17_05_31

ESCLAVITUD DE AMOR A MARÍA DÍA 3 DE LA TERCERA SEMANA


 Preparación para la Consagración a María

Jesús en casa de María





Composición de lugar. La casita de Nazaret.


Petición. “Conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre para que más le ame y le siga.” (San Ignacio.)

Punto I. Gloria et divitiae in domo ejus (S. 111, 3). La gloria para Dios y las riquezas para el hombre se encuentran en casa de María, porque en ella mora Jesús. ¿Quién pudiera haber vivido en aquella amabilísima y pobre casilla donde estaba toda la riqueza del cielo? Bien podemos vivir ahora en ella con el espíritu, figurándonos que allí estamos y obrando como si estuviéramos allí. Dondequiera que trabajemos por amor a Dios está el taller de Nazaret, pues Jesús y María nos acompañan y sonríen.
“Los predestinados viven de asiento en esta casa con su Madre: es decir, que se aficionan al retiro, hacen vida interior, se dedican a la oración, pero siempre a ejemplo y en compañía de su Madre la Santísima Virgen, cuya gloria está adentro, y que tanto gustó en toda su vida del retiro y de la oración.”
“¡Qué amables son los tabernáculos, Señor Jesús! El pajarillo ha encontrado su casa y la tórtola su nido, donde ponga sus polluelos. ¡Oh qué dichoso es el hombre que mora en casa de María, donde tú el primero quisiste hacer morada! En esta casa de los predestinados, donde recibe socorro de ti sólo el que ha trazado en su corazón subidas y grados de toda virtud, para elevarse a la perfección en este valle de lágrimas.”


P. II. Obedece a María.
“La Sabiduría infinita, que tenía inmenso deseo de glorificar a su Eterno Padre y salvar a los hombres, no halló para ello más perfecto y más corto camino que someterse en todas las cosas a la Santísima Virgen, no sólo durante los ocho, diez o quince años primeros de la vida, como lo hacen otros niños, sino durante treinta años; y dio más gloria a Dios su Padre durante todo este tiempo de sumisión a la Santísima Virgen y dependencia de Ella, que si empleara los treinta años en hacer prodigios, en predicar por toda la tierra, en convertir a todos los hombres; que si no, ya lo hubiera hecho. ¡Oh cuán altamente se glorifica a Dios sometiéndose a María, a ejemplo de Jesús! Teniendo ante los ojos ejemplo tan visible y de todo el mundo tan conocido, ¿seremos tan insensatos que creamos hallar otro camino más corto y más perfecto para glorificar a Dios que someterse a María, a ejemplo de su Hijo?”
“Los buenos esclavos de María, por grandes cosas que hagan en la apariencia por defuera, mucho más que todas ellas estiman lo que obran en su interior en compañía de la Santísima Virgen; porque allí trabajan en la grande obra de su perfección, con lo cual comparado todo lo demás es juego de niños.”


P. III. Crecía el Niño Jesús a la sombra de Nuestra Señora y en su casa; y, a medida que en la edad adelantaba, mostraba más los tesoros de sabiduría y de gracia de que estaba lleno. Mucho creceremos también nosotros en la gracia y en el don de la sabiduría o sabroso conocimiento de Dios, si, como Jesús, vivimos en casa de María y en su regazo.
En él “los jóvenes llegan pronto a ser ancianos en la luz, santidad, experiencia y sabiduría, y en pocos años alcanzan la plenitud de la edad en Jesucristo”.
¡Oh dulcísima Señora mía!, crezca yo a tu sombra, y florezca como la palma y como el cedro del Líbano, plantado en la casa del Señor y en los atrios del templo de mi Dios.


P. IV. María Santísima, según la comparación predilecta del Santo, es como el molde en que los predestinados han de formarse en Jesucristo. Por eso también vivió Él tanto tiempo a solas con Ella, como el artífice que emplea mucho tiempo en fabricar un buen molde. En este tiempo (como explica larga y hermosamente la Venerable Agreda) depositó en ésta su primera discípula toda la ley de gracia y la doctrina que hasta el fin del mundo habría de enseñar a su Iglesia. Probóla también con severidad en el trato, como en el Evangelio se da a entender, para más acrecentar su mérito y hermosura. Ajustó este molde divino a las apariencias de una vida común y ordinaria para que a todos los cristianos pudiera servir de modelo.
“¡Oh hermosa y verdadera comparación! (esta del molde). Pero ¿quién la comprenderá? Acordaos que no se arroja en el molde sino lo que está bien fundido y líquido; es decir, que hay que destruir y fundir en vosotros al Adán (al hombre) viejo, para sacar el nuevo fundido en María.”

Oh molde de los predestinados, cueste lo que cueste, yo quiero fundir mi alma en ti para salir hermosa imagen de Jesucristo.