17_01_09

CONSAGRACION TOTAL A MARIA DÍA 30º.

DÍA 30º.

 
 
 
 
 
  
 
 
 
 
Y sentados hacían la guardia allí. Sobre su cabeza pusieron escrita su causa: Éste es Jesús, el Rey de los judíos. Entonces fueron crucificados con Él dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
 
Los que pasaban le injuriaban, moviendo la cabeza y diciendo: Tú que destruías el templo y lo reedificabas en tres días, sálvate ahora a ti mismo; si eres hijo de Dios, baja de esa cruz.
E igualmente los príncipes de los sacerdotes, con los escribas y ancianos se burlaban y decían: Salvó a otros y a sí mismo no puede salvarse. Si es el rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en Él. Ha puesto su confianza en Dios; que Él le libre ahora, si es que le quiere, puesto que ha dicho: Soy el Hijo de Dios. Asimismo los bandidos que con Él estaban crucificados le ultrajaban.
 
(San Mateo, cap. 27, 36-44)
 

DEL CAMINO REAL DE LA SANTA CRUZ

 
 
Esta palabra parece dura a muchos; niégate a ti mismo, toma tu cruz, y sigue a Jesús. pero mucho más duro será oír aquella postrera palabra: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno. Pues los que ahora oyen y siguen  de  buena  voluntad  la  palabra  de  la cruz, no temerán entonces oír la palabra de la eterna condenación.
 
Esta señal de la cruz estará en el cielo, cuando el Señor vendrá a juzgar.
Entonces todos los siervos de la cruz, que se conformaron en la vida con el Crucificado, se llegarán a Cristo juez con gran confianza.
 
Pues que así es, ¿por qué temes tomar la cruz, por la cual se va al reino?
En la cruz está la salud, en la cruz la vida, en la cruz está la defensa de los enemigos, en la cruz está la infusión de la suavidad soberana, en la cruz:, está la fortaleza del corazón, en la cruz está el gozo del espíritu, en la cruz está la suma virtud, en la cruz está la perfección de la santidad.
 
No está la salud del alma, ni la esperanza de la vida eterna, sino en la cruz.
 
Toma, pues, tu cruz, y sigue a Jesús, e irás a la vida eterna.
 
Él vino primero, y llevó su cruz y murió en la cruz por ti, porque tú también la lleves y desees morir en ella.
 
Porque si mueres juntamente con Él, vivirás con Él.
Y si fueres compañero de la pena, lo serás también de la gloria.
 
(Imitación de Cristo, libro II, cap. 2)