17_01_09

CONSAGRACION TOTAL A MARIA DÍA 27º.

DÍA 27º.








Oraciones preliminares.


Cristo, nuestro fin último




Jesucristo Nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, debe ser el fin último de nuestras devociones; a no ser así, serían falsas y engañosas. Jesucristo es el alta y el omega, el comienzo y fin de todas las cosas.
 
No trabajamos, como dice el Apóstol, más que por hacer perfecto a todo hombre en Jesucristo porque sólo en Él reside toda plenitud de la Divinidad y todas las demás plenitudes de gracia, de virtudes y de perfecciones;
 
porque sólo en Él estamos bendecidos con, toda  bendición espiritual;
porque Él es el único maestro que debe enseñamos, es
nuestro único Señor de quien debemos depender, nuestro único Jefe a quien debemos pertenecer, nuestro único Modelo a que debemos conformamos, nuestro único Médico que nos debe sanar,
nuestro único Pastor que debe alimentamos, nuestro único camino por donde debemos andar,
nuestra única Verdad que debemos creer,
nuestra única vida que debe vivificamos, y nuestro único Todo en todas las cosas
que debe bastamos.
 
No se ha pronunciado bajo el cielo otro nombre que el de Jesús por el cual debemos ser salvos. Dios no ha puesto otro fundamento de nuestra salvación, de nuestra perfección y de nuestra gloria, más que a Jesucristo; todo edificio que no está construido sobre esta piedra  firme,  está  levantado  sobre  movediza  arena, y más o menos tarde caerá infaliblemente.
 
Con Jesucristo y en Jesucristo lo podemos todo: podemos dar toda honra y gloria al Padre en unidad del Espíritu Santo, hacemos perfectos y ser para el prójimo buen olor de vida eterna.
 
Si, pues, nos entregamos a la hermosa devoción hacia la Virgen Santísima, es sólo para establecer más perfectamente el amor de Jesucristo, y de hallar un medio fácil y seguro de hallar a Jesucristo.
 
Como ya lo he demostrado, y aún demostraré más adelante, pues esta devoción nos es necesaria para hallar a Jesucristo perfectamente, para amarle tiernamente y para servirle fielmente.
 
(Tratado de la Verdadera Devoción…., núms. 61-62)