflame a los tibios, que resucite a los muertos por el pecado; y que guíe nuestros pasos por el Camino de la Paz, para que, terminada la lucha de la vida, todos los hijos de María se reúnan sin pérdida alguna en el reino de tu amor y gloria. Amén. 

(Adaptación del Tessera de la Legión de María.) 

SANCTA MARIA MATER DEI, Novena día 7




María en el Calvario 


Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y maría Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. — Juan 19:25-27 



Oración 

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! 


Reflexión 

De pie junto a su hijo crucificado, María sufrió en su corazón todo lo que padeció él. Fue enorme el sacrificio que Dios le pidió a María en el Calvario. Le pidió que creyera, a pesar de que no había ninguna razón humana para creer, lo que le había anunciado a través del Ángel Gabriel treinta años antes: Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin (Lucas 1:32-33). 
Dios le pidió a María que consintiera el sacrificio de Cristo ofreciendo a Jesús al Padre en un acto de adoración, y que uniera sus propios sufrimientos a los de Cristo por nuestra salvación. Los Padres del Concilio Vaticano II describieron maravillosamente la obra de María en el Calvario: María cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia (Lumen Gentium, 61). 
Para revelar que, al pie de la cruz, María estaba en pleno parto, dando a luz a la Iglesia, Jesús dijo: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Y al discípulo que amaba, que representa a cada uno de nosotros: Ahí tienes a tu madre. El antiguo autor cristiano Orígenes de Alejandría escribió lo siguiente: “Pues si María, como declaran quienes con solidez argumental la exaltan, no tuvo otro hijo que Jesús, y sin embargo Jesús dice a su madre “Mujer, ahí tienes a tu hijo” y no “Ahí tienes a este otro hijo”, lo que dice Jesús es prácticamente “Ahí tienes a Jesús, a quien diste a luz”. Si es cierto que todo el que es perfecto ya no vive en sí mismo sino que es Cristo quien vive en él, entonces si Cristo vive en él, lo que se le dice a María es “Ahí tienes a tu hijo Cristo” (Orígenes, Comentario al Evangelio de Juan, Libro 1, cap. 6). 
San Juan agrega enseguida que desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Los estudiosos de las Escrituras señalan que el texto podría traducirse literalmente como desde aquella hora el discípulo la acogió como propia. Cristo quiere que todos sus discípulos amados establezcan una relación hijo-madre con su madre, la primera y más perfecta de sus discípulos. El discípulo la recibe en su intimidad y le pide que le enseñe los caminos de Cristo. San Juan Pablo II comprendía la consagración a Jesús a través de María a partir de este versículo de la Escritura: “El discípulo la acogió como propia”. San Luis de Montfort y San Maximiliano Kolbe le habían enseñado la importancia de la consagración total a Jesús a través de María. Estos tres sacerdotes santos también nos ayudarán a nosotros a entregar todo a Jesús por medio de María. 
Es tan importante en estos tiempos de peligro hacer un acto de Consagración total a Jesús a través de la Santísima Virgen. Mediante este acto en el que el cristiano se ofrece a sí mismo, se entrega todo a Cristo por medio de María: el cuerpo, el alma, las posesiones materiales y las ocupaciones, así como todo don espiritual. Por medio de la consagración, el cristiano se hace libremente siervo y esclavo de María para pertenecer completamente a Jesús. A diferencia de la esclavitud del pecado, esta esclavitud elegida libremente es la única atadura que nos da verdadera libertad y paz. Entregando todo a Cristo por medio de María, el cristiano confía en que el Espíritu Santo lo utilizará para aplastar la cabeza de Satanás (Gen 3:15) y preparar el Reino de Jesucristo. 



Oración 

Para mejor comprender la Consagración, recemos la oración escrita por San Maxilimiano Kolbe:
“Oh Inmaculada, reina del cielo y de la tierra, refugio de los pecadores y Madre nuestra amorosísima, a quien Dios confió la economía de la misericordia. Yo, (su nombre), pecador indigno, me postro ante ti, suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y posesión tuya. 
A ti, Oh Madre, ofrezco todas las dificultades de mi alma y mi cuerpo, toda la vida, muerte y eternidad. Dispón también, si lo deseas, de todo mi ser, sin ninguna reserva, para cumplir lo que de ti ha sido dicho: “Ella te aplastará la cabeza” (Gen 3:15), y también: “Tú has derrotado todas las herejías en el mundo”. Haz que en tus manos purísimas y misericordiosas me convierta en instrumento útil para introducir y aumentar tu gloria en tantas almas tibias e indiferentes, y de este modo, aumento en cuanto sea posible el bienaventurado Reino del Sagrado Corazón de Jesús. Donde tú entras, Oh Inmaculada, obtienes la gracia de la conversión y la santificación, ya que toda gracia que fluye del Corazón de Jesús para nosotros nos llega a través de tus manos. 

