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NOVENA A SANTA MARÍA MADRE DE DIOS








Material elaborado para la Iglesia en Estados Unidos,  pero que es de una riqueza,  actualidad  evidente y oportuna para enfrentar la colonización de las IDEOLOGIAS que intentan imponer en todos nuestros pueblos.



INTRODUCCIÓN



Los católicos recurren instintivamente a la Madre de Dios para pedirle ayuda en tiempos de necesidad. Durante los difíciles años de persecución por parte del Imperio Romano, los cristianos rezaban el Sub Tuum Praesidium. Esta oración sencilla fue escrita en Oriente, aparentemente en Egipto, antes del año 250 D.C., y evoca la confianza de los cristianos en la Santísima Virgen:

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Esta plegaria evidencia la fe de la Iglesia en que Jesucristo es Dios y María es la Madre de Dios y madre de los discípulos de Cristo (Juan 19:25-27). La relación maternal de María con Jesús y con todos los miembros de Su Cuerpo es el cimiento de la confianza de los cristianos en la capacidad de la Madre para ayudar a sus hijos en la tierra que se encuentran en peligro.

Desde la fundación de los Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo,  los  obispos han expresado una gran confianza en la protección materna de María. En el año 1792, por ejemplo, el primer obispo católico del país, Monseñor John Carroll de Baltimore, eligió a la Bienaventurada Madre como Patrona de los Estados Unidos y le encomendó la nueva nación a su cuidado. El 13 de mayo de 1846, los obispos eligieron unánimemente a María, bajo el título de su Inmaculada Concepción, Patrona de esta tierra. Cuando se dedicó el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción de Washington D.C. en 1959, los obispos le encomendaron nuevamente el país. Bien vale leer la oración que redactaron los obispos en ese momento:

“Santísima Trinidad: Padre Nuestro en el Cielo, que elegiste a María como la más preciada de tus hijas; Espíritu Santo, que la elegiste como Tu Esposa; Dios Hijo, que elegiste a María como Tu Madre; unidos a María adoramos tu majestad y reconocemos tu señorío y autoridad supremos

Santísima Trinidad, ponemos a los Estados Unidos de Norteamérica en manos de María Inmaculada para que ella te presente el país. Por medio de ella queremos agradecerte por los muchos recursos de esta tierra y por la libertad que heredamos en ella. Por la intercesión de María, ten piedad de la Iglesia Católica en los Estados Unidos. Concédenos la paz. Ten misericordia de nuestro Presidente y todos los funcionarios de nuestro gobierno. Danos una economía fructífera que surja de la justicia y la caridad. Ten misericordia del capital y la industria y el trabajo. Protege la vida familiar de la nación. Protege el precioso don de numerosas vocaciones religiosas. Por la intercesión de nuestra Madre, ten misericordia de los enfermos, los pobres, los pecadores y quienes son tentados: de todos los necesitados.

María, Virgen Inmaculada, Madre nuestra, Patrona de nuestra Tierra, te veneramos y honramos y nos entregamos a ti. Protégenos de todo mal. Ruega por nosotros, para que actuando siempre según tu voluntad y la Voluntad de tu Divino Hijo, vivamos y muramos agradando a Dios. Amén.”

Con estos mismos sentimientos, los católicos recurrimos hoy, … a la Madre de Dios. Muchos de los valores que dieron forma a nuestro País desde sus comienzos parecen estar en peligro. Nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, y los obispos…, han dado cuenta de la erosión de la libertad religiosa… También hay otras verdades fundamentales en riesgo: el derecho a la vida otorgado por Dios a todo niño por nacer; el valor de la virginidad hasta el matrimonio para nuestros jóvenes y la virtud de la castidad para todos; la mismísima definición del matrimonio como el vínculo indisoluble entre un varón y una mujer abierto a una nueva vida dada por Dios; y la responsabilidad de todos en el cuidado de los discapacitados y los ancianos hasta que el Señor los llame a Su presencia. Si bien hay muchos otros temas en juego, éstos solos ya señalan la necesidad de oración y discernimiento.

María, como nadie, nos ayuda a contemplar con asombro el misterio de la concepción y el nacimiento del ser humano, porque el mismo Dios fue concebido por el poder del Espíritu Santo y se gestó durante nueve meses con un amor indescriptible. María dio a luz al Dios hecho hombre y lo amamantó con su leche. Vemos en María la belleza de la virginidad, y a la misma vez, del amor esponsal y la maternidad; una maternidad que Cristo hizo extensiva a todo el género humano. A lo largo de toda su vida y particularmente cuando permaneció al pie de su Hijo en el Calvario, María cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia (Lumen Gentium, Concilio Vaticano II, 61). Como tal, María es la imagen y el modelo de la Iglesia en cuanto virgen, esposa y madre. Ella nos enseña a los cristianos qué significa ser apóstol. Su paso de esta vida al Cielo fue una

Se ha expresado con justicia que hay más amor en el corazón de María que maldad en el mundo. Eso es lo que expresa el saludo del Ángel Gabriel: Alégrate, llena de gracia (Lc 1:28). María es la Mujer elegida por Dios para ser su madre y la nuestra, pero también para ser el principal enemigo humano – nemesis- del Maligno (Gen 3:15, Ap 12). Desde su lugar en el Cielo,

Pues, asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada (Lumen Gentium, 62).

