16_12_20

Meditación sobre el principio del secreto de María




PREPARACIÓN PARA HACER LA CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MARÍA


MEDITACIONES  SEGÚN EL MÉTODO IGNACIANO


DOCE DÍAS

San Luis María Grignion de Montfort nos aconseja que antes de entrar en las tres semanas de ejercicios preparatorios para la consagración empleemos doce días para vaciarnos del espíritu del mundo.
Creemos que serán conformes a su espíritu las meditaciones siguientes, que además de servir para vaciarnos del espíritu del mundo, ayudarán también para entusiasmarnos con la Santa Esclavitud de María.



DÍA 1

Meditación sobre el principio del secreto de María

Composición de lugar. Estoy sentado a los pies de Nuestra Señora, como esclavito, y Ella me hace las reflexiones que siguen.
Petición. Que me resuelva de veras a hacerme santo, por medio de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen.

Punto I. “Lo que de ti quiere Dios, alma, que eres su imagen viva, comprada con la sangre de Jesucristo, es que llegues a ser santa, como Él, en esta vida, y glorificada, como Él, en la otra.”
Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación (1 Tes 43). Santificaos y sed santos, porque yo soy el Señor vuestro Dios..., porque yo, vuestro Dios y Señor, soy santo. (1 Pe 1, 16).
“Tu vocación cierta es adquirir la Santidad divina; y todos tus pensamientos, palabras y obras, tus sufrimientos, los movimientos todos de tu vida, a eso se deben dirigir; no resistas a Dios, dejando de hacer aquello para que te ha criado y hasta ahora te conserva.”
Terrible sería para ti esa resistencia, porque, ¿quién puede luchar con Dios y tener paz? (Job 9, 4). Si Dios quiere que seas santo y tú te empeñas en no alcanzar más alto grado de gracia que el que se requiere para entrar en el cielo, ¿no ves que te expones a que Dios te niegue las gracias eficaces que para esto necesitas; y por apuntar al mismo blanco, y no más arriba, como mal tirador, des más abajo y caigas en el abismo? Bien dijo el que dijo:
“Loco debo ser, pues no soy santo.”
Pues ¿no es locura, además de ingratitud, resistir al Todopoderoso y sapientísimo Juez y despreciar la gracia del bondadosísimo Padre? ¿Qué harías tú mismo con un criado, que aunque sólo fuera en cosas pequeñas resistiera de continuo a tu voluntad?

P. II. Por otra parte, la santidad es tan hermosa, tan útil y tan deleitable, que aunque no nos la exigiera Dios, deberíamos nosotros suspirar siempre por conseguirla. Esta es aquella celestial sabiduría, que tanto se alaba en las divinas Letras; aquella perla preciosa y aquel tesoro escondido, por el cual dijo Cristo Señor nuestro que todas las cosas habíamos de vender: tesoro infinito, que en alto grado nos hace participantes de la amistad del Rey del Cielo, con cuya familiaridad todos los bienes se alcanzan: éste es aquel dichoso reino de Dios en el alma, que es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo. Nada tan excelente y hermoso como un alma santa, que es la imagen de Dios más perfecta que entre el barro de esta tierra se puede formar, el trono y el palacio y el templo donde se asienta a su gusto y de continuo el Señor de las virtudes; la esposa querida y regalada de Cristo. Nadie tan útil a la Iglesia de Dios y a todos los hombres como el varón santo, que tanto puede con sus oraciones y sus méritos. El sabio, el artista, el héroe, el político, nada valen en su comparación. El mundo mismo, que no puede entender a los santos, los admira sólo por los resplandores que su santidad a veces despide, que nada valen en comparación de la luz y del fuego que en su interior se oculta: que “adentro es donde está toda la gloria de la hija del Rey Eterno”.
“¡Qué obra tan admirable! ¡El polvo trocado en luz, la horrura en pureza, el pecado en santidad, la criatura en su Criador y el hombre en Dios!”

P. III. “Obra admirable, repito, pero difícil en sí misma y a la naturaleza por sí sola imposible. Nadie sino Dios con su gracia, y gracia abundante y extraordinaria, puede llevarla a cabo; la creación de todo el universo, no es obra tan grande como ésta.”
Locura sería pretender alcanzar la perfección contando sólo con nuestras fuerzas. Sin Mí –dice Jesucristo- nada podéis hacer. Pero, en cambio, con la gracia lo podemos todo: Todo lo puedo en aquel que me conforta. (Filip 4, 13):
“Y tú, alma, ¿cómo lo conseguirás?”
¿Qué medios vas a escoger para levantarte a la perfección a que Dios te llama?
“Los medios de salvación y santificación son de todos conocidos; señalados están en el Evangelio, explicados por los maestros de la vida espiritual, practicados por los santos. Todo el que quiere salvarse y llegar a ser perfecto necesita humildad de corazón, oración continua, mortificación universal, abandono en la Divina Providencia y conformidad con la voluntad de Dios.”
No te desanimes al oír esos terribles nombres de virtudes tan altas, a las que nunca has podido acercarte. Si tan poco camino has andado hasta ahora para la santidad es porque has ido a pie y sin guía, a ciegas y cansado, saltando de una a otra vereda, sin hallar el atajo verdadero. Pero ¡si pudieras encontrar el camino real, corto y seguro, una buena guía, un tren que sin fatiga alguna te llevara!

P. IV. “Todo se reduce, pues, a hallar un medio fácil, con que consigamos de Dios la gracia necesaria para ser santos, y éste es el que te voy a enseñar.
Digo, pues, que para hallar esta gracia de Dios hay que hallar a María.”
Ella es, como dice San Bernardo, la estrella que guía al puerto del cielo a los que navegamos por el mar de este mundo.
“Siguiéndola, no te descaminas; rogándola no te desesperas; pensando en Ella no te equivocas; teniéndote Ella no caes; protegiéndote Ella no temes; guiándote Ella no te fatigas; siéndote Ella propicia llegas (al puerto deseado)”.


¡Oh hermosa estrella mía! Yo quiero siempre seguirte, que tú me alegras y aseguras con tus suavísimos resplandores. No te me ocultes nunca, Señora, porque entonces me perderé. Más todavía: llévame de la mano como una madre a su pequeñuelo; porque madre mía eres, aunque soy indigno de ser tu esclavo. No te desdeñarás de tomar esta mano tan sucia; porque aunque tan limpia, eres madre de pecadores.