18_03_09

ESCLAVITUD AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ, Día 22




PREPARACIÓN PARA CONSAGRARSE COMO ESCLAVO DE CONFIANZA AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ 


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima; la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y María. Amén.


Oración de San Juan XXIII

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.


DÍA 22

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

23- ¿Por qué José y María fueron a Belén en el momento en el que el Mesías iba a venir al mundo?
Se acercaba el momento en que el mesías prometido iba a aparecer, cuando César Augusto, queriendo conocer el número de sus súbditos ordenó que se hiciera un empadronamiento general en todo el imperio. Además, Quirino, prefecto de siria y ministro del emperador, prescribiendo que el padrón se hiciera por familiar en los mismo lugares de su origen, obligó a José y María ir a Belén en el momento en el que el divino niño debía aparecer en el mundo, resultando de aquí dos legítimas consecuencias a saber: que Belén iba a ser, según las profecías, el lugar del nacimiento del Mesías y que su descendencia de David iba a ser constatada legítimamente. José y María, que eran de la línea de David, oriundos de Belén, fueron a esta aldea para obedecer las disposición del edicto; pero sea la afluencia de los viajeros, sea sobre todo, porque el cielo lo quería así, no encontraron donde albergarse; los dos santos esposos viéronse obligados a retirarse a una gruta abandonada, que servía de asilo a los pastores y ganado en los días de tempestad; allí fue, lejos de las miradas de los hombres, en el invierno, a media noche, donde nació el divino Jesús, Hijo de Dios Padre, que por su pasión y muerte debía librar al hombre de la esclavitud del demonio, y ponerle en aptitud de ganar el cielo.


Aquí se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores
 y gozos del Señor San José.


   Revelación de los siete dolores y de los siete gozos.

Segundo dolor.
Pobreza del pesebre en Belen.

José y María llegan a Belén.  En ninguna parte los acogen.  La noche se aproxima, y con las tinieblas se extiende sobre la tierra húmeda y helada atmósfera.  ¡La opulenta ciudad de  David cerraba sus puertas a Jesús!  Imagen del alma cristiana mas culpable que Belén, que, demasiado llena de las vanidades del siglo, no tiene el más mínimo lugar para Jesús y le cierra la entrada de su corazón.
Cerca de la ciudad se hallaba un establo abierto a todos los vientos y casi abandonado José y María se guarecen en él, y a la hora marcada por los decretos eternos, “María da a luz su hijo primogénito, y envolviéndole en pañales lo acuesta en un pesebre”.  ¡Que pobreza!  Con José y María, adoremos al Salvador, compadezcamos su miseria, bendigamos su misericordia y abandonémosle nuestros corazones.  “¡Oh Belén, la casa del pan”, cuan propio es tu nombre!  Tu has venido a ser el tabernáculo del Dios vivo, el copón del pan de vida, de Jesus en la Eucaristía.  Tu establo, es la pobreza, es la sencillez, es la tranquilidad y la paz. Ahí vienen los ángeles , ahí están José y María, ahí se ora, se adora y se ama.  Así deben ser nuestras almas, para que Jesús nazca en ella.  Entonces nos convertiremos en un nuevo Belén y permaneceremos siendo la “casa del pan”, de la Eucaristía, la morada de Jesus.  Eso será nuestra salvación.
 Comulguemos a menudo, y dediquemos a San José una parte de nuestra preparación y de nuestra acción de gracias, a fin de que el mismo disponga nuestro corazón y sea guardián de nuestra perseverancia.

