18_06_05

NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARIA Día 8



NOVENA AL INMACULADO 
CORAZÓN DE MARIA

Día 8


PREPARACIÓN


Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, ahí tenéis postrado a vuestros pies a este miserable pecador que, arrepentido de sus pecados, acude a Vos como a la fuente de toda gracia, e invoca vuestro Santo Nombre para hacer devotamente esta novena. Vos, Señor, os habéis reservado de una manera especial el principio de toda buena obra, y sin Vos es imposible aun el deseo de hacer el bien. La misma gracia que ha dirigido mis pies a este santo templo, y descubierto a mis ojos esta sagrada imagen fuente de todo amor y consolación, espero que continúe en mí su obra y la llevará a su perfección.
No permitáis pues, Señor, que mi espíritu se distraiga en otros pensamientos que los que Vos en este breve rato os dignéis excitar en él, y que mi corazón, ajeno y purificado de todos los afectos de la tierra, sólo se abra a los purísimos sentimientos de amor y ternura que nos habéis enseñado en este símbolo vivo de toda caridad y amabilidad. Somos tan carnales y tan propensos a todo lo que halaga nuestros sentidos que, con frecuencia, torcemos a fines enteramente opuestos los mismos objetos que vuestro amor nos propone para despegarnos de la carne, y confundiendo nuestra sensibilidad con los puros y santos afectos de vuestro amor, muchas veces nuestra devoción y compunción no pasa de un sentimiento material y tierno. Hacednos por lo mismo la gracia de que al considerar los afectos del Corazón Inmaculado de María entremos en este tabernáculo del amor de la ternura con aquellas castas disposiciones dignas del tálamo de la más pura de las vírgenes. Y con mayor instancia imploro en este momento vuestra gracia, porque si llegase a tal punto mi insensibilidad que mi corazón permaneciese frio en medio de este incendio, podría con razón temer que había merecido el castigo de que vuestro amor me abandonase a mi indiferencia. Sin duda mis pecados ésto y más han merecido; pero vuestra gran misericordia los cubre todos, y vuestra bondad no repara en la ingratitud pasada del que implora con humildad vuestro perdón. Así nos lo hace esperar este Corazón cuyos santos y purísimos afectos nos proponéis como modelo de los más puros y generosos sentimientos, y como prenda de toda suerte de gracias y merecimientos. Por el Corazón Inmaculado de María, en cuyas venas se formó la Sangre que fue derramada por nosotros en la cruz, concedednos la gracia de hacer con fruto esta novena.


DÍA OCTAVO

GOZO ESPIRITUAL DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

1°. Considera como el gozo del Inmaculado Corazón de María fue un gozo perfecto. Así como la imperfección de la alegría mundana procede de su objeto y fin desordenado, la perfección del gozo espiritual se deriva de la rectitud del fin y de la conveniencia del objeto. La alegría y gozo espiritual del Inmaculado Corazón de María era todo en Dios, cuya bondad, engrandecimiento y beneplácito era el objeto de su contento. A Dios dirigía María todas las complacencias de su Corazón, gozábase en la gloria, en el cumplimiento de sus promesas, en la exaltación de su Hijo, y en aquella preciosa redención que engendra hijos de Dios y adoradores de su Santísimo nombre. Por esto al oír que era elegida Madre del Hijo unigénito de Dios, uniendo la alabanza al gozo de su espíritu, expresó que el objeto de su alegría era Dios su Salvador Magnificat anima mea Dominum et exultavit spiritus meus in Deo salutari meo. Cual Ana estéril hecha madre de un hijo suspirado, protestó que su Corazón se regocijaba en Dios a quien reconocía por autor de este consuelo. Exultavit cor meum in Dómino. Reg. 2
2°. Considera que el gozo del Inmaculado Corazón de María tuvo toda la pureza y plenitud posible en la tierra; gozo que aunque en el mundo nunca se posee sin temor o defecto, Ella estaba cierta de no perderle jamás, por la seguridad en que vivía de no poder ofender a Dios, ni de que se entibiase su amor. Y siendo Dios el único objeto de sus complacencias, su gozo era continuo, sin interrupción ni temor ¿A cuál de los justos, aun en la paz de su corazón, no aqueja la memoria de las pasadas culpas y el temor de cometerlas en adelante? Este remordimiento no podía tener lugar en el Corazón de María que estaba cierta de no haber ofendido a Dios, y de que no podía hacer ninguna cosa que no fuese del agrado del único objeto de su gozo. Añádase a ésto que ni los trabajos y dolores anublaron la serenidad y gozo espiritual que disfrutaba en lo más íntimo de su Corazón, porque en estos padecimientos reconocía la voluntad del amoroso Corazón de su amado. Lo que hacía que su gozo espiritual fuese sin mezcla de temor ni angustia, sin restricción, sin medida en todos tiempos y circunstancias, y siempre en aumento. El Corazón de María es el único entre las puras criaturas que ha gozado de una alegría tan pura, tan llena y tan permanente.
3°. Considera el gozo singular que causó en el Corazón de María la vista y contemplación de los objetos sobrenaturales y divinos. El gozo que sintió el corazón de los Santos, que tuvieron la dicha de contemplar por breves instantes a Jesús aparecido visiblemente, no es más que una imagen imperfecta del gozo del Corazón de María que estuvo a menudo contemplando, acariciando y estrechando un su seno al niño Jesús fruto de sus entrañas y parte de su sustancia. ¿Qué alegría tan inefable no debió sentir su Corazón viéndole resucitado de los muertos, y subiendo glorioso al Cielo? Las revelaciones divinas, los éxtasis y visiones que fueron distribuidas a los Santos, ¿cuánto más extensas, frecuentes e íntimas no debieron ser en María? Todo ésto debía arrebatar y derramar un rocío de celestiales consolaciones en su Corazón y en su Alma. Y, si como piadosa y probablemente se cree, ya en esta vida fue elevada María por breve tiempo a la visión de la divina esencia, ¡qué íntimas y suaves impresiones de inefable alegría no dejaría en su Corazón esta beatífica visión! Suarez de Inc. p. 2. Disp. 49, Serm. 4. En conclusión se debe decir que el Corazón de María fue un abismo de suavidad, de dulzura y gozo celestial inconcebible al entendimiento humano.


