22_05_04

El mundo y su príncipe infernal.

 




SEGUNDO DÍA. Lectura sugerida: Santo Evangelio (Mt 4,1-10) 


Meditación: El mundo y su príncipe infernal. 



“Ese mundo creado y conservado por el amor del Creador, según la fe de los cristianos; ese mundo en verdad fue reducido a la esclavitud del pecado, pero Cristo crucificado y resucitado quebró el poder del maligno y nos liberó, para transformarse de acuerdo con el plan de Dios y llegar a la consumación”. (C.Vaticano II, GS 202) 

Para llegar a una vida perfecta, tenemos que intentar una cerrada lucha contra el egoísmo y el mundo cuyo príncipe es el demonio, el homicida desde el comienzo. 

Cuando afirmamos que el mundo es un gran obstáculo en la vida con Dios, nos referimos al mundo guiado por el espíritu del mal, que es contrario al espíritu de Jesús.
No es posible asociar Jesús al mundo, pues amando a uno estamos terminantemente, recusando y odiando al otro. ¿Y cómo podemos verificar si amamos a Jesús, o al mundo, con su príncipe infernal? Basta hacer un análisis de nuestras obras, si éstas son coherentes o no, con la renuncia que hicimos a Satanás en el día del Bautismo, donde renunciando a sus grandezas y a este mundo nos propusimos firmemente no dejarnos envolver con la soberbia del poder y del dinero, con las modas que pervierten las costumbres, vestidos, músicas, diversiones y placeres ilícitos, contrarios a la Ley de Dios.
¡El demonio es hoy el soberano del mundo! Y basta echar un vistazo a los frutos de esta civilización para percibir el reinado del egoísmo y del odio. Somos heridos por todas partes. En todas partes nos enfrentamos con tentaciones y adversidades. No nos veremos libres de estas insidias mientras estemos aquí. En nosotros mismos está la causa por la que ellas vienen, pues, ya nacemos orgullosos e inclinados al pecado... 

“Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán”, así lo afirma el Catecismo de la Iglesia Católica (402); y nos dice también San Pablo;”Por la desobediencia de un solo hombre el pecado entró en el mundo” (Rom 5,12). Pero no debemos acomodarnos y ceder al desánimo, puesto que todos los santos fueron tentados y frente a estas dificultades consiguieron progresar de virtud en virtud, huyendo de las ocasiones de pecado, y con mucha paciencia y humildad alcanzaron el Cielo. ¿Y cómo ahora no será igual? Sí, en nuestras vidas, los obstáculos serán superados, las luchas trabadas serán también constantes. “Una lucha árdua contra el poder de las tinieblas atraviesa la historia universal de la humanidad. Iniciada desde el origen del mundo, va a durar hasta el último día según las palabras del Señor (Mt 24,13; 13, 24-30 y 36-43). Insertos en esta batalla, los hombres deben luchar siempre para adherirse al bien, no se consigue alcanzar la unidad interior sino con grandes trabajos y el auxilio de la Gracia de Dios”. (Concilio Vaticano II,GS 313). 

Jesús es quien nos trae la tranquilidad frente al enemigo poderoso, el demonio, dándonos a María Santísima como auxilio, protección y consuelo. Ella es la Reina; por medio de su humildad derrotó el espíritu del mal y del mundo, y todavía, continua manteniéndolos bajo su sujeción. 

Nuestra Señora fue creada como enemiga irreconciliable de la serpiente maligna e igualmente, sus hijos y siervos, han de trabar crecientes luchas contra los hijos de las tinieblas. Tenemos en fin, una firme certeza que motiva nuestra esperanza: ¡María será siempre la vencedora! En los últimos tiempos su poder brillará como nunca se vio; suscitará hijos y esclavos para hacer la guerra al mal. Igual en medio de las humillaciones, opresiones y persecuciones sufridas en el mundo, ellos serán ricos en gracia y celosos ante Dios. ¡Todo para el establecimiento del Reinado de Jesús! Lo mismo leemos en la profecía del Génesis 3,14-15: “...Haré reinar la enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la de Ella. Ella te aplastará la cabeza y tú intentarás morderle el talón”. 

Por tanto, cuanto más estemos unidos a la Santísima Virgen a “la mujer vestida de Sol”, más próximos estaremos de Dios y del Cielo y consecuentemente, más libres del poder infernal. 

Abandonados, esclavos del pecado e inclinados al mal, somos débiles, inconstantes y viciosos. Con todo, unidos a María Santísima, por la Santa Esclavitud no tenemos nada que temer, ya que poseemos como garantía su incesante auxilio que nos librará de las caídas, y así mismo nos levantará cuando tengamos la desgracia de caer, restituyéndonos a Jesús. 



Oración:¡Virgen María, nuestra Reina!¡Te saludamos con ardor y entusiasmo, agradeciéndoos porque nos enseñáis la gran lección del aleja- miento del mundo y de los engaños del maligno. Nosotros, como hijos Tuyos y Esclavos de Amor, queremos seguir las enseñanzas luminosas, aborreciendo el mundo, detestándolo y huyendo valerosamente del demonio. Sólo debemos aspirar al honor, la riqueza y el placer de ser enteramente Tuyos, para pertenecer, de verdad, al Divino Rey Jesucristo, Justo y Bendito Fruto de Tu vientre. Amén. 



Jaculatoria: ¡Renunciamos al príncipe de las tinieblas. Somos hijos de tu luz! ¡Oh Señor! 








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