V. Ayúdame a alabarte, Oh Virgen Santa 

R. y dame fuerza contra tus enemigos. Amén. 














SANCTA MARÍA MATER DEI, Novena día 6

Las bodas de Caná 





Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a 
Jesús su madre: “No tienen vino.”Jesús le responde:“¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.”
Dice su madre a los sirvientes: “Haced lo que él os diga.” Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: 
“Llenad las tinajas de agua.” Y las llenaron hasta arriba. “Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.” Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: “Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.” Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.” — Juan 2:1-11 



Oración 

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! 



Reflexión 

La primera mención explícita de la Madre de Jesús en el Evangelio según San Juan es en una fiesta de bodas. María llegó a la celebración, que duraba una semana, antes que Jesús. Cuando llegó Jesús, María inmediatamente le hizo notar: No tienen vino. Ella quería que todos, particularmente los recién casados y sus familias y amigos, disfrutaran la celebración. Sin duda, María sintió la vergüenza que estaría pasando la joven pareja y tuvo la confianza de acercar su necesidad a Jesús. Él actuó ante la intercesión de María: sí, ésta es una instancia poderosa de la mediación materna de María. Al cambiar el agua en vino, Jesús realizó el primer gran milagro de su ministerio público. 
San Juan relata que Jesús actuó para dar testimonio de su divinidad ante los Apóstoles: Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Antes del milagro, los Apóstoles lo consideraban un rabino, una especie de profesor de la Torá. Al ver el agua convertirse en vino ante sus ojos, los Apóstoles experimentaron la gloria de Jesús como Mesías y Señor y empezaron a creer en él. Por intercesión de María, se salvó la fe de los elegidos como los primeros sacerdotes de la Iglesia. Tan pronto como en ese momento, María comprendió que tenía derecho a acercar cada necesidad humana y espiritual ante la presencia de su Hijo. Tanto en Caná en aquel entonces como ahora en el Cielo, la Madre de Dios desea que su Hijo revele su poder como Mesías y Señor de toda la creación para salvar a los suyos. 
El Catecismo de la Iglesia Católica asocia el primer milagro de Jesús con el Sacramento del Matrimonio: En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo — a petición de su Madre — con ocasión de un banquete de boda (cf Jn 2,1-11). La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo (Catecismo de la Iglesia Católica, 1613). Desde el Cielo, María sigue llevando las necesidades humanas y espirituales de las familias a la órbita del poder mesiánico de Cristo. 


Oración 

María Madre, en Caná te mostraste como la madre de muchos hijos. Comprendiste el dolor que sintieron los pobres y recurriste a tu Hijo para pedirle ayuda. Llena del Espíritu de Dios, quisiste también que los Apóstoles de Jesús compartieran tu fe en él. Comprendiste que la falta de fe es la peor de las pobrezas que puede experimentar una persona. También sabías que sólo Dios puede dar el don de la fe. Al acercar esas necesidades a Jesús en la oración, hubo abundante vino en la pequeña ciudad de Caná y el vino fuerte de la fe inundó los corazones de los Apóstoles. 
María, todos tenemos necesidades, grandes y pequeñas. Todos estamos necesitados de recursos materiales y bienes espirituales. Te rogamos que acerques todas nuestras necesidades a  Jesús. Nunca pides nada que pueda dañar a tus hijos. Jesús nunca te niega nada que le pidas. Reza especialmente por nuestras familias destruidas por la infidelidad de los esposos, la violencia doméstica, las faltas de amor de los padres y el dolor que causa la anticoncepción, la esterilización y el aborto. Ayuda a todos a comprender que el Sacramento del Matrimonio fue instituido por tu Hijo para que marido y mujer, mediante su amor mutuo, encuentren la gracia de Jesús y eduquen a sus hijos para el reino. Reza por todos esos hijos tuyos que sufren la pesada carga contra natura de una atracción a una persona de su mismo sexo. Ayúdalos a descubrir el poder senador de la gracia, la libertad que brinda la castidad y la belleza del plan de Dios. María, pide por nuestras familias, para que vivan en armonía y con amor, como viviste tú con Jesús y José en tu hogar de Nazaret. María, te necesitamos como madre nuestra y madre de todas las familias. Amén. 



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SANCTA MARÍA MATER DEI. Novena día 5


La maternidad divina de María 


“He aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.” — Mateo 2:9-1.



Oración 

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!. 



