18_06_02

NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARIA Día 3


NOVENA AL INMACULADO 
CORAZÓN DE MARIA


Día 3


PREPARACIÓN

Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, ahí tenéis postrado a vuestros pies a este miserable pecador que, arrepentido de sus pecados, acude a Vos como a la fuente de toda gracia, e invoca vuestro Santo Nombre para hacer devotamente esta novena. Vos, Señor, os habéis reservado de una manera especial el principio de toda buena obra, y sin Vos es imposible aun el deseo de hacer el bien. La misma gracia que ha dirigido mis pies a este santo templo, y descubierto a mis ojos esta sagrada imagen fuente de todo amor y consolación, espero que continúe en mí su obra y la llevará a su perfección.
No permitáis pues, Señor, que mi espíritu se distraiga en otros pensamientos que los que Vos en este breve rato os dignéis excitar en él, y que mi corazón, ajeno y purificado de todos los afectos de la tierra, sólo se abra a los purísimos sentimientos de amor y ternura que nos habéis enseñado en este símbolo vivo de toda caridad y amabilidad. Somos tan carnales y tan propensos a todo lo que halaga nuestros sentidos que, con frecuencia, torcemos a fines enteramente opuestos los mismos objetos que vuestro amor nos propone para despegarnos de la carne, y confundiendo nuestra sensibilidad con los puros y santos afectos de vuestro amor, muchas veces nuestra devoción y compunción no pasa de un sentimiento material y tierno. Hacednos por lo mismo la gracia de que al considerar los afectos del Corazón Inmaculado de María entremos en este tabernáculo del amor de la ternura con aquellas castas disposiciones dignas del tálamo de la más pura de las vírgenes. Y con mayor instancia imploro en este momento vuestra gracia, porque si llegase a tal punto mi insensibilidad que mi corazón permaneciese frio en medio de este incendio, podría con razón temer que había merecido el castigo de que vuestro amor me abandonase a mi indiferencia. Sin duda mis pecados ésto y más han merecido; pero vuestra gran misericordia los cubre todos, y vuestra bondad no repara en la ingratitud pasada del que implora con humildad vuestro perdón. Así nos lo hace esperar este Corazón cuyos santos y purísimos afectos nos proponéis como modelo de los más puros y generosos sentimientos, y como prenda de toda suerte de gracias y merecimientos. Por el Corazón Inmaculado de María, en cuyas venas se formó la Sangre que fue derramada por nosotros en la cruz, concedednos la gracia de hacer con fruto esta novena.


DÍA TERCERO

AMOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA A DIOS

1°. Considera el amor del Inmaculado Corazón de María a Dios ya desde el principio de su existencia. ¿Qué Santo puede gloriarse de haber amado a Dios desde su concepción? Pues el amor de María a Dios empezó en aquel instante. Prevenida ya en el primer momento de su vida con el libre uso de la razón, enriquecida con el hábito de la fe, de la esperanza y de la caridad, ilustrada además con luces sobrenaturales, y excitada al bien con gracias extra ordinarias, los primeros movimientos de su voluntad se dirigieron con ímpetu violentísimo hacia Dios a quien conoció con profundo conocimiento como el único bien verdadero, liberal, bienhechor y soberano Señor de todas las criaturas. ¿Cuáles debieron ser en aquellos primeros instantes los movimientos del inocentísimo Corazón de María hacia Dios? ¡Qué sentimientos de acciones de gracias y gratitud no experimentaría en vez de aquel Señor de quien se vio tan amada y tan colmada de privilegios!

2°. Considera el amor del Inmaculado Corazón de María a Dios en sus progresos. Es sentir de muchos doctores que María ya en el primer instante de su concepción amó más a Dios que ningún otro Santo al fin de sus días. ¿Cómo crecería pues en el largo curso de su vida sobre la tierra un amor tan íntimo en sus principios , un amor provocado por instantes- con nuevos favores, fecundizado con abundantísimas gracias, nunca interrumpido, ni retardado, ni distraído por otras inclinaciones , sino fomentado y nutrido con deseos incesantes de amar siempre más? Amor que se redobló en el momento en que se sintió fecundada por el Espíritu Santo, y más todavía cuando estrechó en sus brazos a su Dios revestido de carne mortal. No es exageración decir, que creciendo por instantes este amor en el Santísimo Corazón de María, llegó a causar en Él tal incendio, que le hubiera consumido y reducido a cenizas, si su amante no le hubiese conservado incombustible en medio de esta fragua de amor.