Segundo Gozo
Concierto de los ángeles al nacer Jesus.
A corta distancia del establo en donde nacía el Salvador, velaban, día y noche guardando numerosos rebaños, unos pobres y sencillos pastores.  De repente se les apareció un ángel resplandeciente de vividos resplandores: “No temáis nada, les dijo, vengo del cielo para  anunciaros una buena nueva que será para vosotros motivo de grande alegría:   Os ha nacido un Salvador en la ciudad de David.  Ved aquí  las señales por las cuales lo reconoceréis:  veréis un niño en un pesebre, en el interior de un establo; cerca de él, un sencillo obrero, una virgen pobre y algunos animales de campo.”  Inmediatamente después, un numeroso coro de Espíritu celestiales se unieron al ángel mensajero, y por todo el contorno se repitió a porfía este alegre canto: “Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”
Después vieron los pastores a los Magos que traían al  Rey del mundo sus símbolos presentes.  José y María se habían regocijado al oír las armonías celestiales, y ver que los pobres pastores fueron los primeros convocados para adorar al Dios hecho hombre; ¡Cuánto debieron también conmoverse de alegría viendo a los infieles venir del Oriente a saludar al Rey de los reyes y reconocer su soberanía.  
 Las almas que aceptan y comunican mas fácilmente la verdad son las almas sencillas y rectas.  Aceptemos a Jesús y hagámosle participe en torno nuestro por medio del apostolado de la oración, del ejemplo y de la palabra : que nuestra devoción a San José nos haga apóstoles de Jesus.


M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea.

Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)



ORACIONES

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.


Súplica a San José

José dulcísimo y Padre amantísimo de mi corazón, a ti te elijo como mi protector en vida y en muerte; y consagro a tu culto este día, en recompensa y satisfacción de los muchos que vanamente he dado al mundo, y a sus vanísimas vanidades. Yo te suplico con todo mi corazón que por tus siete dolores y goces me alcances de tu adoptivo Hijo Jesús y de tu verdadera esposa, María Santísima, la gracia de emplearlos a mucha honra y gloria suya, y en bien y provecho de mi alma. Alcánzame vivas luces para conocer la gravedad de mis culpas, lágrimas de contrición para llorarlas y detestarlas, propósitos firmes para no cometerlas más, fortaleza para resistir a las tentaciones, perseverancia para seguir el camino de la virtud; particularmente lo que te pido en esta oración (hágase aquí la petición) y una cristiana disposición para morir bien. Esto es, Santo mío, lo que te suplico; y esto es lo que mediante tu poderosa intercesión, espero alcanzar de mi Dios y Señor, a quien deseo amar y servir, como tú lo amaste y serviste siempre, por siempre, y por una eternidad. Amén.


Oración para todos los días

¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valimiento, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas. Vuestra altísima dignidad de Padre putativo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo. Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcánzame la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.


Jaculatoria. 

Bondadoso San José, Esposo de María, protegednos; defended a la Iglesia y al Sumo Pontífice y amparad a mis parientes, amigos y bienhechores.


La verdadera devoción a San José consiste esencialmente en la confianza ilimitada en la intercesión de este Santo Varón, en la imitación de sus virtudes y en el amor filial que se le profese. Ser su devoto quiere decir tratar de amar al Padre Celestial como él lo hizo; y poner la vida, los bienes y todos los actos del día bajo su paternal patrocinio.
Los que quieran ser fieles devotos del Padre Protector de la Iglesia, y verdaderos servidores de su culto, deben consagrarse a él como sus esclavos. Pero como se ama lo que se conoce, es fundamental para esta alianza admirarse con su vida a través del Catecismo de San José, incluido en esta preparación.
La esclavitud del santo exige una fórmula que será publicada el día 31 de marzo, y que indica la dedicación de la vida entera al servicio de su piedad. Significa alabar al benditísimo Patriarca desde que aparece la primera luz del día hasta que se va al lecho, para lo cual, también el último día de este mes, entregaremos una pequeño Devocionario Josefino con las oraciones del cristiano al amparo de San José.
Quienes deseen manifestarse como verdaderos devotos del Castísimo Esposo de Nuestra Santa Madre, deben luchar por ser almas de oración que frecuenten los sacramentos, amantes del silencio, la pureza, modestia y humildad, tener una encendida caridad y una vida que se realice en la laboriosidad y el ocultamiento. Y para alcanzar tan altas aspiraciones, es que a él recurriremos diciendo cada día en el Acordaos: “que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo”.





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