COLOQUIO

Congratúlame con Vos, Virgen sublimísima, por la suprema alegría que beatificó incesantemente vuestro Corazón en la tierra. ¡Miserable de mí! aunque hijo vuestro, sentado en las tinieblas del pecado, y privado del resplandor de la luz celestial, ¿qué gozo puedo esperar? Quale gaudium mihi erit qui in tenebris sedeo et lumen cæli non vídeo? Tob. 5.12. Hasta el presente he buscado, y siempre en vano, la alegría y la tranquilidad en los placeres y consuelos del mundo, me he fatigado corriendo inútilmente en pos de una centella de alegría que se desvaneció en el momento mismo en que esperaba disfrutarla. Oh Virgen, Madre consoladora de los afligidos, mirad con ojos compasivos a este corazón desolado por las tinieblas y las tempestades; dad a gustar una vez siquiera a mi alma aquella suavidad de que estuvo harta la vuestra; haced que se derrame sobre mi corazón una sola gota de aquel suave rocío que inundó al vuestro de la plenitud de las celestiales consolaciones. Si consigo saborear una vez la más pequeña parte de vuestro gozo, no ya más deseará mi alma la vana alegría del mundo, y exclamaré con vos: Dios es la única alegría de mi corazón, y solo Dios será eternamente mi herencia. Deus cordis mei et pars mea Deus in æternum. Amén.


OFRECIMIENTO

Os damos gracias, Señor y Dios nuestro, por los sentimientos y afectos que en esta meditación nos habéis inspirado; os los ofrecemos en holocausto por nuestros pecados. Os los ofrecemos, Señor, para que los purifiquéis de sus defectos e imperfecciones, y los hagáis vuestros y dignos de vos. En este breve rato, que hemos ocupado en la consideración de los afectos que sintió el Corazón Inmaculado de María, hemos sentido nosotros también nuevas y fuertes impresiones; y el contraste de tanta pureza y amor con la sentina de nuestros vicios y maldades, ha excitado en nuestro corazón deseos vehementes de participar de aquellos dones de que Vos con tanta largueza llenasteis el Corazón de vuestra Madre. Nuestro corazón ha latido de amor y ternura junto al Corazón de María, y aunque embotarlas y flojas sus cuerdas han resonado heridas por el impulso del Corazón de Nuestra Madre, el corazón de un hijo no podía permanecer frío e insensible cuando su Madre padece, gime, suspira, llora, goza. Introducidos en el Corazón Inmaculado de María hemos examinado los resortes de aquellos actos purísimos de que fue instrumento, y nuestros ojos de carne han visto las conmociones íntimas y tiernísimas que le agitaban, y lo que nuestro espíritu apenas creía, se nos ha presentado con una luz y claridad que nos es imposible desconocerlo. Hemos puesto la mano sobre aquel Corazón Inmaculado, y nuestra fe, como Santo Tomás, ha reconocido a su contacto los dones de vuestra gracia. Hemos sentido derretirse como cera aquel corazón al ardor de vuestros amorosos rayos, para que pudiese derramarse todo entero sobre nosotros. ¡Ah Señor, no sean pérdidas para vuestras criaturas tantas gracias! vuestra misericordia está interesada en que correspondan a los designios de vuestra bondad. Haced que grabados profundamente hasta penetrar de parte a parte nuestro corazón estos sentimientos, perseveren en el propósito sincero que hemos formado de ser de día en día más sensibles a vuestro amor, y apartar nuestra alma de los placeres sensuales y mundanos que solo engendran fastidio y amargura. Oíd, Padre de toda bondad, por el Corazón de vuestra Madre y nuestra estas súplicas que os dirigen vuestros hijos, y haced que sus obras sean dignas de Vos, y de la gloria que les habéis preparado en el Cielo. Amén.







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