3°. Considera el amor del Inmaculado Corazón de María en su intensidad. ¿Qué se puede ya añadir a lo dicho que exprese debidamente la intimidad y vehemencia del amor de este abrasado Corazón? ¿Se podrá nunca comprender lo que es el amor a Dios de un Corazón que en el sentir de muchos doctores llega a amarle más que todos los Santos juntos en la tierra? La violencia del amor divino hizo dilatar una costilla en el pecho de Felipe Neri; sus ardores vehementísimos obligaban a Francisco Javier a abrirse los vestidos hasta la carne; el mismo fue que, con una saeta arrojada por mano de un serafín, hirió de muerte el corazón de Teresa de Jesús; y el amor de estos Santos sería apenas una pequeña chispa del incendio que abrasaba el Corazón de María. Si fuese posible formamos idea de un corazón en el cual estuviese concentrado el fuego de amor divino de todos los Santos y justos de la tierra, este solamente sería en alguna manera comparable al abrasado Corazón de María. ¿Cómo pues se podrá comprender, concebir, o imaginar siquiera la intensidad del amor del Corazón de María a Dios?


COLOQUIO

¡Virgen amantísima del sumo Dios! permitid que tome una centella del fuego que abrasa vuestro ardorosísimo Corazón, para encender en el mío una llama de amor divino que le consuma y reduzca a cenizas. Y si posible fuera, Madre mía, quisiera también una centella de aquel amor con que el Corazón de Jesús correspondió al Vuestro, para excitar también en el mío un incendio de amor hacia vos. ¡Qué dicha la mía si todo mi amor se dirigiese a Dios, y después de Dios a Vos, o María, en quien ha sido tan glorificada la grandeza y bondad de mi Criador! Pero ¡ay de mí, Virgen Santísima! mi corazón ha sido hasta el presente víctima de un amor sensual y terreno, que no me ha dejado saborear las dulzuras del amor divino y de las cosas celestiales. Extinguid, pues, ante todo estas llamas impuras, y derramad después sobre mi corazón el fuego del cielo que, a manera de holocausto destinado al sacrificio, le abrase y consuma con un incendio de amor a la gloria de Dios, que Vos promovisteis con tanto anhelo en la tierra, y que ahora amáis todavía más en el Cielo. Amén.


OFRECIMIENTO

Os damos gracias, Señor y Dios nuestro, por los sentimientos y afectos que en esta meditación nos habéis inspirado; os los ofrecemos en holocausto por nuestros pecados. Os los ofrecemos, Señor, para que los purifiquéis de sus defectos e imperfecciones, y los hagáis vuestros y dignos de vos. En este breve rato, que hemos ocupado en la consideración de los afectos que sintió el Corazón Inmaculado de María, hemos sentido nosotros también nuevas y fuertes impresiones; y el contraste de tanta pureza y amor con la sentina de nuestros vicios y maldades, ha excitado en nuestro corazón deseos vehementes de participar de aquellos dones de que Vos con tanta largueza llenasteis el Corazón de vuestra Madre. Nuestro corazón ha latido de amor y ternura junto al Corazón de María, y aunque embotarlas y flojas sus cuerdas han resonado heridas por el impulso del Corazón de Nuestra Madre, el corazón de un hijo no podía permanecer frío e insensible cuando su Madre padece, gime, suspira, llora, goza. Introducidos en el Corazón Inmaculado de María hemos examinado los resortes de aquellos actos purísimos de que fue instrumento, y nuestros ojos de carne han visto las conmociones íntimas y tiernísimas que le agitaban, y lo que nuestro espíritu apenas creía, se nos ha presentado con una luz y claridad que nos es imposible desconocerlo. Hemos puesto la mano sobre aquel Corazón Inmaculado, y nuestra fe, como Santo Tomás, ha reconocido a su contacto los dones de vuestra gracia. Hemos sentido derretirse como cera aquel corazón al ardor de vuestros amorosos rayos, para que pudiese derramarse todo entero sobre nosotros. ¡Ah Señor, no sean pérdidas para vuestras criaturas tantas gracias! vuestra misericordia está interesada en que correspondan a los designios de vuestra bondad. Haced que grabados profundamente hasta penetrar de parte a parte nuestro corazón estos sentimientos, perseveren en el propósito sincero que hemos formado de ser de día en día más sensibles a vuestro amor, y apartar nuestra alma de los placeres sensuales y mundanos que solo engendran fastidio y amargura. Oíd, Padre de toda bondad, por el Corazón de vuestra Madre y nuestra estas súplicas que os dirigen vuestros hijos, y haced que sus obras sean dignas de Vos, y de la gloria que les habéis preparado en el Cielo. Amén.


Se puede rezar el Santo Rosario…






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