18_06_02

NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARIA Día 4



NOVENA AL INMACULADO 
CORAZÓN DE MARIA

Día 4


PREPARACIÓN

Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, ahí tenéis postrado a vuestros pies a este miserable pecador que, arrepentido de sus pecados, acude a Vos como a la fuente de toda gracia, e invoca vuestro Santo Nombre para hacer devotamente esta novena. Vos, Señor, os habéis reservado de una manera especial el principio de toda buena obra, y sin Vos es imposible aun el deseo de hacer el bien. La misma gracia que ha dirigido mis pies a este santo templo, y descubierto a mis ojos esta sagrada imagen fuente de todo amor y consolación, espero que continúe en mí su obra y la llevará a su perfección.
No permitáis pues, Señor, que mi espíritu se distraiga en otros pensamientos que los que Vos en este breve rato os dignéis excitar en él, y que mi corazón, ajeno y purificado de todos los afectos de la tierra, sólo se abra a los purísimos sentimientos de amor y ternura que nos habéis enseñado en este símbolo vivo de toda caridad y amabilidad. Somos tan carnales y tan propensos a todo lo que halaga nuestros sentidos que, con frecuencia, torcemos a fines enteramente opuestos los mismos objetos que vuestro amor nos propone para despegarnos de la carne, y confundiendo nuestra sensibilidad con los puros y santos afectos de vuestro amor, muchas veces nuestra devoción y compunción no pasa de un sentimiento material y tierno. Hacednos por lo mismo la gracia de que al considerar los afectos del Corazón Inmaculado de María entremos en este tabernáculo del amor de la ternura con aquellas castas disposiciones dignas del tálamo de la más pura de las vírgenes. Y con mayor instancia imploro en este momento vuestra gracia, porque si llegase a tal punto mi insensibilidad que mi corazón permaneciese frio en medio de este incendio, podría con razón temer que había merecido el castigo de que vuestro amor me abandonase a mi indiferencia. Sin duda mis pecados ésto y más han merecido; pero vuestra gran misericordia los cubre todos, y vuestra bondad no repara en la ingratitud pasada del que implora con humildad vuestro perdón. Así nos lo hace esperar este Corazón cuyos santos y purísimos afectos nos proponéis como modelo de los más puros y generosos sentimientos, y como prenda de toda suerte de gracias y merecimientos. Por el Corazón Inmaculado de María, en cuyas venas se formó la Sangre que fue derramada por nosotros en la cruz, concedednos la gracia de hacer con fruto esta novena.


DÍA CUARTO

CUALIDADES SINGULARES DEL AMOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA A LAS TRES DIVINAS PERSONAS

1°. Considera la cualidad del amor del Inmaculado Corazón de María a las tres divinas Personas. Siendo el amor un movimiento del alma hacia el objeto amado, las relaciones particulares que existen entre el amante y el amado hacen que tome una especie, un carácter y una cualidad determinada y especial. El amor de un padre a su hijo es distinto del de un esposo a su esposa, de un amigo a un amigo, y esta diversidad causa sensaciones del todo distintas en el corazón del amante. ¿Cuáles debieron ser las relaciones de María con el Padre divino por haber tenido ambos un mismo Hijo? Porque Jesucristo, Hijo del Padre Eterno por su ser increado desde la eternidad, fue también Hijo de María en cuanto al ser creado en el tiempo. Todo de Dios, todo de la Virgen… no eran dos hijos, sino un mismo hijo de ambos. S. Bern. de laud. Vírig. hom. 3. Ahora bien, la consideración de que su Hijo Jesús era también Hijo del Padre Eterno debía infundir en el Alma de María, y por correspondencia a su Corazón, un sentimiento y una sensación de amor hacia el Padre divino toda nueva, singular, inefable. Los Santos le amaron como a su Padre por creación, por adopción y por beneficencia; pero María le amó además como Padre de aquel Hijo que era, al mismo tiempo, Hijo suyo verdadero y natural. ¿Qué cualidad tan singular de amor no excitaría este reflejo en su corazón?

2°. Considera la cualidad del amor del Inmaculado Corazón de María hacia el Hijo divino hecho hombre. Este amor era un amor de Madre inspirado por la naturaleza e infundido en su Corazón por el Espíritu Santo su Esposo; amor aumentado por las fatigas, por los peligros y trabajos que arrastró para alimentarle y defenderle; amor de un hijo único, amable sobre todos los hijos, obediente, inocente y virtuoso. Amor de un Hijo enviado a la tierra por el Padre Eterno, y de quien depende la salud de todo el género humano; amor finalmente de un Hijo Dios y hombre. Sólo María ha podido entender, y su Corazón sentir lo que es amar con un amor de madre a un Dios hecho su Hijo. El amor de los Santos a Jesús fue un amor de amistad, de hermandad fundado en la gracia; pero el amor de María a Jesús fue el amor de una Madre verdadera, fundado en la naturaleza, fue el amor de un Hijo en quien había trasfundido su propia sustancia y alimentado con su propia leche. ¿Quién podrá imaginar la amorosa sensibilidad de su Corazón, cuando estrechando en su seno a este Hijo divino, le dijera: Tú eres mi Hijo y has sido engendrado en mis entrañas: Filius meus es tu, ego genui te?