Reflexión 

El Cardenal James Gibbons, Arzobispo de Baltimore entre 1877 y 1921, explicó a sus fieles, por qué los católicos honran con gozo a María como la Madre de Dios: 
“Cuando llamamos a la Santísima Virgen la Madre de Dios, afirmamos nuestra fe en dos verdades: primero, que su Hijo, Jesucristo, es verdadero hombre, o ella no sería madre. En segundo lugar, que Él es verdadero Dios, o ella no sería la Madre de Dios. En otras palabras, afirmamos que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, la Palabra de Dios, que en su naturaleza divina fue engendrado por el Padre desde toda la eternidad, es consustancial con Él. En la plenitud de los tiempos, fue nuevamente engendrado y nació de la Virgen, asumiendo así, desde el seno de María,  una naturaleza humana de la misma sustancia que la de ella. 
Pero podría argumentarse que la Bienaventurada Virgen no es Madre de la Divinidad. Ella no tuvo ni hubiera podido tener participación en la generación de la Palabra de Dios ya que esa generación es eterna; la maternidad de María se limita a lo temporal. Él es el Creador; ella es Su creatura. Se la podría figurar, si se quiere, como la Madre del hombre Jesús o incluso de la naturaleza humana del Hijo de Dios, pero no como la Madre de Dios. 
A esta objeción responderé mediante una pregunta. ¿Tuvo la madre de cada uno de nosotros alguna participación en la producción de nuestra alma? ¿No es esa parte más noble de nuestro ser la obra de Dios y sólo Dios? Y sin embargo, ¿alguien osaría llamar por un segundo a su madre “la madre de mi cuerpo” en lugar de “mi madre”? 
La comparación nos enseña que los términos padre e hijo, madre e hijo se refieren a las personas y no a las partes o elementos que constituyen a las personas. Nadie se refiere a su madre como “la madre de mi cuerpo” o “la madre de mi alma”; sino, y con toda propiedad, “mi madre”, la madre de este ser que vive y respira, piensa y actúa, único en mi personalidad y sin embargo, una unidad de un alma creada directamente por Dios y un cuerpo material que deriva directamente del vientre materno. De igual manera, tanto cuanto se refleja el sublime misterio de la Encarnación en el orden natural, la Santísima Virgen, cubierta bajo la sombra del Altísimo, al comunicar a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad una verdadera naturaleza humana de la misma sustancia que la suya propia, como hace toda madre, se constituyó verdadera y realmente en Su Madre. 
Es en este sentido que el título de Madre de Dios, negado por Nestorio, le fue reivindicado por el Concilio General de Éfeso en el año 431; en este sentido y en ningún otro es que la Iglesia le ha otorgado ese título. 



Oración 

Dios, Padre nuestro Todopoderoso, al hacerse hombre, tu Hijo reveló la bondad y la santidad de la concepción, el embarazo y el nacimiento humano. 
Con amor tierno de madre, la Virgen María concibió a tu Hijo eterno, lo llevó debajo de su corazón y lo dio a luz. Ninguna intervención tuya en la historia humana ilustra más acabadamente la grandeza y la dignidad de la mujer que la Encarnación. Que María ayude a todos a creer que el hombre que ella dio a luz, Jesucristo, es verdaderamente tu Hijo eterno hecho hombre. Que ayude a todos a apreciar la maravilla de la concepción, el embarazo y el parto. Que todas las mujeres de nuestra sociedad se acojan bajo el abrazo maternal de María. Ayúdalas a comprender que sus hijos son creados por ti en el momento de la concepción y te pertenecen en esta vida y en la otra. Padre, protege a todas las mujeres de los ataques a su fecundidad de madres. Guárdalas de quienes las atacan y violentan su dignidad mediante la promoción de la anticoncepción, la esterilización y el aborto. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 




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SANCTA MARÍA MATER DEI, Novena día 4



La Visitación 



En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: 
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” Y dijo María: “Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador.” — Lucas 1:39-47 




Oración 

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! 



Reflexión

Con el Hijo eterno de Dios en su vientre, María fue con prontitud a visitar a su parienta entrada en años, Isabel, y su esposo, Zacarías. El Ángel Gabriel le había dicho a María que Isabel también estaba embarazada: Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios (Lucas 1:36-37). 
Parecería que San Lucas vio que el relato del Rey David del Antiguo Testamento que narra el traslado del Arca de la Alianza desde Judá hasta Jerusalén – 2 Samuel 6 – se cumplió en el relato de la Visitación. La intención del Evangelista fue presentar a María, que se pone en camino para visitar a su prima Isabel, como la verdadera Arca de la Alianza: el nuevo lugar donde habita Dios en medio de su pueblo. 
Véanse a continuación algunos puntos de comparación: cuando los judíos se presentaban ante el Arca de la Alianza, lanzaban un grito de alegría, una suerte de clamor santo reservado exclusivamente a honrar la presencia de Dios en el Arca. Cuando María entró en la casa de su parienta y la saludó, Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó con gran voz, usando casi las mismas palabras que el Rey David había expresado al tomar conciencia de la importancia de que el Arca fuera a su casa: ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Por último, así como David saltó y giró ante la vieja Arca de la Alianza, Juan el Bautista en el vientre de su madre saltó de gozo ante la presencia de Dios en su nueva Arca de la Alianza, María. 
Este texto revela maravillosamente el significado de la Anunciación y el Fiat de María. Por el asentimiento de fe a la palabra del Ángel que hizo María, el Hijo eterno de Dios bajó del Cielo para habitar en su vientre. El Arca de la Alianza construida por orden de Moisés y Aarón es apenas un prototipo, una prefiguración de María, que es donde verdaderamente habita Dios. Isabel, Zacarías y Juan Bautista todavía en el seno de su madre son bendecidos por Jesús que vive en María. Isabel bendijo al Hijo y a la Madre tres veces: Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno. Y: ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! 



