17_07_06

ESCLAVITUD DE AMOR A MARÍA, DÍA 6 DE LA TERCERA SEMANA


Preparación para la Consagración a María

Jesús con María en el Calvario






Composición de lugar. El Calvario.


Petición. “Dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí.” (San Ignacio.)


Punto I. Quién padece.
Considera la excelencia de la persona, que por ser infinita hace subir de punto infinitamente todo lo que sufrió en su pasión. Que si Dos hubiera enviado un serafín o un ángel de la última jerarquía, fuera sin duda cosa admirable y dignísima de eterno agradecimiento. Pues habiendo venido a dar su vida el Criador del cielo y de la tierra, el Hijo único de Dios, la Sabiduría eterna, en cuya comparación las vidas todas de todos los ángeles y todos los hombres y todas las criaturas juntas son infinitamente menos dignas de cuenta que la vida de un solo mosquito, en comparación de las de todos los monarcas del mundo, ¿quién podrá ponderar el exceso de caridad que este misterio nos descubre y cuál deberá ser nuestra admiración y nuestro reconocimiento?
Si el menor dolor del Hijo de Dios es más estimable y nos debe llegar más al alma que el de todos los ángeles y hombres, si fueran muertos y aniquilados por nosotros, ¿cuál debe ser nuestro reconocimiento y nuestro amor a Él, pues ha sufrido por nosotros cuanto sufrir se puede y con extremado cariño, sin ser a ello obligado?


P. II.  Por quiénes padece.
Por “los hombres, viles criaturas de quienes nada tiene que temer ni que esperar. Amigos hay que mueren por sus amigos; pero ¿se hallará jamás otro como el Hijo de Dios que haya muerto por sus enemigos? “Recomienda Dios su caridad con nosotros, porque murió por nosotros cuando aun éramos pecadores”, y , por consiguiente, enemigos.


P. III. Qué padece en cuanto al cuerpo...
“Su cabeza fue coronada de espinas, su barba y cabellos arrancados, sus mejillas abofeteadas, su semblante cubierto de esputos, su cuello y sus brazos apretados con cuerdas, sus espaldas molidas y desolladas por el peso de la cruz, sus manos y sus pies atravesados por los clavos, su costado y su corazón abiertos por la lanza, y todo el cuerpo rasgado sin piedad por más de cinco mil azotes, de suerte que se veían los huesos medio descarnados. Todos sus sentidos fueron anegados en ese mar de dolores.”


P. IV. Qué padece en cuanto al alma.
“Sufrió “en su honor, cargado de oprobio y llamado blasfemo, sedicioso y endemoniado, tenido por ignorante y por impostor y tratado como loco”.
“Sufrió de parte de sus discípulos: el uno le maldice y le traiciona, el primero entre todos le niega y le abandonan los demás. Sufrió de parte de toda clase de personas: reyes y gobernadores, jueces, cortesanos y soldados, pontífices y sacerdotes, eclesiásticos y seglares, judíos y gentiles. Su misma Santísima Madre fue para él terrible cúmulo de aflicciones, cuando la vio presente a su muerte, anegada en un océano de tristeza, al pie de la cruz.”
“Su alma santísima fue muy atormentada por los pecados de todos los hombres: ya por ser ultrajes hechos a su Eterno Padre, a quien infinitamente amaba; ya por ser fuente de la perdición de tantas almas, que a pesar de su muerte y pasión se habían de condenar. Y no solamente tenía él compasión de todos los hombres en general, sino también de cada uno en particular, pues distintamente les conocía. Acrecentó la duración todos estos tormentos, que fue desde el primer instante de la concepción hasta la muerte; porque con la lumbre infinita de su Sabiduría, distintamente veía y tenía presente todos los males que habían de pasar.”
“Añadamos a todos estos tormentos del alma el más cruel y espantoso de todos, que fue su desamparo en la cruz, cuando exclamaba: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
“Con razón la Santa Iglesia nos hace decir todos los días: “mundus eum non cognovit”, que no conoció el mundo a la Sabiduría Encarnada; porque hablando en razón, conocer lo que sufrió Nuestro Señor por nosotros y no amarle ardientemente, es cosa moralmente imposible.”
Terminemos con un coloquio ferviente a Nuestra Señora, para que nos dé a sentir lo que sufrió su santísimo Hijo para que nos encendamos en amor de quien tanto nos ama.