22_05_04

Las máximas de Jesucristo




QUINTO DÍA: Lectura sugerida: Santo Evangelio (MT 6,19-33) 



Meditación: Las máximas de Jesucristo 



“Las bienaventuranzas trazan la imagen de Cristo y describen su caridad, expresan la vocación asociados a la gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas y que sustentan la esperanza dentro de las tribulaciones, anuncian los beneficios y recompensas ya secretamente adquiridos por los discípulos; son iniciados en la vida de la Virgen María y de todos los Santos.” (C.I.C.1717) 



Resueltamente, debemos seguir a Jesús pobre, casto, obediente, manso y humilde de corazón, dócil a la voluntad del Padre, lleno de hambre y sed de santidad, oponiéndonos directamente al maligno, a ejemplo de María Santísima. Procuremos los bienes de este mundo solo si éstos nos fueran útiles a los deberes de nuestro estado. “Bienaventurados los pobres de espíritu” que, imitando a Jesús, se despojan de las cosas de la tierra para adquirir las riquezas del amor de Dios y los bienes del Cielo. Bienaventurados seremos si con paciencia soportamos las consecuencias de la pobreza y si vivimos desprendidos de las propias posesiones aunque éstas nos sean permitidas. 

Nuestro Señor Jesucristo tomó la pobreza como un gran bien, escogiéndola para Sí y dejándola como legado a todos sus discípulos. No nos dejemos llevar por los deseos ambiciosos e inútiles de adquirir riquezas; ¡Dios nos debe bastar! Conformémonos con los bienes que su Divina Providencia nos da. En la abundancia seamos desprendidos de corazón, en las privaciones, seamos resignados, alegres y agradecidos al Señor. La pobreza cuando es amada se transforma en gran riqueza espiritual, así afirma San Francisco de Sales. Según este mismo santo, en su obra Filotea, debemos amar al pobre y a la pobreza, practicándola incluso en medio de las riquezas, despojándonos de parte de ellas para ayudar a otro. Tenemos también que ser más pobres que los pobres asumiendo una actitud de servicio ante los necesitados, viviendo plenamente la caridad cristiana.



“Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra” (Mt5,4) 



Contra el egoísmo debemos imbuirnos del Espíritu de Jesús, que es de inmensa caridad. Imitándolo a ejemplo de María Santísima, no busquemos nuestros derechos sino los de los otros. De esta forma, tendremos paciencia, benignidad; no debemos ser envidiosos, celosos, ni movidos por ambiciones desmesuradas y sentimientos de ira. Las personas bondadosas no sólo alcanzarán la felicidad eterna en la otra vida, sino que, ya en esta vida, gozarán de una gran paz. (Sl 36,11). 

¡Cómo son queridos por Jesús los que tienen un corazón manso!, al recibir toda suerte de ofensas, calumnias y persecuciones, no irritándose con aquellos que los maltratan o injurian. 

San Bernardo afirma “La mansedumbre es la flor de la Caridad” y, a su vez San Francisco de Sales concluye “La mansedumbre perfecciona al hombre en sus deberes con la sociedad, haciéndolo pasar por encima de todo sufrimiento...la perfección de la mansedumbre se consigue uniéndole la paciencia”.”Bienaventurados los que lloran y desean justicia". Primero lloremos nuestros propios pecados y después esforcémonos en adquirir las virtudes para perseverar en ellas, al contrario de los mundanos que declaran que no precisan conversión y juzgan ser exagerado todo lo que enseña nuestra santa religión. Tengamos, pues, sincera hambre y sed de santidad. 




Oración: Madre de Misericordia, ayúdanos a despojarnos totalmente de todo lo que nos une a la tierra. Que nos despeguemos de nosotros mismos, sobre todo, a fin de que seamos compasivos y mansos con el prójimo. ¡Haz nuestras tus lágrimas! Señora de los Dolores, danos un intenso deseo de ser en todo, despojados y transformados en Amor. Amén. 



Jaculatoria: ¡María Santísima danos las lágrimas de arrepentimiento! 





 

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