22_05_09

Las promesas del Bautismo

 





DECIMO SEGUNDO DÍA: Lectura sugerida: Santo Evangelio:(Mt 25,1-13) 


Meditación: Las promesas del Bautismo. 





“El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos para servir a Dios con una participación viva en la sagrada liturgia de la Iglesia y a ejercer sus sacerdocio bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz”. (C.I.C.1273) 

Es con la recepción del Santo Bautismo con la que entramos en la Iglesia, participando en la comunidad de los hijos de Dios. 

San Pedro, en su Primera carta nos dice: “Sois la raza elegida, el sacerdocio real, la nación santa, el pueblo de su particular propiedad, a fin de que proclaméis las excelencias de aquel que nos llamo su luz maravillosa.”(1 Pe 2,9).
Recibimos, en este sacramento de iniciación cristiana, el carácter indeleble de hijos de Dios, y como tales, debemos vivir confiando en Él, en su amor, poder y bondad para con fervor y mucho ánimo, recorrer el camino de la santidad al cual somos llamados. 

Fuimos llamados a la alta dignidad de hijos de Dios y realmente lo somos, ya que la Gracia Bautismal nos justificó, haciéndonos participes de su naturaleza divina. En este mundo, se vuelve muy necesario preservar esta Gracia y perfeccionarla, hasta llegar a la plenitud de la edad de Cristo. ¡Vivamos como santos! ¡Seamos verdaderos adoradores de Dios, en espíritu y verdad! 

Siendo fieles a las promesas bautismales, las mismas que renovaremos con la Consagración Total a la Virgen María, es como caminaremos en dirección a la felicidad del Cielo. 

El mundo cristiano está en un gran desorden, porque se ha generalizado  el oscurecimiento de los votos y promesas expresados en el Bautismo, y en consecuencia,  se dejó de amar y respetar a Dios y sus mandamientos. La Fe suplicada por nosotros, a través de nuestros padres y padrinos, se volverá operativa cuando los preceptos del Señor sean cumplidos; preceptos éstos, que están íntimamente relacionados con los compromisos de los hijos de Dios, expresados también por la renuncia a Satanás, a sus pompas y a sus obras. 



¿Y cómo traducir eso en la práctica? 


Rechazando el espíritu del mundo, orientándonos por el espíritu de Jesucristo, odiando el siglo con sus máximas y modas, que son totalmente contrarias a las enseñanzas del Señor y de su Santa Iglesia. 



Cuando hablamos de respetar los preceptos de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, estamos evocando la fidelidad a Ella, que consiste en escuchar, acreditar y obedecer sus leyes y Doctrina. Esa es la forma ordinaria de reconocer que Ella es el Cuerpo Místico de Cristo, y depositaria de toda verdad de Fe y dispensadora de los méritos de Jesús. Él mismo nos aseguró: 


“He aquí que estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo...” (Mt.28, 20) 


En la recepción del Santo Bautismo, como ya vimos, fue derramada sobre nuestras almas la divina Gracia, introduciéndonos en la comunidad de los hijos de Dios: la Iglesia. Jesús es verdaderamente hijo de María y, nosotros, como miembros engendrados en su Cuerpo Místico, también somos de hecho hijos de Ella. Es necesario, examinar frecuentemente nuestra conciencia en lo que concierne a la fidelidad a Jesús y a nuestra dignidad de hijos de la Santísima Virgen. 


La consagración a la Santa Madre de Dios nos unirá íntima- mente a Cristo a través de la renovación de los votos bautismales que será ahora efectuada de manera más madura, pues fue precedida de una preparación repleta de profundas reflexiones sobre nuestras responsabilidades.


Este, será un acto muy personal, que vendrá de lo más profundo de nuestro ser y que alegrará mucho a Nuestra Señora; Ella a su vez, se volverá la mediadora de nuestra total entrega a Jesús, colocándonos en total aversión a satanás y al pecado. 


Venimos al mundo con el objetivo de vivir para Dios y ser hombres y mujeres espirituales, debemos, pues, trabajar con fervor en pró de esa perfección.  



¡La vocación de todo bautizado es vivir en santidad! 



Desde que seamos diligentes en la imitación de Nuestro Señor, podremos contar con el auxilio celeste. Para eso tenemos que apartarnos con violencia de aquello a lo que tiende nuestra naturaleza corrompida, y esforzarnos para adquirir las virtudes. Cristo crucificado es nuestro perfecto modelo: tenemos por tanto que esforzarnos mucho para imitarlo. Esta Total Consagración a Nuestra Señora, nos llevará a conformarnos con Jesús a través de la renuncia al demonio, al mundo, al pecado, y a nosotros mismos. 


La Santísima Virgen, es quién nos llevará más rápidamente a Cristo, alcanzándonos la Bienaventuranza eterna. ¡No dudemos en entregarnos completamente a Ella! 




Oración: ¡Madre amada, recordadnos siempre los sagrados compromisos bautismales para no traicionarlos. El recuerdo de la Consagración Total que Te haremos reavivará nuestra determinación de huir to- dos los días del espíritu del mundo, para darnos enteramente a Jesucristo. Enséñanos nuestros deberes y danos la dádiva de continuar siempre en la Gracia, conservando la blancura de nuestra alma. Amén! 


Jaculatoria: ¡María Santísima: ayúdanos a observar fielmente los mandamientos del Señor! 



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