17_01_09

CONSAGRACION TOTAL A MARIA DÍA 33°.

DÍA 33°.

 
 
 
 
 
 
 
 


El cuerpo de Cristo y la Sagrada Escritura son muy necesarios al alma fiel

 
¡Oh dulcísimo Señor Jesús! ¡Cuánta es la dulzura del alma devota que se regala contigo en tu banquete, donde no se le presenta otro manjar que a su único amado, apetecible sobre todos los deseos de su corazón!
Sería ciertamente muy dulce para mí derramar en tu presencia copia de lágrimas afectuosas y regar con ellas tus pies, como la piadosa Magdalena, Mas, ¿Dónde está ahora esta devoción? ¿Dónde el copioso derramamiento de lágrimas devotas?
 
Por cierto, en tu presencia y en la de tus santos ángeles, todo mi corazón debiera encenderse y llorar de gozo.
 
Porque en el Sacramento te tengo verdaderamente presente, aunque encubierto bajo de otra especie.
 
Porque  el mirarte en tu propia y divina claridad no podrían mis ojos resistirlo, ni el mundo entero subsistiría ante el resplandor de la gloria de tu majestad.
Tienes, pues, consideración a mi debilidad cuando te ocultas bajo de este Sacramento.
 
(Imitación de Cristo, libro IV, cap. 11)
 
Es menester practicar estas acciones en María. La Santísima Virgen es el verdadero paraíso terrenal del nuevo Adán, del cual el antiguo paraíso terrestre era sólo figura. Hay, pues, en este paraíso terrenal riquezas, bellezas, singularidades y dulzuras inexplicables que el nuevo Adán, Jesucristo, dejó en él. En este paraíso tuvo Él sus complacencias durante nueve meses, obró sus maravillas y ostentó sus riquezas con la magnificencia de Dios. En este paraíso terrestre es donde verdaderamente está el árbol de la vida, que es Jesucristo, fruto de la vida eterna; el árbol de la ciencia del bien y del mal que ha dado la salud al mundo. Hay en este lugar divino árboles plantados por la mano de Dios y rociados con su divina gracia, que han producido y todos los días dan frutos de un sabor exquisito. Solamente el Espíritu Santo puede

hacer conocer la verdad escondida bajo las figuras de las cosas materiales. El Espíritu Santo, por boca de los Santos Padres, llama también a la Santísima Virgen, la puerta oriental por la cual el gran sacerdote Jesucristo  entró en el mundo,  por ella  entró la primera vez y por ella vendrá la segunda.
Por último, es necesario hacer todas nuestras acciones para María.  No que la tomemos como el último fin de nuestras acciones, que es sólo Jesucristo, sino por nuestro fin próximo, nuestro misterioso medio y manera segura para ir a Él. Es necesario emprender y hacer grandes cosas para esta augusta soberana, apoyados en su protección. Es necesario defender sus privilegios, cuando se le disputan, es necesario sostener su gloria, cuando se la ataca, llevar todo el mundo, si se puede, a su servico y a esta sólida y verdadera devoción. Es necesario no pretender de ella, como recompensa de estos pequeños servicios, más que el honor de pertenecer a una tan amable Princesa y la felicidad de estar por Ella unidos a Jesús Hijo en el tiempo y en la eternidad. (Tra- tado de la Verdadera Devoción... núms. 261-265)


CÓMO HACER LA CONSAGRACIÓN


Al fin de las tres semanas se confesará y comulgará con la intención de entregarse a Jesucristo en calidad de esclavo de amor, por medio de María, y después de la comunión recitará la fórmula de consagración, que convendrá escribirla o hacerla escribir, si no está impresa, y firmar el mismo día que la haga. Bueno será que en ese día se pague algún tributo a Jesucristo y a la Virgen, ya por vía de penitencia de la infidelidad a los votos del bautismo, ya para protestar de la completa dependencia del dominio de Jesús y de María. Este tributo será según la devoción y la capacidad de cada cual, como un ayuno, una mortificación, una limosna; aun cuando no se diera más que un alfiler, es bastante para Jesús, que sólo atiende a la buena voluntad. Todos los años, el mismo día, se renovará la misma consagración, observando estas prácticas durante tres semanas.


CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO
A JESUCRISTO, LA SABIDURÍA ENCARNADA, POR MEDIO DE MARÍA


¡Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amable y adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de María, siempre virgen! Os adoro profundamente en el seno y en los esplendores de vuestro Padre,  durante la eternidad, y en el seno virginal de María, vuestra dignísima Madre, en el tiempo de vuestra Encarnación.
 
Os doy gracias porque os habéis anonadado y tomado la forma de esclavo para sacarme de la cruel esclavitud del demonio.
 
Os alabo y glorifico porque os habéis sometido a María, vuestra Santa Madre, en todo, a fin de hacerme por Ella vuestro fiel esclavo. Pero ¡ay! ingrato e infiel.