17_05_31

ESCLAVITUD DE AMOR A MARÍA DÍA 2 DE LA TERCERA SEMANA

Preparación para la Consagración a María

Jesús en brazos de María





Composición de lugar. El portal de Belén, el templo de Jerusalén, el camino de Egipto.


Petición. “Conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre para que más le ame y le siga.” (San Ignacio.)


Punto I. “María es el trono de la Sabiduría eterna. En Ella es donde hace ver sus grandezas, ostenta sus tesoros y tiene sus delicias.”
Así, pues, en brazos de María quiso ser adorado, en Belén, por San José y los ángeles, por los pastores y los reyes. Todos “hallaron al Niño con su Madre”. Los perfectos como los imperfectos, los sabios como los ignorantes, deben buscar a Jesús con María. ¡Ay de los que creyéndose más sabios que los Magos, y más perfectos que los ángeles, quieren buscar a Jesús sin María!


P. II. Jesús recibe con agrado los regalos que los pastores y los reyes ofrecen por manos de su Madre.
“Cuando uno presenta a Jesús alguna cosa por sí mismo o apoyado en su propia industria y disposición, Jesús examina el presente y a veces lo rechaza al encontrarlo manchado por el amor propio. Pero cuando algo se le ofrece por las puras y virginales manos de su Amada, se le toma por el flaco (si se permite la frase); no considera la cosa que se le da, sino a su buena Madre que se le presenta; no tanto mira de quién viene la cosa cuanto por quién viene. Este es el gran consejo que da San Bernardo a los que quiere encaminar a la perfección: ¿Quieres ofrecer alguna cosa? Ofrécela por manos de María, si no quieres ser rechazado”


P. III. En brazos de Nuestra Señora quiere presentarse en el templo de Jerusalén el Divino Infante, y ofrecerse al Eterno Padre por el rescate de los hombres. Así la Santísima Virgen hace oficio de sacerdote, y el Divino Niño de hostia, para que aprendamos a ofrecernos en sacrificio en manos de María y a semejanza de Jesús.
“Ofrece tú, alma, en esta forma tus ofrendas, desconfiada de tus méritos propios y confiada en los de Cristo, que en unión de sus acciones todas, cualquiera cosa que ofrezcas es grande y será bien recibida. ¡Oh Jesús!, por tu Madre Santísima te suplico que, pues soy tuyo, me recibas en tu casa y servicio; a ti me presento y a ti me ofrezco para perpetuo esclavo tuyo y para ti.” (Fr. Juan de los Ángeles.)


P. IV. En los brazos de su Madre huye el Niño a Egipto. Quiere ser perseguido para que yo tenga modelo en mis persecuciones. Procuraré parecerme a Él cuando me persigan, estando en paz y confiado en los brazos de tan buena Madre. Bien pueden decirme, como a San José, que “tome al Niño y a la Madre, y huya a Egipto”, porque tomando al Niño y a la Madre, a cualquiera parte, la más solitaria, bárbara y enemiga del mundo, puedo ir gustoso; que donde están Jesús y María está toda mi compañía y mi defensa, mi riqueza y mi gloria.

“Admíteme por esclavo tuyo en esta jornada, Reina del Cielo. Admíteme, Jesús bueno, en tu compañía y de tu Madre, y concédeme que en todas mis calamidades y persecuciones a ti sólo acuda, a ti sólo busque, a ti sólo llame; contigo me junte para nunca apartarme de ti.” (Fr. Juan de los Ángeles.)