Esta Novena a la Madre de Dios,  nos recordará algunas verdades centrales de la fe, especialmente, la Encarnación, la pasión, muerte, resurrección del Señor y el papel único que tiene María en nuestra salvación. Será, en algún sentido, una catequesis que nos convoque a una conversión más profunda a Cristo y una vida de caridad más generosa. Con estas intenciones en mente, nos dirigimos a María

Día 1:        La Inmaculada Concepción de la Madre de Dios

Día 2:        El deseo de virginidad de María

Día 3:        La Anunciación

Día 4:        La Visitación

Día 5:        La maternidad divina de María

Día 6:        Las bodas de Caná

Día 7:        María en el Calvario

Día 8:        María y el Misterio de la Pascua

Día 9:        La Asunción de María al Cielo


 Esta oración cumplirá el mandato de San Pablo en su Primera :

“Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tim 2:1-4).

En años venideros, la Novena puede utilizarse para preparar alguna solemnidad o fiesta mariana: María, Madre de Dios (1° de enero), la Anunciación (25 de marzo), la Visitación (31 de mayo), la Asunción (15 de agosto), Santa María Reina (22 de agosto), Nuestra Señora de los Dolores (15 de septiembre), la Presentación de María en el Templo (21 de septiembre), la Inmaculada Concepción (8 de diciembre) y Nuestra Señora de Guadalupe, Reina de las Américas (12 de diciembre). Dado su carácter próvida, a lo largo de sus nueve días de oración, esta Novena por la Nación también puede aprovecharse para preparar diversas actividades provida como la Marcha por la Vida que se lleva a cabo anualmente.

Pero adicionalmente, si está dentro de sus posibilidades, lo invitamos a que durante los nueve días de oración:

1 Asista a Misa y reciba la Santa Comunión cada día de la Novena. A través de la Eucaristía, agradezca a Dios por las abundantes bendiciones que ha dado a nuestra nación. Exprese su agradecimiento también por las bendiciones que ha recibido usted personalmente. Particularmente por las personas que ha puesto el Señor en su vida para amar.
2 Reciba el Sacramento de la Penitencia. Al prepararse para la confesión, perdone a todo el que lo haya agredido alguna vez. Deje atrás los rencores que pueda tener. Queremos estar plenamente reconciliados con Dios y con aquéllos a quienes el Señor ha puesto en nuestras vidas, a través de una sincera confesión de nuestros pecados. Invite a sus familiares y amigos a confesarse.
3 Lea la Sagrada Escritura y rece el Rosario todos los días.
4 Haga una donación o realice algún acto concreto de ayuda a personas necesitadas
5 Difunda esta Novena e invite a todos los que pueda a que se sumen.

A partir de las apariciones de nuestra Santísima Madre a Santa Catalina Labouré en 1830 en la Rue du Bac en París, se acuña la medalla de la Inmaculada Concepción conocida popularmente como la Medalla Milagrosa: María sobre un globo – que Catalina supuso era el mundo –, de cuyos brazos abiertos, en gesto de abrazo a sus hijos, emanan rayos de luz. Santa Catalina le preguntó por el significado de esa luz, a lo que la Santísima Virgen respondió: La luz es la gracia de mi hijo. Ante la preocupación de Catalina por algunos rayos que no caían a la tierra, María agregó: son gracias que se quedan sin ser concedidas porque las gentes no los piden.

Un maravilloso secreto de la oración: Cristo quiere que, para pedir su ayuda, recurramos humildemente a su madre. Esto es precisamente lo que hacemos en esta Novena a la Madre de Dios por la Nación. Cada persona que se une a estos nueve días de oración tiene sus propias necesidades. Todos debemos rezar por las intenciones de los demás. Esperamos recibir una poderosa efusión de las gracias del Cielo a través de las manos de María.

– Pbro. Frederick L. Miller, S.T.D.
Profesor de Teología Sistemática
Seminario Mount St. Mary

De la versión en inglés:

Nihil Obstat: Pbro. Gary B. Selin, S.T.D.
Profesor Adjunto de Teología
Seminario Teológico San Juan Vianney

Imprimatur:       + Robert J. Baker, S.T.D.
Obispo de Birmingham, Alabama
Birmingham, Alabama, EE.UU.

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