Oración 


Dios Todopoderoso y Eterno, la Virgen María es la nueva Arca de la Alianza. Durante los nueve meses de su embarazo, llevó en su seno virginal a tu Hijo hecho hombre. Desde su Trono Real, Cristo comenzó a traer la salvación a su pueblo. Después de su nacimiento, que, lejos de menoscabar, consagró la integridad virginal de Su madre, continuó habitando en María a través de la gracia y la caridad con intensidad sin igual. Padre, te rogamos que envíes a María a visitar a tu pueblo, llamando a todos a la fe en el Evangelio de la Vida de Cristo y a la conversión de los pecados. Que María ayude a todos a comprender que su concepción de Cristo en Nazaret y su milagroso alumbramiento en Belén, apuntan a la inviolable santidad de toda concepción y nacimiento. Que ayude a las mujeres que se han sometido a un aborto para que encuentren el perdón y la sanación de Dios. Padre, mueve los corazones de quienes defienden el aborto y la anticoncepción y llévalos a Cristo, el Señor de la Vida. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor. Amén. 



SANCTA MARÍA MATER DEI, Novena día 3






La Anunciación


"Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.” 
Lc 1:38




Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!



Reflexión

Los teólogos sostienen que seguramente María sería una adolescente cuando el Ángel Gabriel le transmitió el anuncio de salvación de parte de Dios. Ese día, Dios reveló a María su vocación y el papel que jugaría en la salvación del mundo. Le reveló que él tenía un Hijo que vendría al mundo para salvar a todos los hombres del pecado, la muerte y el dominio de Satanás. Dios le pidió a María, la nueva Eva, que fuera la madre virgen de su Hijo eterno. Su plan dependía del “Sí” de María. Dios quería abrir las compuertas de la misericordia a la humanidad a través del consentimiento de María para ser la Madre virgen de Dios hecho hombre. Dios, que no necesita a nadie para hacer lo que se propone, quiso enviarnos a su Hijo a través del asentimiento de fe de María.
María ofició ante Dios de representante del Pueblo de Israel, y más aún, de todo el género humano. En ese momento, todo dependió de su  Fiat, de su hágase en mí según tu palabra. En el Concilio Vaticano II, la Iglesia enfatizó la idea de la participación activa de María en la redención del mundo. Los Padres conciliares recordaron las palabras de San Ireneo de Lyon, obispo del siglo II.
Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Como dice San Ireneo, “obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano.” Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que “el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su fe;” y comparándola con Eva, llaman a María «Madre de los vivientes,” afirmando aún con mayor frecuencia que “la muerte vino por Eva, la vida por María” (Lumen Gentium, 56).
A través del poder del Altísimo que la cubrió con su sombra, María abrazó a Cristo, primero con su mente por la fe, luego con su corazón por medio de la esperanza y la caridad, y  finalmente con su cuerpo mediante el milagro que sólo Dios podía realizar. Ella consintió con todo su ser su maternidad virginal con la plena conciencia de que su hijo se llamaría Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados (Mateo 1:21). Con su  fiat, María nos dió a Jesús, por lo cual en los planes de Dios, es la humana causa de nuestra salvación. Todo lo bueno en nuestras vidas, lo debemos a María, la Causa de nuestra alegría.



Oración

Dios, Padre Todopoderoso, cuando María se entregó a tu Palabra, concibió a Cristo primero en su mente por la fe, después en su corazón por la esperanza y el amor, y  finalmente en su cuerpo por obra de tu Espíritu Santo. Gracias a su deseo de ser la madre de tu Hijo, María abrió para todos los hombres las compuertas de tu amor misericordioso. Que ella ayude a todos los hombres a vivir en fe, esperanza y caridad, obedeciendo tu voluntad. Que ella nos recuerde siempre que lo que Tú quieres es dar la salvación a nuestros hermanos por medio de nuestra fe y buenas obras. Ayúdanos a aceptar plenamente nuestra responsabilidad en la lucha contra la cultura de la muerte y la promoción de la cultura de la vida en nuestra sociedad. Te lo pedimos por Cristo, Nuestro Señor. Amén.