3°. Considera la cualidad del amor del Inmaculado Corazón de María hacia el Espíritu Santo. Amor de una esposa a su esposo, no terreno y carnal, sino de un orden sobrenatural nunca participado a otra criatura. Amor de esposa que empezó a hacerse sensible en su Corazón, cuando dio su consentimiento para que el Espíritu Santo sobreviniese en Ella para fecundarla y hacerla Madre del Unigénito Hijo de Dios. Amor de esposa que ató su Corazón con nudo inviolable al divino Espíritu, cuando concurrió con Él a revestir de carne humana al Hijo divino, suministrando con su purísima sangre la materia que se formaba y organizaba aquel Sacratísimo Cuerpo. ¿Qué especie de amor tan nuevo no concebiría María hacia el Espíritu Santo, al verse fecundada por Él y de una manera tan portentosa de un fruto divino? ¿Quién podrá describir los movimientos del Corazón de aquella Santa y tierna Virgen, al verse enriquecida con el anillo nupcial de un desposorio espiritual y divino? Es de todo punto imposible imaginar los afectos del Corazón de María hecha Esposa del Espíritu Santo, y por su obra Madre de un Dios.


COLOQUIO

¡Virgen Santísima, tálamo inmaculado del divino Espíritu! Sólo Vos habéis recibido en vuestro Corazón todas las grandes y suavísimas heridas del amor. Yo me creería feliz, decía San Bernardo, de sólo sentir de vez en cuando las punzadas de este dardo de amor; ¡oh! y quien me diera que fuese no solamente herido sino combatido y vencido. Quis mihi tribuat in hunc modum non vulnerari, sed expugnari omnino? Vos, Virgen Santísima, implorad por mí del divino Espíritu amor de caridad y gratitud por los dones recibidos; Vos que tenéis a vuestra disposición los tesoros de su amor, Vos en quien es tan abundante el maná celestial, dad de comer, oh Señora, a vuestros pobres siervos de este pan de vida, y coman vuestros perritos las migajas que caen de vuestra mesa. “Ciba pauperes tuos, Domine, ipsi quoque catelli de micis edant. S. Bern. Infr. Octav. Asump. Serm”: Vos fuiste fecundada del amor divino para que todos participasen de vuestra plenitud y abundancia, y Esposa de la misma Caridad divina, pudieseis dispensar sus riquezas a vuestros siervos, oh esposa Inmaculada del Altísimo, oh Virgen bendita por todos los siglos. Amén.


OFRECIMIENTO

Os damos gracias, Señor y Dios nuestro, por los sentimientos y afectos que en esta meditación nos habéis inspirado; os los ofrecemos en holocausto por nuestros pecados. Os los ofrecemos, Señor, para que los purifiquéis de sus defectos e imperfecciones, y los hagáis vuestros y dignos de vos. En este breve rato, que hemos ocupado en la consideración de los afectos que sintió el Corazón Inmaculado de María, hemos sentido nosotros también nuevas y fuertes impresiones; y el contraste de tanta pureza y amor con la sentina de nuestros vicios y maldades, ha excitado en nuestro corazón deseos vehementes de participar de aquellos dones de que Vos con tanta largueza llenasteis el Corazón de vuestra Madre. Nuestro corazón ha latido de amor y ternura junto al Corazón de María, y aunque embotarlas y flojas sus cuerdas han resonado heridas por el impulso del Corazón de Nuestra Madre, el corazón de un hijo no podía permanecer frío e insensible cuando su Madre padece, gime, suspira, llora, goza. Introducidos en el Corazón Inmaculado de María hemos examinado los resortes de aquellos actos purísimos de que fue instrumento, y nuestros ojos de carne han visto las conmociones íntimas y tiernísimas que le agitaban, y lo que nuestro espíritu apenas creía, se nos ha presentado con una luz y claridad que nos es imposible desconocerlo. Hemos puesto la mano sobre aquel Corazón Inmaculado, y nuestra fe, como Santo Tomás, ha reconocido a su contacto los dones de vuestra gracia. Hemos sentido derretirse como cera aquel corazón al ardor de vuestros amorosos rayos, para que pudiese derramarse todo entero sobre nosotros. ¡Ah Señor, no sean pérdidas para vuestras criaturas tantas gracias! vuestra misericordia está interesada en que correspondan a los designios de vuestra bondad. Haced que grabados profundamente hasta penetrar de parte a parte nuestro corazón estos sentimientos, perseveren en el propósito sincero que hemos formado de ser de día en día más sensibles a vuestro amor, y apartar nuestra alma de los placeres sensuales y mundanos que solo engendran fastidio y amargura. Oíd, Padre de toda bondad, por el Corazón de vuestra Madre y nuestra estas súplicas que os dirigen vuestros hijos, y haced que sus obras sean dignas de Vos, y de la gloria que les habéis preparado en el Cielo. Amén.





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