17_05_31

ESCLAVITUD DE AMOR A MARÍA DÍA 1 DE LA TERCERA SEMANA

Preparación para la Consagración a María

Jesús en el seno de María







Composición de lugar. La Virgen Santísima recogida después del misterio de la Encarnación.


Petición. “Conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre para que más le ame y le siga.” (San Ignacio.)


Punto I. “La divina María recibió de la Sabiduría eterna tan grandes aumentos de gracia y tan perfecta fidelidad mostró a su amor, que no sólo arrebató de admiración a los ángeles, sino a Dios mismo. Encántale aquella humildad profunda hasta el anonadamiento; le atrae aquella pureza tan divina; le hacen fuerza aquella fe viva y aquellas oraciones tan frecuentes; la Sabiduría Eterna se ve amorosamente vencida por tan amorosas solicitaciones. “¡Oh! –exclama San Agustín-, ¡qué amor el de María, que ha vencido al Todopoderoso!” ¡Cosa estupenda! Queriendo esta Sabiduría descender del seno del Padre al seno de una Virgen y descansar entre las azucenas de la pureza y darse por medio de ella a los hombres, le deputa al arcángel Gabriel para saludarla de su parte y decirla que quiere encarnar en ella, con tal que para esto dé su consentimiento.” (San Luis María de Montfort. Amor de la Sabiduría, p. 2. c. I.)
No de otra suerte (como en varias partes dice el Santo) viene Jesucristo a las almas ahora que como vino entonces al mundo. Los encantos de María le atraen; quiere apacentarse entre las azucenas de los corazones puros a Ella consagrados; cuanto más encuentra a María en las almas, más quiere a ellas venir.


P. II. Jesús y María se nos presentan en este misterio “tan íntimamente unidos, que Jesús está todo en María y María está toda en Jesús: o más bien, Ella no es ya más Ella, sino Jesús todo y sólo en Ella; y fuera más fácil separar la luz del sol que a María de Jesús. De suerte que puede llamarse a Nuestro Señor Jesús de María, y a la Santísima Virgen, María de Jesús.” (Verdadera devoción, práct. 4.)
Ni se rompió esta unión con el nacimiento, que, aunque separara los cuerpos, no pudo separar los corazones, que unidos permanecieron durante toda la vida mortal y gloriosa, y permanecerán por toda la eternidad.
“De la sangre del Corazón de María, que es pura llama, se formó el Corazón de Jesús: no tienen más que un corazón, no tienen más que un alma; al uno en el otro se le debe amar.” (Cantares del Santo.)
Por donde claramente se ve que no podemos conocer el Corazón de María sin conocer el de Jesús, ni amar a María sin amar a Jesús, ni vivir por María, con María, en María y para María sin vivir por Jesús, con Jesús, en Jesús y para Jesús.


P. III. “No se ha desdeñado este buen Señor de encerrarse en el seno de la Santísima Virgen como cautivo y esclavo amoroso. Piérdese aquí el espíritu humano cuando seriamente se reflexiona en este proceder de la Sabiduría Encarnada, que no ha querido, aunque pudiera hacerlo, darse directamente a los hombres, sino por medio de la Santísima Virgen.” (Verdadera devoción, c. IV, a. 2.)
“Y es que Cristo, Nuestro Señor, quiso tener madre (dice el Padre la Puente) para que Ella fuese también Madre y abogada de pecadores; los cuales, si por su pusilanimidad temiesen acudir a Él, por ser no solamente hombre y abogado nuestro, sino también Dios y Juez muy justo, acudiesen confiadamente a su Madre, a quien no pertenece ser juez, sino abogada, y Ella, como Madre de misericordia y piedad, abogase por todos”.
Quiso también enseñarnos que nosotros hemos de hacernos como los niños, para vivir en todo dependientes de María, como un pequeñuelo que no puede vivir sin su madre.
“El incomprensible se ha dejado comprender y tomar por la pequeña María, sin perder nada de su inmensidad, y también por la pequeña María hemos de dejarnos tomar y cautivar nosotros sin reserva alguna.”


P. IV. Mas no por ser cautivo de María dejó de obrar Jesús. No solamente oyó y ofreció su sacrificio en ella como en purísimo altar, sino que, también conducido por ella, fue a salvar almas.
“Santificó a San Juan en el seno de su madre Santa Isabel por la palabra de María; tan pronto como Ella habló, Juan fue santificado, y éste fue el primero y más grande milagro de la gracia que hizo Jesús.”
También nosotros hemos de obrar maravillas de la gracia encerrados dentro de María y viviendo de su vida, dejándonos conducir por Ella. Su dulce esclavitud, en vez de atarnos, nos hace más sueltos para correr en pos de las almas y atraerlas a Jesús.