18_03_07

ESCLAVITUD AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ, Día 20




PREPARACIÓN PARA CONSAGRARSE COMO ESCLAVO DE CONFIANZA AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ 


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima; la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y María. Amén.


Oración de San Juan XXIII

¡San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber. Tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que se vuelven confiadamente a ti. Tu conoces sus aspiraciones y sus esperanzas. Ellos se dirigen a ti porque saben que tu los comprendes y proteges. Tu también supiste de pruebas, cansancio y trabajo. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y cantó llena de verdadera alegría debido al íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios que te fue confiado a ti a la vez a María, su tierna Madre. Amén.


DÍA 20

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra tu divina majestad en este día, vengo a solicitar de tu misericordia infinita tu generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José te suplico humildemente que me concedas nuevas gracias para servirte y amarte, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.


CATECISMO DE SAN JOSÉ

23-¿En qué está basada la opinión que atribuye a la humildad de san José su resolución de abandonar a María?
La conducta de san José en esta circunstancia y la profunda caridad que, debemos suponer, existía en él, son razones más que suficientes para probar que la opinión que atribuye a la humildad de José la determinación de abandonará María, es la única verdadera. Como José tenía un carácter excesivamente prudente, no se atrevió en semejante caso a preguntar nada a María, al menos para salir de su duda; no lo hace, pues, no la dirige la más mínima observación, ni mucho menos la hace verter lágrimas. Además, abandonar a María en esta circunstancia no hubiera sido un acto de un corazón grande, generoso y profundamente caritativo, porque, o había duda en san José, o certeza de la culpabilidad de María. Si había duda, José debió decidirse a abandonarla. Si tenía certeza, entonces debía su caridad, sino obligarle a quedarse con María, al menos inclinar su corazón al perdón, y no exponer de nuevo a su esposa. Esta es la opinión de un gran número de santos. San Basilio dice: «Que José juzgándose indigno de ser esposo de una mujer tan perfecta y tan privilegiada, creyó debía abandonar su estancia.» San Gerónimo usa poco más o menos del mismo lenguaje. Santa Brígida asegura, que tal fue el verdadero motivo de la determinación de san José. En fin, santo Tomás es de la misma opinión.
«Si san José, dice, quiso separarse de su esposa, no fue porque creyese criminal, sino por respeto a su santidad, juzgándose indigno de permanecer en su compañía.»


Aquí se rezan 7 Padre Nuestros y 7 Ave Marías en honor de los dolores
 y gozos del Señor San José.


   Revelación de los siete dolores y de los siete gozos.

Primer dolor
Agonías y ansiedades de San José.

Las almas más santas son por lo general las que más sufren.  No hay nada que forme un corazón cristiano y que lo madure tanto más para el cielo como el crisol de las penas, de las agonías, de los sufrimientos.
¡Que dolorosa sorpresa, que cruel inquietud debió sentir San José, cuando, completamente seguro de la virtud de su casta esposa, algunas señales ciertas, cuyo misterio no se explicaba, vinieron a sorprender  sus miradas!  María, por humildad no había descubierto a José la insigne merced de que era objeto.  ¡Oh justo y fiel servidor de Dios, derramad las lágrimas de nuestra alma en el seno de este Dios!  De ahí recibiréis luz, consejo e inspiración.  Y, efectivamente, la luz iluminó su espíritu, el ángel vino a revelarle el misterio de Jesús, la acción del Espíritu Divino, la cooperación de María, y el papel protector que él, José, desempeñaría; y a José tocaba entonces bendecir  la augusta Bondad y la misericordia Providencia y  adorar y glorificar a Dios.
 Cuando suframos, recurramos a Dios, y no al mundo; veamos bajo el aguijón que nos pica la mano de Dios que hiere y el beso de Jesús que cicatriza.  Dios está tanto mas cerca de nosotros cuanto más sufrimos.  No lo olvidemos.  ¡Cuantas almas hay en el cielo por haber sufrido en la tierra!  ¡Cuantas almas perdidas por haberle faltado el sufrimiento en este mundo!


M E M O R A R E

Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor!
¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea.

Trescientos días de indulgencias (una vez por día) apli­cables a los difuntos. (Breve de N. S. P. el Papa León XIII.)



ORACIONES

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.

¡Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!


San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Santísima Madre, la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y a María. Amén.


Súplica a San José

José dulcísimo y Padre amantísimo de mi corazón, a ti te elijo como mi protector en vida y en muerte; y consagro a tu culto este día, en recompensa y satisfacción de los muchos que vanamente he dado al mundo, y a sus vanísimas vanidades. Yo te suplico con todo mi corazón que por tus siete dolores y goces me alcances de tu adoptivo Hijo Jesús y de tu verdadera esposa, María Santísima, la gracia de emplearlos a mucha honra y gloria suya, y en bien y provecho de mi alma. Alcánzame vivas luces para conocer la gravedad de mis culpas, lágrimas de contrición para llorarlas y detestarlas, propósitos firmes para no cometerlas más, fortaleza para resistir a las tentaciones, perseverancia para seguir el camino de la virtud; particularmente lo que te pido en esta oración (hágase aquí la petición) y una cristiana disposición para morir bien. Esto es, Santo mío, lo que te suplico; y esto es lo que mediante tu poderosa intercesión, espero alcanzar de mi Dios y Señor, a quien deseo amar y servir, como tú lo amaste y serviste siempre, por siempre, y por una eternidad. Amén.


Oración para todos los días

¡Glorioso Patriarca San José!, animado de una gran confianza en vuestro gran valimiento, a Vos acudo para que seáis mi protector durante los días de mi destierro en este valle de lágrimas. Vuestra altísima dignidad de Padre putativo de mi amante Jesús hace que nada se os niegue de cuanto pidáis en el cielo. Sed mi abogado, especialmente en la hora de mi muerte, y alcánzame la gracia de que mi alma, cuando se desprenda de la carne, vaya a descansar en las manos del Señor. Amén.


Jaculatoria. 

Bondadoso San José, Esposo de María, protegednos; defended a la Iglesia y al Sumo Pontífice y amparad a mis parientes, amigos y bienhechores.


La verdadera devoción a San José consiste esencialmente en la confianza ilimitada en la intercesión de este Santo Varón, en la imitación de sus virtudes y en el amor filial que se le profese. Ser su devoto quiere decir tratar de amar al Padre Celestial como él lo hizo; y poner la vida, los bienes y todos los actos del día bajo su paternal patrocinio.
Los que quieran ser fieles devotos del Padre Protector de la Iglesia, y verdaderos servidores de su culto, deben consagrarse a él como sus esclavos. Pero como se ama lo que se conoce, es fundamental para esta alianza admirarse con su vida a través del Catecismo de San José, incluido en esta preparación.
La esclavitud del santo exige una fórmula que será publicada el día 31 de marzo, y que indica la dedicación de la vida entera al servicio de su piedad. Significa alabar al benditísimo Patriarca desde que aparece la primera luz del día hasta que se va al lecho, para lo cual, también el último día de este mes, entregaremos una pequeño Devocionario Josefino con las oraciones del cristiano al amparo de San José.
Quienes deseen manifestarse como verdaderos devotos del Castísimo Esposo de Nuestra Santa Madre, deben luchar por ser almas de oración que frecuenten los sacramentos, amantes del silencio, la pureza, modestia y humildad, tener una encendida caridad y una vida que se realice en la laboriosidad y el ocultamiento. Y para alcanzar tan altas aspiraciones, es que a él recurriremos diciendo cada día en el Acordaos: “que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo”.





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