17_05_29

ESCLAVITUD DE AMOR A MARÍA DÍA 4 DE LA SEGUNDA SEMANA

   Preparación para la Consagración a María


Razones porque ama la Virgen Santísima 

a sus verdaderos devotos





Composición de lugar. Vernos con Nuestra Señora, disfrutando de su amor, en la forma que más devoción nos diere.

Punto I. “Los ama porque es su verdadera Madre, y una madre ama siempre a su hijo, fruto de sus entrañas.”
Recuérdese lo que dijimos más arriba de cómo es María Santísima verdadera, aunque espiritualmente, nuestra Madre.

P. II. “Los ama con gratitud, porque ellos, efectivamente, la aman como a madre.”
Yo amo a los que me aman. ¿Qué corazón noble y agradecido no devuelve amor por amor? Pues si nosotros, con ser cuales somos, la amamos mucho, ¿no nos ha de amar Ella mucho más, siendo, por naturaleza y por gracia, incomparablemente más noble y agradecida? “¡Ay, Señora (le decía San Alonso Rodríguez), si me amaras tú tanto como yo te amo! -¿Qué dices, Alonso?, le responde; tanto va del amor que te tengo al que me tienes, como del cielo a la tierra.” Y no hay duda, Madre mía, que lo mismo dices a mí. Pues, ¿cómo me amará tu Corazón Purísimo si este corazón de barro tanto te ama?

P. III. “los ama porque, como a predestinados que son, Dios también les ama.
Esaú es figura de los réprobos, y Jacob, el hijo querido de Rebeca, es figura de los predestinados, hijos queridos de María. El Señor, pues, ama a Jacob y aborrece a Esaú; y la Santísima Virgen, cuya voluntad está tan unida con la divina, no puede menos de amar lo que Dios ama. Y Dios ama a los devotos de Nuestra Señora, y en ser tales se conoce que les ama; pues la verdadera devoción a la Reina de los Ángeles es cierta señal de predestinación. Nos ama, por tanto, la Madre de Dios con amor firmísimo y constante, que no se funda, como a veces el nuestro, en veleidades y caprichos, sino en la inmutable y eterna voluntad divina. ¡Qué dicha la nuestra! ¿Qué hemos hecho para merecer tal amor, y qué hemos de hacer para mostrarnos agradecidos a la infinita Misericordia?

P. IV. “Los ama porque se han consagrado del todo a Ella y son su parte y su herencia.
Los ama, pues, no sólo con afecto de gratitud, porque le han demostrado su amor entregándose a Ella, sino también con el afecto que se ama una cosa propia, porque Ella las ha recibido en su casa, y Dios se lo ha encomendado singularmente.
Los ama tiernamente y más tiernamente que todas las madres juntas. Meted, si podéis, todo el amor natural que las madres de todo el mundo tienen a sus hijos, en el corazón de una sola madre, para que con todo ese amor ame a su hijo único. Mucho le amará, por cierto; pero sin duda que María quiere aún a sus hijos más tiernamente que esta madre amaría al suyo.
¡Dichoso yo! ¿Qué me importa que todo el mundo me desprecie, si de esta manera logro que me ame la Reina del cielo? Y no hay duda que lo conseguiré. ¡Basta que yo lo quiera!